Algo sobre el ciclo del agua

06 noviembre 2007

La radiación convierte en vapor de dos a tres litros de agua por metro cuadrado al día. O sea, un billón de metros cúbicos. Además del calor solar, este vapor posee en el aire una presión parcial debida, principalmente, a la temperatura de las superficies de agua generadoras. Cuando las corrientes de aire ascienden, llegada a una altura, la humedad que acarrean se condensa, formando la lluvia, la nieve o el hielo que luego se precipita, quizá a grandes distancias de su plataforma de origen. El agua precipitada en forma de nieve o hielo acaba por volver al estado líquido cuando la presión de los hielos sobre el suelo subyacente aumenta, o cuando en verano la temperatura se eleva. “Los glaciares de montaña y los glaciares polares progresan y se desplazan hacia los valles o hacia el mar por causa de la fusión continua de su base bajo el influjo de la presión. Esta fusión no va a veces seguida de solidificación, formando así verdaderos torrentes subglaciares que escapan a la evaporación superficial y pueden, si el terreno que los soporta es permeable, desempeñar una función considerable en la alimentación de las capas subterráneas, particialmente las corrientes subterráneas”. De la lluvia que cae sobre el suelo, una parte se evapora, otra se infiltra y la tercera forma el caudal de flujo de los ríos. Evaporación, infiltración y corriente suman el total de agua precipitada. La infiltración, especialmente importante, depende de las condiciones de precipitación, por ejemplo, las lluvias finas y prolongadas se infiltran más que las lluvias de tempestad; el agua de fusión de las nieves y de los hielos se infiltrará más cuando la fusión sea lenta (en invierno) que cuando los caudales aumentan bajo la acción de una radiación solar intensa (en primavera). La cobertura vegetal del suelo, bosques, pastizales y plantas en general, aparte de suavizar el golpeteo de las gotas de lluvia, atraparán dentro de las redes formadas por las raíces –pequeñas presitas– gran cantidad de agua que poco a poco se infiltrará a terrenos más profundos.

La permeabilidad de los terrenos y de las rocas subyacentes hará posible la circulación subsolar del agua y la formación de ríos subterráneos, que tarde o temprano formarán acuíferos o los sustentarán; la impermeabilidad impedirá o dificultará tal fenómeno y el agua tenderá a correr cuesta abajo superficialmente, con mayor potencia y capacidad de arrastre, evaporando mayores cantidades de agua.

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