El tercer cierre parcial del Sistema Cutzamala -de cinco programados- que se realizó este fin de semana, no sólo desató una guerra de acusaciones entre funcionarios de los gobiernos federal y del Distrito Federal, sino también una gran inconformidad de muchos habitantes del Valle de México que se quedaron sin el vital líquido.

Por lo tanto, los argumentos de una parte respecto a la necesidad de dar mantenimiento a esa infraestructura y la importancia de ahorrar ese recurso básico, y la otra al denunciar una racionalización del suministro con fines políticos, de poco han servido para crear una verdadera conciencia sobre la crisis que ya muestra sus primeros impactos en detrimento de todos los mexicanos.

Sobre el particular, han sido muchas las voces de alerta que se han levantado para advertir la urgencia de modificar los patrones en el consumo de agua, como desperdicio, falta de recarga de los mantos acuíferos y ausencia de cultura para su cuidado, entre otros aspectos, pero poco se ha hecho para remediarlo.

Diversos especialistas han dado a conocer estudios nada alentadores, los cuales señalan que en caso de no tomar medidas drásticas, en ocho años habrá en el Valle de México "una severa crisis" por el recurso.

En una de esas investigaciones, elaborada en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), se hace hincapié en que uno de los principales problemas es el derroche del 35 por ciento del agua que llega a la zona, situación que se presenta en mayor medida en los hogares, seguido por la industria y las oficinas.

Dicho problema llega a tal extremo, que se dice que si se ahorrara el líquido en esos lugares y se evitaran las fugas que se registran tan sólo en la delegación Iztapalapa de la capital del país, "podría darse el servicio a un millón 900 mil personas durante un año".

Se afirma también que cada día en el Distrito Federal se desperdicia por fugas el equivalente a 20 inmuebles del tamaño del estadio Azteca, por lo que se considera urgente que las autoridades federales y locales reparen y den mantenimiento a la red de agua potable.

Otro grave problema es la sobreexplotación de 102 de los 653 acuíferos con los que cuenta el territorio nacional, los cuales representan más de la mitad de la extracción de agua subterránea en el país.

Además, el crecimiento demográfico y urbano, la industrialización, el avance tecnológico, el surgimiento de nuevas necesidades de diversos sectores de la población, políticas públicas inadecuadas o insuficientes, entre otros factores, provocan la ruptura del tradicional ciclo del agua y con ello la necesidad de considerar nuevos elementos para superar esta problemática estructural y de complejidad creciente.

Derivado de ello, resulta indispensable que tanto el gobierno como la sociedad en general, se comprometan en primera instancia a fomentar la educación -en todos los niveles de enseñanza básica- sobre el cuidado del recurso.

Caso contrario, advierte otro estudio realizado por la Comisión Nacional del Agua, la disponibilidad del líquido por habitante anual se reducirá en unas dos décadas un millón de litros, al pasar en 2005 de 4 mil 573, a 3 mil 705 metros cúbicos en 2030.

Empero, para evitar ese y otros problemas que amenazan el abasto del vital líquido en todo el país, es importante que las autoridades se abstengan de politizar el tema con sus guerras de cifras y ataques, a efecto deponerse a trabajar en soluciones realistas y eficientes que alienten a la sociedad a tomar verdadera conciencia de la responsabilidad que tiene en el cuidado del agua.

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