APUNTES DE “HOPENHAGUE”
14 diciembre 200914 de diciembre, 2009
Fuente: El Universal
Nota de: Gabriel Guerra Castellanos
No es un dedazo el del encabezado, querido lector. Me refiero al sobrenombre cariñoso, esperanzador y al mismo tiempo exigente que muchos de los participantes le han dado a la Cumbre sobre Cambio Climático en la capital de Dinamarca.
El término Hopenhagen (que juega con la palabra “hope”, esperanza en inglés, y con el de la sede de la reunión) surgió tal vez de una iniciativa publicitaria a la que se fueron sumando diversas empresas y organizaciones, pero va en realidad mucho más allá de cualquier propósito organizado y ya incorpora a incontables manifestantes de ciudadanos que se resisten a aceptar que el destino del planeta sea como el del trozo glaciar recientemente desprendido de la Antártida y que se dirige hacia costas australianas, a las que jamás llegará porque el calor lo habrá derretido.
Asistí a la llamada COP 15 (la decimoquinta Conference of the Parties, o sea de las Partes involucradas) y estuve tres días en Copenhague y en el enorme Centro de Convenciones destinado para albergar a los miles de delegados y participantes que lo mismo representan gobiernos que organismos internacionales, organizaciones civiles, medios de comunicación y empresas, unidos por el interés y por acciones para tratar de evitar el calentamiento global. Tan interesante como lo que sucedía dentro del Centro de Convenciones era lo que acontecía afuera, transformada toda la ciudad en un gran centro de activismo. Decenas de miles de personas de todos los rincones del mundo.
La COP se divide en negociaciones y plenarias gubernamentales; presentaciones de activistas y ONG, algunas que muestran resultados o intenciones de la colaboración con el sector privado; presentaciones de expertos; los agregados que no saben a qué fueron pero sienten que deben estar ahí; la zona de stands en la que lo mismo se encuentra uno a grupos con agendas muy específicas que a organizaciones internacionales de gran alcance o a gobiernos… y afuera, de todo, incluyendo a quienes niegan el cambio climático o que sea resultado de la actividad humana, promotores del cambio dietético para impedir el calentamiento (acabar con el consumo de carne), en fin, una suerte de circo (sin intención peyorativa) de múltiples pistas capaz de desorientar a cualquiera.
La presencia mexicana se puede contemplar en tres vertientes: la diplomática/oficial, en la que debo decir que escuché buenas, muy buenas cosas acerca de la manera en que el gobierno de México ha empujado el tema del financiamiento, una iniciativa llamada Fondo Verde a la que se ha sumado Noruega y ya aceptada por cada vez más participantes como una de las pocas propuestas creativas para salir del enredo imposible sobre quién debe pagar, si los países desarrollados, que históricamente más contaminaron aunque hoy menos; o los países en vías aceleradas de desarrollo, como China, India, o Rusia, los grandes emisores; o las naciones menos desarrolladas, en donde la proporción per cápita es tal vez mayor. Después tenemos a las ONG mexicanas, muy activas, con historias de éxito y habilidades para meterse a los debates e influir en las políticas públicas. Y por último el stand mexicano, en un lugar privilegiado que imagino no habrá sido barato, alejado de los demás y con una carencia de materiales interesantes o atractivos, de algo que llame la atención del público. En fin, que en lo más difícil, que son las negociaciones, México lo hace bastante bien, pero sin idea de cómo influir más ampliamente.
La próxima reunión será en México el año entrante. Para entonces esperamos que se hayan dado avances significativos en esta Cumbre, que las posturas y la propaganda cedan a la urgencia. De entrada, fascinante el choque entre China y EU, que lo mismo tiene visos sustanciales que propagandísticos, y donde debo decir que los chinos han aprendido: traen buenos voceros y argumentos que no se pueden despreciar sólo porque sí.
Se puede discrepar acerca de medidas específicas, de tecnicismos o legalismos, pero creo que nadie puede dudar hoy que el calentamiento global sea una realidad. Si lo duda, pregúntele a los afectados por sequías e inundaciones, a quienes han perdido sus hogares o su modo de vida porque el clima les cambió, porque dejó de llover o lo hizo de pronto en grandes cantidades. No son sólo los osos polares, que ya con eso bastaría para preocuparnos y ocuparnos. En esto nos va la vida presente y futura del planeta y de todos sus habitantes.
gguerra@gcya.net www.twitter.com/gguerrac
Internacionalista