La Atmósfera no Está en Venta

05 junio 2008

Fuente: Ecoportal.net

En el Protocolo de Kioto (1997), los gobiernos de los países industrializados se comprometieron a reducir las emisiones de gases. Pero, también inventaron una especie de “mercado de emisiones de carbono” a fin de evitar cumplir esos compromisos.

Que nuestro planeta sea habitable depende del equilibrio en los niveles de dióxido de carbono. En las condiciones actuales, la superficie terrestre mantiene una temperatura media adecuada de 15ºC. Pero sin la presencia de gases de efecto invernadero, bajaría a -6ºC, y si aumentara el nivel de los mismos, el agua de los océanos entraría en ebullición.

De los 580.000 millones de toneladas de carbono en la atmósfera que había antes de la Revolución Industrial, hemos pasado a superar los 750.000 millones en la actualidad. El 90\% del incremento de las emisiones de CO2 proviene de los países del Norte. En el último siglo, ha aumentado casi un grado la temperatura global. En todo el planeta las tormentas, sequías e inundaciones extremas causan estragos. El Ártico ha perdido en los últimos 20 años una superficie de hielo equivalente a la del estado de Texas. Por un aumento de 200.000 millones de toneladas se produciría un calentamiento de 3 °C y sufriríamos una ola de calor sin precedentes.

Ante esta grave situación se han encontrado diferentes salidas posibles. Una de ellas propone reducir drástica y aceleradamente el uso de combustibles fósiles, igualar las emisiones per cápita a nivel mundial, y reducir las emisiones totales. Asimismo, señala que está pendiente de pago la “deuda de carbono” que el Norte mantiene con el Sur por el sobreuso histórico que ha realizado de la atmósfera.

La otra propuesta implica la adopción de programas dirigidos a modificar la biosfera y la corteza terrestre para permitir que absorban más CO2. Este segundo enfoque no sólo ignora la historia del uso desigual de los depósitos y sumideros de carbono, sino que agrava las desigualdades en cuanto al acceso a los recursos. Implica que cualquier nivel de emisiones de dióxido de carbono es aceptable en tanto sea “compensado” por alguna actividad que lo absorba. El ejemplo más claro son las plantaciones de árboles dado que, a través de la fotosíntesis, éstos convierten el CO2 en carbono que acumulan en su madera. De este manera, una empresa industrial que emite millones de toneladas de dióxido de carbono al año se propone pasar por “neutra” siempre que plante miles de árboles.

El primer planteamiento se basa en sólidos conocimientos científicos. Miles de años de experiencia han demostrado la efectividad de mantener los hidrocarburos bajo tierra como forma de lograr que los niveles de CO2 atmosférico permanezcan estables. Para que el volumen de CO2 no se dispare habría que disminuir las emisiones al menos en un 60\% respecto a las de 1990.

Por el contrario, el segundo planteamiento se basa en dudosos fundamentos científicos. No hay seguridad sobre cuáles son los actuales sumideros de carbono ni sobre cómo funcionan. No hay consenso acerca de cuánto carbono absorben y emiten los bosques templados. Reemplazar praderas por plantaciones forestales puede resultar contraproducente. Si se sigue demorando la transición hacia una distribución más equitativa de las emisiones y a regímenes energéticos más sensatos, tales plantaciones “compensatorias” podrían determinar un aumento en las emisiones de carbono.

Los defensores de la creación de un mercado de “deducción” del carbono consideran ganada la batalla. Pero no es posible convertir la atmósfera en una propiedad privada. Las empresas petroleras, forestales, fabricantes de automóviles, la banca multilateral, y los funcionarios de países del Norte tendrán que luchar contra la ciencia, el sentido común, y sobre todo los pueblos cuyas vidas están amenazadas por estas prácticas.

La iniciativa de las plantaciones “compensatorias” de carbono extiende y consolida la desigualdad. El movimiento crítico frente al crecimiento del Mercado de Carbono global plantea una solución alternativa, el principio de “contracción y convergencia”, según el cual los países deberán negociar un máximo admisible de concentración de CO2 en la atmósfera, acorde con el nivel de riesgo que estimen los científicos. Y de ahí, acordar progresivas disminuciones de las emisiones para lograrlo, mientras los niveles de emisión de los ricos y los pobres se igualarían gradualmente. Lo que se requiere no es una nueva y sofisticada tecnología, sino un fuerte movimiento político que impulse las iniciativas ya existentes. Sería abordar las causas de fondo de la crisis del clima. Se puede alcanzar un clima equilibrado, pero no con más monocultivos forestales, sino a través de un compromiso con la igualdad.

Periodista. España, febrero del 2004.La insignia

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