Ogallala: para remplazar el clima

15 junio 2007

Alejandro Nadal

En el subsuelo de las grandes planicies estadunidenses, al oeste del río Mississippi, yace el Ogallala, uno de los más grandes acuíferos subterráneos del mundo. El Ogallala abarca una superficie de aproximadamente medio millón de kilómetros cuadrados, desde el norte de Texas hasta Nebraska y Dakota del Sur, y contiene un volumen de agua equivalente al del lago Hurón.

Pero el Ogallala no es un lago subterráneo. Es una estructura esponjosa, cuya formación se inició hace 20 millones de años por el deslave gradual de grava y arena de las Rocallosas. La mayor parte de su contenido es agua fósil, almacenada desde hace millones de años.

Hasta los años cuarenta, el acuífero permanecía sin exploración y la agricultura en las grandes planicies descansaba en un régimen de lluvias irregular. La labranza para cultivar trigo en las planicies aflojó la frágil capa vegetal y los vientos incrementaron la erosión eólica. Las grandes tormentas de polvo durante la sequía de los años treinta, que inspiró a John Steinbeck para escribir Las uvas de la ira, son testimonio del desastre ecológico desatado por el cultivo de tierras poco apropiadas para la agricultura. Dos millones de personas abandonaron sus tierras y, hasta la fecha, la rehabilitación de la región no ha sido completa, a pesar de las fuertes inversiones en infraestructura y la introducción de mejores tecnologías de manejo de suelos.

Después de la Segunda Guerra Mundial comenzó el uso intensivo del acuífero y hoy en día el Ogallala permite irrigar más de 6.5 millones de hectáreas dedicadas al maíz, sorgo, soya y trigo. Esto permitió a estados como Nebraska, Kansas, Colorado, Oklahoma y Texas competir en rendimientos con Illinois y Iowa (donde las lluvias son muy regulares). Es como si el Ogallala hubiera remplazado al clima.

La producción agrícola en tierras semiáridas (como las de las grandes planicies) cuesta de tres a seis veces más que en las de temporal o riego por gravedad. El costo más elevado se debe a la infraestructura, equipo y combustible fósil necesario para extraer el agua. Para mantener los niveles actuales de producción, el gobierno estadunidense proporciona 4 mil millones de dólares anuales para subsidiar la irrigación en los estados sobre el Ogallala.

Su uso agrícola compite con la demanda de las ciudades e industrias de las planicies. Además, el Ogallala se contamina con plaguicidas, residuos de fertilizantes y desechos de las gigantescas granjas de engorda de ganado bovino y porcino concentradas en los estados sobre el acuífero. Recientemente se encontraron residuos de triclorobenceno provenientes de la planta de almacenamiento y desmantelamiento de cabezas de armas nucleares en Pantex, Texas.

Tratándose de agua fósil, la recarga del acuífero es muy lenta. Por eso la extracción de agua del lago excede en 160 por ciento la tasa natural de recarga del acuífero y el nivel del manto desciende rápidamente. De continuar esta tendencia, dejará de ser un acuífero productivo en 40 años.

Cuando esté agotando su potencial productivo, hacia el año 2040, la población de Estados Unidos llegará a 510 millones de habitantes, lo cual provocará fuerte reducción de la superficie cultivable por habitante: de 0,7 a 0,3 hectáreas per cápita. El retiro de tierras de cultivo tendrá que hacerse a un costo muy elevado porque las inversiones para extraer agua del Ogallala no habrán sido amortizadas.

El crecimiento demográfico, el agotamiento del Ogallala y el descenso de la superficie cultivable por habitante, reducirán la producción, y se calcula que los precios agrícolas aumentarán entre 300 y 500 por ciento. Estados Unidos no podrá mantener el volumen actual de exportaciones de productos agrícolas y su déficit comercial aumentará. Las repercusiones sobre el comercio mundial de productos agrícolas serán enormes.

En México el gobierno abandonó el objetivo de seguridad alimentaria y sacrificó al sector agropecuario en aras del mito sobre la eficiencia de la agricultura estadunidense. La información disponible debería ser un balde de agua fría para nuestros tecnócratas. Para comenzar, el aumento incesante de precios agrícolas, provocado por el agotamiento gradual del Ogallala, pesará cada vez más sobre la balanza comercial del sector agropecuario.

México puede sostener aumentos notables de su producción agrícola si se invierten recursos en el campo. En lugar de eso, se ha optado por una “reasignación” de recursos productivos que busca expulsar a cientos de miles de productores del campo. Esa es la lógica miope del TLCAN y del actual gobierno. Una mirada al futuro debiera provocar la revisión de esta estrategia equivocada.

Ogallala significa en la lengua de los sioux de Dakota “los desparramados de las planicies”. En la actualidad, las reservaciones de sioux, pies negros y cherokees también se encuentran a orillas del Ogallala.

Autor(es): Alejandro Nadal

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