Acueducto Independencia en Sonora, fuente de conflicto

17 octubre 2011

17 de octubre de 2011
Fuente: El Universal

La imponente fila de tubos que llevarán agua y con ella un supuesto desarrollo económico nunca antes visto en esta capital pasa a un “ladito” de sus comunidades, pero será poco lo que “salpique”, inclusive ni una gota se quedará en esa región de Sonora.

En Mazatán, ubicado a 80 kilómetros al este de Hermosillo, el acueducto Independencia, la obra insignia de la actual administración estatal, está a la vista, pero lo único que se puede obtener de él es trabajo temporal.

Mientras que en Rebeico, municipio de Soyopa, un grupo de ejidatarios es más optimista, pues espera, con impaciencia, una oferta por sus tierras, por donde supuestamente —les han dicho— se edificará parte de esta obra.

Origen de una de las más intensas disputas sociales, de la división del norte con el sur, de la rivalidad de Hermosillo con Cajeme, el acueducto Independencia, tasado en 3 mil millones de pesos, que serán repartidos entre los constructores más importantes de Sonora, no deja gran cosa en las poblaciones que atraviesa.

Mazatán es un municipio de apenas mil 400 habitantes, conocido por su producción de queso regional, actividad considerada como el pilar de su economía.

Don Efrén Landavazo Gálvez, de 88 años de edad, lleva casi toda su vida dedicada a su pequeño rancho, donde tiene 44 cabezas de ganado vacuno, que todos los días hay que ordeñar para elaborar queso.

Agua cara para la producción

Materia prima para cualquier actividad, el agua no abunda en las 266 rancherías del sector social, conformado por ejidatarios e indígenas.

“Y la poca que hay está muy cara: por el bombeo de un pozo tuvimos que pagar de luz, entre 14 productores, 18 mil pesos el mes pasado, algo así como mil 100 pesos por cada uno”, dice don Efrén.

Explica que en la zona donde está ubicada su propiedad existe un pozo, del cual se deriva toda una red que distribuye el líquido en más de 10 establos.

De trato amable y siempre sonriente, hace cuentas y se percata que su actividad es poco redituable.

“Mis vacas producen 40 litros de leche, con éstos se extraen 8 kilos de queso; cada kilo lo vendo en 30 pesos, es decir que me gano diariamente 240 pesos”, narra con una sonrisa, la cual se desvanece cuando enumera los costos de producción.

“A mi ayudante le pagaba 200 pesos, pero el negocio no me salía, por eso ahora le doy la mitad de lo que obtengo, es decir, 120 pesos; de luz para el pozo de agua son mil al mes, algo así como 35 pesos diarios y otros 30 pesos por el alimento para las vacas”, señala.

A pesar de todo, don Efrén es afortunado, pues hay otras rancherías que no cuentan con pozo, tampoco con una toma proveniente de un pozo comunitario.

El secretario del ayuntamiento de Mazatán, Carlos Fontes Rincón, dice que a diario pequeños propietarios acuden a la toma de agua comunitaria para cargar sus depósitos y “acarrean” agua hasta sus ranchos.

Llegó el dinero con el acueducto

Aunque el acueducto Independencia no les va a dejar gota de agua, en este momento las autoridades municipales de Mazatán son de las más convencidas de las bondades del proyecto gubernamental, pues les ha dejado fuentes de empleo temporal y derrama económica.

“Unas 70 personas del pueblo, entre jóvenes y adultos mayores, que trabajan como veladores, fueron contratadas para esa obra, de tal manera que son ingresos seguros durante todo este tiempo que dure la construcción”, refiere Fontes Rincón.

Además, en el comercio local se siente una derrama importante, producto del consumo de alimentos y la renta de viviendas de parte de obreros que residen fuera de Mazatán, explica.

“Hay que aprovechar mientras dure, para que las familias de aquí sigan viviendo aquí y no emigren por falta de empleos o de una forma honesta para seguir adelante”.

El acueducto de los sueños

Desde que escuchó que se construiría un acueducto desde Hermosillo hasta la presa El Novillo (Plutarco Elías Calles), Víctor Burrola Quintana, de 66 años, soñó que la obra atravesaría su parcela en el ejido Rebeico y así fue.

Le han dicho que un tramo de menos de 30 metros será enterrada en sus tierras y que por eso el gobierno le dará un dinero.

Por eso espera impaciente el momento en el que llegue hasta su puerta algún trabajador de la obra para que le ofrezca 10 mil o 15 mil pesos, que le permita salir de la pobreza en la que ha caído desde hace seis años, en la que dejó de producir ganado vacuno.

Sin embargo, don Víctor ve que el tiempo pasa y que la obra avanza y nadie le ha aclarado si el acueducto le dejará algún beneficio.

“Yo estoy esperando que me caiga algo, a otros compañeros ya les compraron tierras, yo también quiero salir beneficiado”, dice el pequeño ejidatario.

Rebeico es otra comunidad que ve pasar muy cerca la línea de tubos de acero que conducirán 75 millones de metros cúbicos anuales desde la sierra baja de Sonora hasta Hermosillo.

Con agua, pero sin infraestructura

Perteneciente al municipio de Soyopa, cuenta apenas con 300 habitantes; sus pocas calles están desoladas, nada entorpece la tranquilidad de esta localidad rodeada de verdes cerros que han recogido con beneplácito la lluvia de verano.

Al igual que el resto de las comunidades ubicadas en la franja trazada para el paso del acueducto Independencia, Rebeico no contará con una conexión hacia la tubería, lo cual no preocupa mucho a sus habitantes, toda vez que ya están acostumbrados a tener eventuales fallas en el suministro de agua.

El encargado de encender a diario el motor que bombea agua desde el represo hasta la pila, Aristeo Moreno Coronado, de 71 años y el sobrino de éste, Jorge Alonso, de 12, narran que es frecuente que la comunidad se quede sin el vital líquido a consecuencia de desperfectos en el equipo.

Cuando hay descomposturas, la población deja de recibir agua dos o tres días, ya que la motobomba es enviada a otra comunidad para repararla.

“Las familias tienen que acudir al represo o al pozo cercano por agua y llevarla hasta sus casas”, explica don Aristeo.

El suministro se complica más en época de estiaje, es decir, entre abril y junio de cada año, pues el nivel del pozo que alimenta a la comunidad baja a un nivel del que nada se puede extraer.

“Es cuando la pasamos muy mal, tenemos que ir a los represos, pero esa es agua que no cuenta con la calidad para el consumo humano, por eso debemos tener mucho cuidado”, comenta.

 

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