Nueva Ley General de Aguas: ¿vanidad o necesidad?

05 mayo 2014

Pero concedamos: si las cosas no funcionan como debieran, es posible que la causa sea una legislación deficiente. Y son muchas las cosas que no funcionan bien en la gestión del agua en nuestro país.

La contaminación de mares y costas, de ríos, lagos y lagunas es generaliza por la falta de tratamiento de aguas residuales urbanas; la calidad del agua en las ciudades no es confiable (lo que obliga a comprarla embotellada o a beber refrescos). Los organismos operadores municipales son en su mayoría ineficientes, dispendiosos, opacos, con frecuencia corruptos, requieren de cuantiosos subsidios, tienen cobertura insuficiente y dan un pésimo servicio a los usuarios. Muchos ecosistemas acuáticos languidecen por falta de agua, que es acaparada y derrochada por unidades y distritos de riego agrícola. No existe un sistema de información comprensivo y confiable del desempeño de organismos operadores y sobre la salud de las cuencas hidrográficas y cuerpos de agua. Más de 100 acuíferos subterráneos estratégicos están sobreexplotados y en vías de agotamiento por el bombeo de agua para riego (que no se cobra, mientras la electricidad se subsidia). Carecemos de un marco regulatorio para afrontar los desafíos hídricos de la explotación de hidrocarburos de lutitas (shale oil y shale gas) y facilitar proyectos de energía renovable en geotermia e hidroelectricidad.

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