Cronología del Proyecto de Presa “Boca del Cerro”

29 julio 2007

Homero Aridjis,
Extraído del artículo “Fox contra el Usumacinta” Recopilación de agua.org.mx

Proyecto de una serie de presas a lo largo del río Usumacinta comenzando por la presa Boca del Cerro

Introducción

Como una pesadilla recurrente, ha vuelto a surgir el proyecto de construir presas en el río Usumacinta, en la cuna de la civilización maya y dentro de la selva Lacandona, la cual sufre un ritmo de destrucción mayor y más rápido que la Amazonia.

A mediados de los sesenta, el paraje Boca del Cerro, cerca de Tenosique, Tabasco, fue propuesto para una presa hidroeléctrica de gran escala. El proyecto se suspendió. En 1980, México acordó con Guatemala estudiar la factibilidad de construir múltiples presas en la cuenca del Usumacinta y hacia 1985 se recomendó a Boca del Cerro como presa base, con cuatro presas adicionales; los embalses cubrirían un área de 1300 km cuadrados. En marzo de 1987, el Grupo de los Cien denunció el proyecto de construir presas sobre el río Usumacinta, la frontera natural entre los dos países. Llevar a cabo el proyecto significaría inundar 700 km. cuadrados, acabando con Yaxchilán y Piedras Negras, cancelar el conocimiento futuro del pasado cultural maya, y dar un golpe de muerte a la selva Lacandona, una de las últimas selvas tropicales del planeta, y de paso a los últimos lacandones.

The New York Times sacó la noticia en primera plana, con un editorial “Don’t Flood the Maya Vatican.” El Grupo de los Cien pidió a los presidentes de Guatemala y México que cancelaran el proyecto, y el presidente guatemalteco, Vinicio Cerezo Arevalo, manifestó que su intención era “trabajar para conservar tanto la fauna, como la cultura” del área: “Creo sinceramente que dicho patrimonio pertenece a la humanidad y que debemos preservarlo.” En mayo de 1989 la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE) suspendió el plan hidroeléctrico del Usumacinta, a solicitud del gobierno de Guatemala. El río Usumacinta es el más caudaloso de México. En 1990, el Ing. Manuel Rubio fue contratado por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para hacer un estudio del terreno. Su conclusión fue que la inestabilidad del lecho del río no permitía la construcción de una cortina de concreto. Tras declarar a un periódico local que la CFE se olvidara del proyecto, Rubio fue despedido. El grupo de expertos que analizó entonces los impactos ecológicos que tendría la construcción de la presa advirtió que al detener la corriente mediante una cortina, se provocaría la inundación de 23 comunidades en las orillas del río. Sus 25,000 habitantes tendrían que ser reubicados. Desde el lugar donde se edificaría la cortina hacia abajo el río se convertiría en río muerto,. lo que ocasionaría la proliferación de parásitos en los peces, fuente de alimentación de los lugareños. Desaparecerían los micro climas en donde existen flora y fauna endémicos. Los pantanos de Centla, un área protegida por su gran biodiversidad, se verían seriamente dañados, provocando un rompimiento brutal en las cadenas ecológicas. Las aves migratorias que año con año llegan a ese lugar dejarían de hacerlo. Al contrario de lo declarado por la CFE, en el sentido de que se necesitaba más generación de energía para satisfacer la demanda nacional y vender una parte a Guatemala y Belice, los expertos revelaron que el que necesitaba energía en la zona era PEMEX, para seguir con las exploraciones y la explotación de petróleo, lo cual ha provocado una catástrofe ecológica en la región, y que los impactos ambientales eran mucho más costosos que buscar fuentes alternativas de generación de energía. El 15 de febrero de 1992, en Yaxchilán, durante una reunión internacional sobre la biodiversidad a la que asistí, el presidente Salinas de Gortari anunció la creación de una nueva reserva llamada Yaxbé (“el camino verde”) sobre el Usumacinta, supuestamente para mantener la continuidad entre las selvas del Petén guatemalteco y la Lacandonia. Pocos días después, leí en los periódicos que la CFE y la Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal (SEMIP) anunciaban la construcción de una presa en Boca del Cerro y otras sobre el río. De nuevo el Grupo de los Cien se opuso a esta amenaza al patrimonio biológico y cultural de México y Guatemala. Estábamos a punto de lanzar una campaña internacional con grupos norteamericanos, cuando a principios de abril recibí una llamada del Dr. Arturo Gómez Pompa (consejero ecológico de Salinas) para comunicarme que el presidente acababa de cancelar el proyecto. En efecto, el 2 de abril, en la reunión Participación Empresarial en el Desarrollo, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Salinas dijo “mi gobierno no construirá esta presa hidroeléctrica en el río Usumacinta, y tampoco tiene previsto desarrollar los proyectos para la misma.”

Han pasado diez años, y ahora es Vicente Fox quien retoma el proyecto de construir presas en el río Usumacinta. Pero esta vez, según los habitantes de Tenosique, Villahermosa y Emiliano Zapata, en lugar de decir “presas”, en la radio local se habla de “desvíos de la corriente para aprovechar su fuerza”. ¿A quién quieren engañar? Como en el pasado priista, el manejo de la desinformación por parte de la CFE es clave para la estrategia de conseguir su objetivo, varias veces rechazado. La construcción de la presa en Boca del Cerro es la piedra angular del Plan Puebla Panamá, el proyecto de desarrollo más ambicioso del presente régimen, y que ya ha suscitado la oposición de campesinos de Oaxaca, Puebla, Veracruz, Guerrero y Yucatán, de grupos sindicales, indígenas y académicos, y de organizaciones no gubernamentales. A finales de junio de 2002, durante la denominada Cumbre Extraordinaria de los Países Integrantes del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, en Mérida, Yucatán, los presidentes de México, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y el premier de Belice acordaron impulsar el Proyecto SIEPAC (Sistema de Interconexion Eléctrica para los Países de América Central). La mayor parte de estos países ya ha firmado contratos depréstamos para participar en el SIEPAC, el cual en su primera fase implica la interconexión de suministro eléctrico México-Guatemala. México no podrá
concretar la dependencía energética sobre el nuestro de los demás países involucrados sin construir presas en el río Usumacinta, y dicho sea de paso, sin desregular el sector eléctrico y petrolero. La presa en Boca del Cerro producirá tan solo 500 megavatios, el 2\% de la demanda nacional.  Los argumentos en contra de hacer presas en el río Usumacinta siguen vigentes: no es posible permitir que se destruya el área que tiene la mayor concentración biológica, cultural y arqueológica de México. 18 sitios arqueológicos (sin contar los que faltan por descubrir) quedarán bajo 130 metros de agua. Como dije a The New York Times en 1987, la devastación que ocasionaría este proyecto sería mayor a la que causaría una guerra en la región. ¿Dónde están los estudios de impacto ambiental? ¿Dónde está la consulta pública? ¿Dónde está la SEMARNAT, secretaría de hule, en la defensa del patrimonio natural de los mexicanos? ¿Por qué el INAH no se ha declarado rotundamente en contra de esta presa? ¿Cómo podrán el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial justificar el apoyo financiero a un proyecto tan nefasto? ¿Adónde quedaron la democracia, la transparencia, el derecho a la información? ¿Algo ha cambiado entre 1987, 1992 y 2002? ¿Son en este caso distintos Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox?

 

 

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