Nuestra Relación con el agua: Instituto de la Naturaleza y la Sociedad de Oaxaca, A.C.

17 diciembre 2010

Juan José Consejo [2] Fuente: Instituto de la Naturaleza y la Sociedad de Oaxaca, A.C.
Asociación civil constituida en 1991 para apoyar iniciativas concertadas y autónomas de bienestar social y conservación ecológica en Oaxaca

 

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE NUESTRA RELACIÓN CON EL AGUA EN LOS VALLES CENTRALES [1]

1. ¿Panacea?

La oferta gubernamental, difundida ampliamente, parece inobjetable: “El proyecto Presa-Acueducto Bicentenario solucionará de una vez por todas el problema de abastecimiento de agua potable de la ciudad de Oaxaca y los municipios conurbados”.  ¿Quién se opondría a contar con agua abundante, de buena calidad? Basta pensar en las crecientes penurias que padecemos en la temporada de secas, la mala calidad del agua que recibimos por las tuberías, o más aun, el medio centenar de colonias del área conurbada que ni siquiera cuentan con el servicio de agua corriente.

A pesar de que a primera vista el proyecto parece atractivo, acaso precisamente porque suena demasiado bien, conviene examinarlo cuidadosamente. Después de todo ¿cuántas veces los funcionarios en turno han ofrecido a la ciudadanía soluciones de fondo, finales, definitivas, de largo plazo en temas tan variados como la seguridad, el transporte o los servicios públicos? En el propio tema hidráulico, en la ciudad de México, ya escuchamos hace años que el sistema Cutzamala sería la solución definitiva al abasto de agua para la ciudad, o que el drenaje profundo acabaría para siempre con las inundaciones. En particular los grandes proyectos, ponderados por los gobiernos como fuentes seguras de felicidad, abundancia y prosperidad para todos, resultan con demasiada frecuencia en prosperidad para unos pocos –los constructores o los propios funcionarios— y pesadillas sociales, ambientales y económicas para la mayoría. Con la oferta de panaceas tecnocráticas se nos han destapado terribles cajas de Pandora.

 

2. Hacernos las preguntas pertinentes

En todo caso, examinar proyectos como éste nos permite pensar en temas de más fondo: la relación social con el agua, la manera en que imaginamos nuestro futuro, las posibilidades de una ciudad sustentable y convivial, nuestra propia sobrevivencia y la de nuestros hijos.

Cualquiera que se adentre en los asuntos del agua podrá constatar que nuestros problemas son muchos y complejos y que las soluciones que requerimos, por ende, han de ser concertadas, integrales, e implican acciones en diversos frentes. Parece una obviedad que ningún decreto oficial, ninguna obra, por sí solos, pueden ser la solución.  No es tan claro, sin embargo, que tenemos que repensar las preguntas que nos planteamos y también los diagnósticos que las sustentan.

El proyecto gubernamental de presa y acueducto se basa en el diagnóstico de que nos hace falta mucha agua, de ahí la pregunta obligada es: ¿de dónde traemos gran cantidad  de agua a la ciudad? Por eso los técnicos del Instituto Mexicano de Tecnología de Agua (IMTA) junto con la Comisión Estatal del Agua analizaron diversas opciones y llegaron a la conclusión de que represar el agua del río Atoyac –en la zona conocida como Paso Ancho– y traerla a los Valles Centrales mediante un acueducto de unos 80 kilómetros, es la opción más viable.

Puestas las cosas de esta manera la conclusión es sólida, igual que pueden serlo los análisis hidrológicos e hidráulicos que la sustentan. En cambio, sugerimos en estas reflexiones que los supuestos del diagnóstico son discutibles y que podemos formularnos las preguntas en términos distintos por entero. Si partimos de que la raíz de nuestros múltiples problemas de agua es la actitud social, el modo inadecuado en que nos relacionamos con ella, y tratamos de averiguar en nuestro diagnóstico cómo y cuánta agua usamos y lo que estamos haciendo con su ciclo, en vez de preguntarnos de dónde traemos mucha agua a la ciudad, las interrogantes serían: ¿cómo modificamos nuestra relación con el agua?  y ¿cómo hacemos de Oaxaca una ciudad hidrológicamente sustentable? El cambio de planteamiento nos abre enormemente el abanico de soluciones, desata la imaginación social y tecnológica.

3.  ¿Cuánta agua necesitamos?

Para justificar su proyecto, la Adosapaco[3] nos proporciona los datos siguientes:

Suministro actual de agua potable por fuente Litros por segundo
Pozos 350
Manantiales 150
TOTAL 500
Necesidades actuales 1 500
Déficit 1 000

 

Parecen datos duros y de nuevo inobjetables. Según ellos, la falta de agua es de gravedad extrema, especialmente si consideramos que una parte considerable del suministro actual se pierde en la red y que las necesidades aumentan conforme crece, aceleradamente, la población urbana. Volveremos a estos datos más tarde, pero conviene que nos detengamos ahora en el renglón de las necesidades actuales. La palabra necesidad encierra cuestiones que exceden lo que ahora discutimos. ¿Necesidades de la envasadora de la Coca-cola o de los colonos de San Juan Chapultepec? ¿Lavar a diario el automóvil  o contar con un jacuzzi serían necesidades? ¿Quiénes y cómo las determinan?

Usemos, para no meternos en honduras semánticas, el término requerimientos y acudamos a ciertos consensos de estudiosos y organizaciones internacionales, según los cuales el agua requerida diariamente por persona en actividades indispensables como beber, preparar alimentos, lavarse y bañarse, lavar la ropa, limpiar la casa  –lo que llaman agua para la sobrevivencia— oscila entre 30 y 50 litros[4]. Calcular otros usos como el riego casero, diversos  servicios citadinos o actividades económicas como la industria y el turismo es más complejo, pero los mínimos de los rangos más frecuentes andan por  los 130 litros diarios per cápita. Si añadimos un tercio, es decir, algo más de 170 litros diarios por persona, y hacemos las multiplicaciones y divisiones necesarias, obtendremos que los requerimientos actuales de la gente en la zona conurbada serían de unos millitros de agua por segundo, muy por debajo de lo que dice el gobierno que necesitamos. Además, como en el cálculo oficial no entran los pozos particulares, de uso directo o de los que se extrae el agua que luego se distribuye con pipas, según nuestras estimaciones el déficit, como lo mostramos en la tabla siguiente en la que los comparamos con los datos oficiales, es de 200 litros por segundo. ¡Cinco veces menos de lo que nos dicen los funcionarios!

Condición actual de suministro y requerimientos (l/seg) Datos oficiales Nuestras estimaciones
Pozos 350 350
Manantiales 150 150
Pipas 120
Pozos uso particular 150
Lluvia y otras fuentes superficiales 30
TOTAL 500 800
Requerimientos actuales 1 500 1 000
Déficit 1 000 –   200

 

La discusión sobre requerimientos está abierta y son razonables  los argumento de que es bueno tener agua de reserva y que tenemos que considerar el crecimiento de la población. Volveremos a ello más tarde, pero debemos subrayar que un metro cúbico por segundo, mil litros, significa agua abundante para los habitantes actuales de la ciudad, particularmente si se emplea con eficiencia y una buena parte de ella se reúsa.

El asunto que quiero destacar aquí, más allá de la común manipulación de datos oficiales, es que esos mismos mil litros no alcanzarían si aspiramos, por ejemplo, a que la mayoría de la población tenga piscinas privadas, o si proyectamos llenar los Valles Centrales de maquiladoras para hacer monoblocks de automóviles o teñir pantalones de mezclilla. Eso nos lleva al tema de qué ciudad queremos y a preguntarnos si una ciudad sustentable puede basarse en el principio de necesidades infinitas en materia de agua.

4. El mito de la escasez

De unas pocas décadas para acá se ha instalado entre el público, los políticos y la legión en aumento de expertos, la percepción de que tenemos un creciente problema de falta de agua. El lugar común nos dice que en el futuro las guerras se librarán por el control de ese recurso escaso. Conviene, de nuevo, que veamos las cosas con cuidado. Tal percepción de escasez parecería fundarse en el hecho indudable de que una parte creciente de la población tiene cada vez más dificultades de acceso a agua limpia en muchas partes del planeta. Pero por otro lado atestiguamos graves problemas por exceso de agua. En México el año 2009 nos ofrece un ejemplo contundente: sufrimos la peor sequía en muchas décadas y poco después padecimos inundaciones catastróficas en muchos lugares.

Lo cierto es que en el mundo contamos hoy con más agua per cápita que en cualquier otro momento de la historia[5]. Y si les falta agua a muchos es en muy buena medida porque la sociedad moderna emplea inmensas cantidades de agua en la agricultura comercial y la industria. No tiene sentido hablar de cantidad de agua sin asociarla con la mala distribución, la inequidad, el desperdicio y la contaminación. La falta de agua y sus excesos destructivos son en realidad dos caras de una misma moneda: el mal trato que le hemos dado al ciclo hidrológico en aras del lucro y el poder. En todo caso, como señalan estudiosos como Jean Robert, la noción de escasez no tiene que ver con cantidades, sino con la aplicación del principio económico que supone necesidades sociales infinitas que habrá que satisfacer con recursos limitados[6]. Trataré de elaborar más este punto.

En cualquier lugar del mundo el agua es limitada y está sujeta a un ciclo que depende de condiciones como el clima, los suelos, la orografía. Esto lo supieron los pueblos y culturas de todos los tiempos. Diferentes civilizaciones hicieron esfuerzos para maximizar la disponibilidad de agua con diversas obras y técnicas, pero casi invariablemente la consideraron limitada y frágil, de modo que ajustaron sus demandas a la que había disponible. La sociedad industrial moderna cambió radicalmente esta concepción, especialmente a partir de la introducción del agua entubada y el drenaje. Se instaló la mentalidad del tubo: ¿Necesitamos más agua? ¡pongamos tubos para traerla de cada vez más lejos. ¿La contaminamos y apesta?, ¡alejémosla  mandándola por un tubo!  De diosa, el agua pasó a ser mercancía y medio para transportar desechos. Y se volvió escasa.

Podemos rastrear ese cambio reciente de actitud social en los Valles Centrales de Oaxaca, de nuevo asociado a la generalización del agua entubada y el drenaje. Para los años ochenta ya se hablaba “de la ciudad sedienta” y “la ciudad sin agua” y empezó a insistirse en  proyectos de trasvase de cuencas, en particular para traer agua de la cuenca del río Grande, en la Sierra Juárez, y del llamado Tajo de Nochixtlán. De esa misma época proviene la idea de traer agua de Paso Ancho, en la Sierra Sur[7]. Todo esto no obstante que por esas fechas el agua potable disponible por habitante debía rondar los 300 litros diarios. El mito de la escasez ha estado desde entonces plenamente instalado y los tecnócratas, periódicamente, se encargan de alimentar con él sus sueños de nuevos megaproyectos de trasvases. Se soslayaba entonces, como ahora, que el problema principal no era tanto de falta de agua, sino de desperdicio e ineficiencia del servicio: casi la cuarta parte de las colonias carecían de agua potable y el suministro en donde sí la había era malo por dificultades de la red como diseño, falta de presión, fugas, escaso mantenimiento. Creo que es pertinente aquí atender la sugerencia de Iván Illich de observar a las instituciones modernas desde una perspectiva de siglos y ver cómo ha sido la relación entre el agua y la gente en los Valles Centrales a través de la historia.

5. Una perspectiva histórica

Se trata de una relación antigua y compleja. Tiene que ver con condiciones naturales, como el hecho de que en los Valles las lluvias se distribuyen de manera muy dispareja a lo largo del año, o de que llueve relativamente poco, pero escurre mucho de las montañas aledañas. Tiene que ver también, fundamentalmente, con las matrices culturales indígenas, españolas o de la modernización desarrollista, cada una con sus actitudes, conocimientos, técnicas y controles sociales.

Sabemos poco de cómo eran las cuencas del Atoyac y el Salado en tiempos muy remotos, pero tenemos indicios de que el agua era más abundante y por consiguiente la vegetación era de mayor exuberancia que en la actualidad[8]. Los cazadores y recolectores debieron depender mucho de ríos, arroyos y manantiales para obtener agua, recolectar plantas, cazar y pescar. Con el advenimiento de la agricultura y los asentamientos permanentes la dependencia del agua se hizo aun más estrecha. Las aldeas y pueblos se ubicaron siempre cerca de los ríos y hay indicios de sistemas de irrigación muy antiguos.

Fue tal la importancia agrícola de los Valles Centrales antes de la llegada de los españoles, basada en las inundaciones periódicas provocadas por el río Atoyac, que permitió poblaciones de cientos de miles. Cuando la ciudad de Oaxaca fue establecida al pie del actual cerro del Fortín en 1522 estaba prácticamente rodeada por los ríos Atoyac y Jalatlaco, que fueron durante muchos años su principal fuente de agua, surtida directamente de escurrimientos que corrían por zanjas, o por medio de pozos que tenían el líquido a sólo cuatro metros de profundidad[9].

En el siglo XVI hubo tres grandes obras hidráulicas; una para desviar y contener las aguas del río Jalatlaco, otra construir el acueducto de San Felipe, y la tercera fue desviar el cauce original del río Atoyac. Podemos ver desde entonces el predicamento, similar al de la cuenca de México: mucha agua o muy poca. En realidad, la principal razón para construir la gran obra del acueducto de San Felipe, más que llevar agua a una ciudad sedienta, como ahora se dice, fue facilitar los magnos trabajos del conjunto arquitectónico dominico. Llama también la atención cómo a la terminación del acueducto le siguió un periodo de gran desperdicio de agua. Finalmente, podemos avizorar la importancia central del control del agua: según estudios recientes los españoles no acapararon grandes extensiones de tierras, que permanecieron en posesión indígena comunitaria, pero en cambio se aseguraron de manera estricta el control del agua por medio de leyes y obras, en especial una compleja red de canales en el Valle de Etla[10].

Durante la Colonia y la época independiente la ciudad creció de manera moderada y tanto el caudal de los ríos como el nivel de los mantos freáticos se mantuvieron relativamente estables por siglos. Los testimonios históricos disponibles indican que en los tiempos de Juárez, por ejemplo, la Verde Antequera contaba con sofisticados sistemas de distribución de agua que incluían fuentes que se alimentaban de pozos y el acueducto de San Felipe, así como de captación de agua de lluvia, para lo cual las casas de tipo colonial, con techos planos y aljibes de almacenamiento, eran especialmente apropiadas. Asimismo, tenemos evidencias de fines del siglo XIX y principios del XX que nos muestran una elaborada trama de conducción de aguas pluviales, hecha de cantera, en las calles céntricas de la capital. Paulatinamente crecía la población y con ella la demanda de fuentes estables de agua; a fines del siglo XIX  se construyó el acueducto de Huayapam y a principios del XX el de San Agustín Etla. Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XX, son muchas las descripciones del Atoyac, la Cascada y otros lugares que resaltan la abundancia y limpidez de sus aguas.

En realidad, los cambios más veloces y profundos en la hidrología de los Valles Centrales se dieron hace apenas unas cuantas décadas. Se conjugaron para ello varios factores: uno fue el explosivo crecimiento de la ciudad, atribuible en buena medida a la inmigración, con el consiguiente doble efecto de aumento en la demanda de agua y disminución del área de filtración. Otro factor de deterioro fue sin duda la generalización del uso del agua entubada. El sistema de agua potable de Oaxaca empezó a construirse a principios de siglo XX pero se extendió significativamente a partir de la década de 1930; los sistemas de captación de agua de lluvia fueron desmantelados  y con la facilidad de tener agua con sólo abrir la llave se acentuó la pérdida de moderación en su uso. Más o menos por los mismos tiempos, el advenimiento del drenaje y el WC fueron probablemente el tiro de gracia para el Atoyac y sus afluentes. Diluye, aleja y olvida parece ser la máxima del saneamiento moderno, y en los Valles Centrales la aplicamos con entusiasmo.

Hemos hecho una revisión cuidadosa de las obras que nuestros antepasados acometieron para obtener, conducir o deshacerse del agua en la revista Aguaxaca[11]. Y la perspectiva que nos da esta revisión histórica, que aquí apenas resumo, es de relevancia extraordinaria para enfrentar los desafíos actuales: hoy como en el pasado nuestro problema central no es de disponibilidad –aunque este sea un componente— sino de control, distribución y equidad en el uso del agua.

6. ¿Cuánta agua tenemos?, ¿qué agua tenemos?

De nuevo, preguntas simples como éstas encierran enormes complejidades. Debemos empezar por definir el ámbito geográfico en que las planteamos: los valles de Etla, Zaachila, Oaxaca y Tlacolula. Se trata de las cuencas hidrológicas de los Valles Centrales, es decir, ollas naturales delimitadas por montañas que tienen un drenaje común.

Otro elemento indispensable para poder respondernos estas preguntas es el ciclo hidrológico: más que estar en ciertos lugares o venir de ellos, el agua se mueve constantemente de una manera extraordinariamente compleja, a diferentes velocidades y en distintos estados físicos.

Los detalles finos de este modelo en los Valles Centrales están aún por construirse, los estudios serios son escasos y están desperdigados, pero es muy importante mantener esta visión dinámica y de cuenca al momento de decidir sobre medidas técnicas y políticas en torno al agua. Podemos aquí adelantar una conclusión: es indispensable la elaboración concertada de un modelo hidrológico para los Valles Centrales. Tenemos que saber cuánta agua llueve, cuánta se evapora o se filtra, por dónde escurre, cuánto tiempo pasa en cada fase, etc.

Sólo con carácter ilustrativo queremos dar una idea, así sea muy tosca, de esto: en las cuencas altas de los ríos Atoyac y Salado que se muestran en la figura 1 llueve anualmente algo así como mil 600 millones de metros cúbicos, de los que casi la mitad se evaporan. Si repartiéramos lo que queda entre todos los habitantes, le tocaría a cada uno alrededor de cuatro mil litros diarios, 25 veces los requerimientos de agua de los que hablamos más arriba. De ningún modo queremos decir que es ésta la disponibilidad real de agua potable, pero si deja claro que la tan llevada y traída falta de agua es un asunto muy relativo. Lo que es patente es que las fuentes superficiales y subterráneas someras de agua están siendo sobreexplotadas, o puesto de otra manera: tenemos bastante agua en términos globales pero hemos abusado de la que hay en una parte específica de su ciclo, las aguas subterráneas de poca profundidad.

Con respecto al ciclo hidrológico también necesitamos conocer la rapidez del paso del agua por sus distintas fases, y sus cualidades. No es igual el agua de lluvia que la que sacamos de un pozo profundo; no es lo mismo el agua que corre rápidamente luego de un aguacero sobre la tierra desnuda que la que baja lentamente por una cañada cubierta de vegetación. Es decir, nos interesa la calidad tanto como la cantidad y nos referimos tanto a los aspectos físicos-químicos y bacteriológicos del agua como a lo que podemos llamar su calidad ecológica.

7. Hacia una ciudad sustentable y convivial

Hemos intentado hasta aquí hacer un recorrido que nos lleva a una reformulación radical de  nuestra relación con el agua y por lo tanto de cómo podemos mejorarla. Si nos concentramos en el abasto, y con el marco indispensable del ciclo del agua, podemos replantear así nuestro problema. En vez de cómo traemos mucha agua a la ciudad para necesidades siempre crecientes,  se trata de cómo tener  fuentes abundantes y estables de agua buena para todos sin afectar su ciclo. Hacemos énfasis en fuentes estables y agua buena para regresar después a esto.

Otro adelanto conclusivo: el tamaño de la ciudad, las condiciones naturales y las tradiciones de sus habitantes —que mantienen, al menos en muchas áreas suburbanas, un modo de vida semi-rural, asociado con el apego a la tierra, la frugalidad y fuertes lazos comunitarios— hacen posible pensar en opciones distintas en relación con el agua y otros asuntos fundamentales. Estamos en un momento crucial: podemos seguir como vamos, en dirección de una crisis de grandes dimensiones, o cambiar a fondo. En Oaxaca, la ciudad sustentable, en lo que se refiere al agua está –todavía– a nuestro alcance. ¿Cómo? Conservando las “esponjas” naturales que aún nos quedan; restaurando y mejorando las redes de agua potable de ciudades y pueblos; captando nuevamente agua de lluvia; volviendo más eficiente el riego agrícola; ahorrando y racionando el agua de la ciudad; pagando lo justo por el servicio de agua potable y apoyando a las comunidades que aseguran el mantenimiento del agua, devolviendo el agua usada de manera limpia a sus cauces naturales.

8. Algunas dificultades de Paso Ancho

Con este escenario general tenemos más elementos para analizar los grandes proyectos que constantemente nos recetan los especialistas. Uso el ejemplo concreto del proyecto de la presa y el acueducto del Bicentenario. Como sus presuntos beneficios han sido tan ponderados por el gobierno nos concentraremos en las dificultades y luego en el planteamiento de opciones.

– Tiempos y costos

Desde su lanzamiento mediático a mitad de 2008, la obra en cuestión se nos presentó como una opción rápida y de costo razonable para la ciudad de Oaxaca. Vamos viendo que ni lo uno ni lo otro coinciden con la terca realidad. Después de año y medio están apenas concluyéndose los estudios de factibilidad, no se cuenta aún con el proyecto ejecutivo, falta el visto bueno de impacto ambiental y no se ha iniciado la gestión formal de solicitud de recursos ante la Secretaría de Hacienda. En condiciones óptimas de factibilidad, agilidad burocrática, abundancia de dinero y celeridad constructiva sería razonable suponer que las obras podrían estar concluyendo en 2014, más allá del término de las actuales administraciones de gobierno estatal y federal. En condiciones óptimas…

Empero, lo más destacable de los tiempos del proyecto no es el simple retraso de la oferta gubernamental, tan familiar para los ciudadanos, sino la secuencia de las obras propuestas. Y es que para que el proyecto del Bicentenario tenga viabilidad es imprescindible restaurar la pésima red de agua potable de la ciudad –sería absurdo traer grandes cantidades de agua para desperdiciar 30 o 40\\\% por fugas–, emprender el saneamiento de las cuencas que llenarán la presa –para canalizar agua razonablemente limpia– y avanzar decisivamente en la reforestación, para mitigar el azolve. Para los críticos del proyecto gubernamental estas acciones deberían hacerse en lugar de o mínimamente antes de la presa y el acueducto. Para los funcionarios es al revés. La extraña lógica se resume en la declaración de cierto servidor público al respecto: “primero hay que tener la gallina y luego vemos cómo la cocinamos”.

Ciertamente se ha hecho un esfuerzo por cambiar tubos y válvulas de la vieja red de agua potable de la ciudad, especialmente en la zona centro y vinculado con el arreglo de calles. Al margen de la lentitud, el desorden y la imprevisión que tales obras muestran, una revisión somera de presupuestos nos indica con claridad cuáles son las prioridades del gobierno: según datos oficiales en la reparación de las redes de agua potable y drenaje se habrán ejercido hasta el término de la actual administración 20 millones de pesos; los estudios de factibilidad de Paso Ancho habrán consumido más de 120 millones.

El asunto financiero es elusivo también. El monto aproximado que hoy se maneja para el proyecto del Bicentenario es de dos mil 300 millones de pesos. Mucho dinero si consideramos la severa crisis financiera y la insuficiencia crónica de recursos para cosas urgentes, para los que menos tienen. Muchísimo dinero si lo comparamos –como haremos más adelante— con otras opciones para contar con agua suficiente para todos. La experiencia de otras grandes obras hidráulicas no alienta el optimismo: en promedio el costo final de este tipo de proyectos es alrededor de 56\\\% de lo inicialmente calculado. Además, en estas estimaciones no se incluyen los costos de la operación y el mantenimiento.

Pero no se trata solamente de magnitudes financieras, sino de lo que podríamos llamar calidad de las inversiones: las grandes obras, en comparación con otras más pequeñas, tienen poco impacto positivo en la economía local porque la mayor parte del dinero se va a los grandes consorcios constructores y a trabajadores foráneos. Y eso sin tomar en cuenta el hecho documentado de que la construcción de presas permite desviar importantes cantidades de dinero[12]. En términos de costo-beneficio, aun considerando solamente la parte  financiera, el proyecto del Bicentenario es muy caro.

– Impacto ambiental y social

Hay una amplísima documentación sobre los impactos sociales y ambientales de las grandes presas que es imposible reflejar aquí[13]. Decimos por el momento que la visión idílica de los grandes embalses como fuentes confiables de agua abundante, desarrollo económico y bienestar social se ha venido derrumbando ante la creciente evidencia en contrario. Incluso la Comisión Mundial de Represas, que difícilmente podría ser considerada como radical o catastrofista, ya que fue promovida por uno de los principales impulsores de las grandes presas, el Banco Mundial, asentó en su informe de 2000, luego de un extenso estudio, que en demasiados casos se había pagado un precio social y ambiental inaceptable, y que los beneficios de los embalses no habían sido tan contundentes ni duraderos como se esperaba[14].

En Oaxaca tenemos larga experiencia en efectos negativos de las grandes presas: la Miguel Alemán en la región Mazateca, la de Cerro de Oro en la Chinantla y la Benito Juárez en el Istmo. A pesar de ello, nuestros tecnócratas parecen reacios a aprender de la experiencia de la afectación radical del ciclo del agua, el desplazamiento forzado de miles de personas o el desmantelamiento de los sistemas productivos tradicionales, y en la actualidad están promoviendo activamente tres grandes proyectos: el de Paso Ancho, la ampliación de la presa Benito Juárez, y el mayor, llamado Paso de la Reina, en el río Verde. Este último ha concitado tal resistencia social que lo está actualmente paralizado. Mucho más conocido es el caso de la presa La Parota en el vecino estado de Guerrero [15].

Con respecto al proyecto del Bicentenario y sus impactos, las autoridades han tenido una actitud ambigua y hasta contradictoria: por una parte nos aseguran que están en marcha cuidadosos estudios para determinar los posibles efectos adversos del proyecto, por la otra minimizan tales impactos y dan por descontado que el proyecto se realizará e incluso que es “inaplazable”, en términos del jefe del ejecutivo estatal. “Esto ya nadie lo para”, habría dicho cierto funcionario estatal en entrevista periodística. “No es una presa grande, en realidad es un proyecto muy cómodo”, aseguraba otro funcionario de la CNA.

Comentaré el asunto del tamaño (en temas de presas y grandes proyectos el tamaño si importa). De acuerdo con la citada Comisión Mundial de Represas, en la categoría de grandes presas entran obras con una cortina mayor de 15 metros de altura o más de 3 millones de metros cúbicos de agua[16]. Los datos del anteproyecto de Paso Ancho señalan una cortina de 30-35 metros y una capacidad de 20 millones de metros cúbicos. Una presa grande con todas sus consecuencias, sin llegar a megapresa y aun siendo bastante menor que Paso de la Reina o La Parota.

Las grandes represas producen impactos, entre otras cosas, por la diminución de la cantidad de agua que corre río abajo. Se nos asegura que para el caso de Paso Ancho hay mediciones históricas del flujo y que sólo se canalizaría 10\\\%, “que no afecta para nada al río”. No es tan simple; en primer lugar una disminución de caudal de esa magnitud no es despreciable, pero además no se toma en cuenta la pérdida por aumento de evaporación que provocaría la presa, especialmente en la temporada de secas. En segundo lugar, el ritmo de cambio de uso del suelo de la región y las modificaciones climáticas que estamos ya sufriendo hacen poco confiable una predicción basada en registros históricos. Dicho de otra manera: como resultado de la obra el río perderá mucho más que 10\\\% de su caudal, en un escenario probable de menos agua y mayor irregularidad de flujos debido a la deforestación y el calentamiento global.

– Vulnerabilidad

La que el gobierno califica como “fuente segura de agua para los próximos 50 años” es en realidad insegura y vulnerable. Se trata de una fuente ubicada lejos de la ciudad, cuyas aguas se originan en los propios Valles Centrales, la Mixteca y la Sierra Sur, y deberán ser bombeadas río arriba y conducidas por un sinuoso tubo de cerca de 100 kilómetros de longitud (se nos dice que seguirá el curso de la carretera Oaxaca-Puerto Escondido). La vulnerabilidad hidrológica puede ser ilustrada con el ejemplo de la ciudad de México: la dura sequía del año pasado afectó severamente las presas que alimentan el sistema Cutzamala, que en su momento también fue considerada una fuente segura de mucha agua. Pronósticos serios de las consecuencias del calentamiento global en regiones como las que el proyecto de Paso Ancho involucra incluyen disminuciones de hasta 30\\\% en lo caudales superficiales y fluctuaciones de lluvia y sequía más violentas e impredecibles que las de la actualidad.

A este panorama poco halagüeño tenemos que añadir lo que puede llamarse vulnerabilidad social: el agua que será tomada de lejanas comunidades y atravesará

campos, ciudades y pueblos que disponen de poca agua. Probablemente encontrará a su paso, además de los múltiples obstáculos físicos, otros tantos de carácter social. Es de nuevo pertinente la experiencia de la ciudad de México y el sistema Cutzamala, donde las justificadas quejas de los mazahuas tiene cada vez con más frecuencia la forma de tomas de las instalaciones. ¿Es socialmente viable (para no hablar de la ética) afectar el territorio y el patrimonio natural de las comunidades para intentar saciar la sed de la gran ciudad derrochadora?, ¿podemos sin riesgo desdeñar la lógica exigencia futura de poblaciones al paso del acueducto de contar también con agua? ¿y qué decir de los riesgos de uso  clandestino y hasta sabotaje del sistema?

– Azolves

Uno de los mayores obstáculos del proyecto de Paso Ancho, como de la mayoría de las grandes presas, es el arrastre de suelos y su acumulación en el vaso. Hay quienes afirman que el azolve cancelará cualquier futuro de la hidroindustria, como la denomina Edward Goldsmith [17]. En países tropicales la vida útil de las presas llega a ser de 30 años o menos. Por desgracia no contamos con datos precisos de los niveles de azolve de la cuenca media del río Atoyac. Mas si tomamos en cuenta la deforestación y los rápidos cambios de usos del suelo que sufre la región hidrológica que abastecería la presa, no tenemos razones especiales para ser optimistas, especialmente porque muchos estudiosos prevén que el calentamiento global incrementará los niveles de erosión de los suelos y por tanto la sedimentación, principalmente debido al incremento de tempestades. Los costos de trabajos de desazolve y la vida útil de la presa deberán ser un elemento central para determinar su viabilidad y la valoración de costo-beneficio.

– Calidad de agua

La escasa información pública con la que contamos respecto a la calidad del agua que se planea represar y canalizar a la capital del estado es vaga y contradictoria. Se nos dice que un vasto programa de saneamiento regional es necesario pues muchas comunidades e incluso grandes poblaciones entre las que está parte de la zona conurbada de los Valles Centrales arrojan sus desechos municipales sin tratamiento al río. Sin embargo, una reciente nota periodística que cita a un servidor público de la CNA refiere “que los muestreos realizados indican buena calidad pues el río realiza su propia limpieza natural”. Requerimos sin duda una evaluación más formal de esto y una información clara al respecto. Paralelamente, no se cuenta con información sobre niveles de agroquímicos y es sensato suponer que se vierten en la cuenca. Destaco el asunto porque una medición decente de contaminación de este tipo requiere muestreos especiales. También debo anotar que el cambio de flujo hidrológico que provoca una represa cambia a su vez las condiciones de contaminación, generalmente para aumentar los riesgos pues el agua más quieta es más susceptible de contaminarse, sobre todo por agentes biológicos. Finalmente señalo aquí un asunto que, por razones de paradigma, los estudios de factibilidad probablemente soslayarán: para muchos los ríos naturales y sus aguas están vivos y su manipulación severa contribuye a matarlos[18].

– Aliento al consumo, el desperdicio y el crecimiento poblacional

Ya hemos relatado cómo el aumento de disponibilidad de agua por el acueducto de San Felipe alentó el desperdicio. Hay también amplia documentación del explosivo crecimiento del gasto de agua doméstica con la instalación de los sistemas de agua potable. Hay aquí de nuevo numerosos modos de escarmentar en ciudades ajenas. Radica aquí uno de los mayores riesgos del proyecto de Paso Ancho: la ilusión de agua ilimitada reforzará la mala actitud social que tenemos hacia el agua, y alentará el ya de por sí descontrolado crecimiento de la mancha urbana. Es exactamente el modo convencional de ver el tema del abasto, en términos de necesidades siempre crecientes, y es lo que nos tiene aquí y en otras partes al borde de la crisis. En vez de la huida hacia adelante, ceñirnos a los límites hidrológicos de una cuenca sería un requisito de la ciudad sustentable.

9. Algunas opciones de abasto

Señalamos que se ha planteado el proyecto de Paso Ancho en términos de no hay de otra. En el mejor de los casos se afirma que hay que completar este proyecto centralesperablemente los funcionarios han ajustado un poco su discurso y hablan ya de un proyecto integral, con campañas de cultura del agua y obritas como bordos y retenes. Repetimos que se soslaya el asunto central de cómo planteamos el problema en función de la ciudad que queremos. Paso Ancho es en efecto la opción si queremos agua a cualquier costo para una ciudad que seguirá indefinidamente su patrón actual de crecimiento y consumo, lo cual sería un desastre.

En cambio, con miras a una ciudad sustentable con claros límites biofísicos aspiraríamos a contar con fuentes suficientes y estables de agua buena y con la menor afectación posible de su ciclo natural. Además buscaríamos repartirla justamente y usarla con eficiencia. Esto requiere pensar en términos de ciclos, flujos y equilibrios y no exclusivamente en términos de abasto. A continuación exploramos algunas opciones para mejorar nuestra disponibilidad de agua buena, con énfasis en las que podrían instaurarse rápidamente, con estimaciones muy preliminares de costos que nos permitan hacer comparaciones.

– Mejoramiento de las redes de agua potable

No nos detendremos en la polémica de cuánta agua se desperdicia en las redes urbanas de distribución como la de la ciudad de Oaxaca. Sea 30\\\% que las autoridades reconocen o cerca de la mitad que calculan algunos, hay consenso en que urge repararlas. No se trata únicamente de mal estado de tubos o válvulas, sino de severos problemas de diseño, presión y materiales[19]. Un sistema moderno de distribución de agua tendría un diseño modular (con unidades de distribución autónomas y regulables) con opciones de almacén y racionamiento.

Se arguye que estas obras serían muy caras y representarían enormes molestias para los citadinos. Como no se cuenta con un diagnóstico confiable del estado actual de la red es muy difícil estimar costos. Entre quienes conocen de esto se ha aventurado 200 millones de pesos. ¿Es mucho? ¡10 veces menos que Paso Ancho! En cuanto a las dificultades y molestias, baste decir que hay técnicas de modelación y reparación de redes que no implican abrir en canal toda la ciudad y que un buen plan de obras partiría de un modelo computarizado de la red (elaborado tras un buen muestreo de diferencias de presión) y trabajaría en células sucesivas (digamos una o pocas manzanas). Una vez concluida una se acometería la siguiente. Este modo de hacer las cosas ha funcionado en del diversas partes del mundo y del país[20].

Las obras podrían llevarse dos o tres años, y un cálculo moderado de los ahorros en fugas y tomas clandestinas sería de unos 100 litros por segundo.

– Riego eficiente

Se estima que en los Valles Centrales de Oaxaca se usa para irrigación agrícola  mil litros por segundo, es decir, más de la que se emplea para el abasto urbano. Acostumbrados a tiempos de mayor abundancia y debilitados sus conocimientos ancestrales, muchos campesinos riegan hoy de modo ineficiente y derrochador. Contribuir a cambiar este implica dos logros de igual valor: ahorrar agua y energía y mejorar las condiciones productivas de los campesinos. Se ha estimado que instalar sistemas de riego eficiente en todos los Valles Centrales, unas 12 mil hectáreas (ya hay unas 4 mil), nos daría un ahorro de al menos 400 litros por segundo y los costos de hacer eso ascenderían a unos 120 millones de pesos.

Se ha argumentado, correctamente, que el cambio tecnológico es complejo y de mediano plazo y que además el ahorro logrado no puede aprovecharse de manera directa para uso urbano. En realidad el efecto del ahorro sería aliviar la sobreexplotación del acuífero somero, e ir recuperando los niveles históricos de extracción de la batería actual de 40 pozos que alimentan el sistema de agua potable. Si se cambiara el riego en al menos la mitad de la superficie actual de regadío en los próximos tres años, es factible un aumento de abasto de 100 litros por segundo.

– Regeneración de cañadas

Hay unas 40 pequeñas cañadas que corren perpendicularmente a la llamada Cordillera Norte, nuestra principal fuente de agua. Su papel ecológico es clave para el ciclo del agua en los Valles; conducen el agua de las montañas, donde llueve más, y permiten que se vaya filtrando en su descenso. Ahora están en grados diversos de deterioro. Hay ya varios ejemplos, como El Pedregal[21], de que es factible su regeneración a corto plazo mediante la reforestación y la instauración de pequeñas obras de zanjeo y terraceo, micropresas o gaviones. Donde se ha hecho, el resultado es espectacular en términos de captación de agua y de posibilidades productivas. La regeneración de cañadas cumpliría además un objetivo estratégico al contribuir a crear un cinturón verde productivo alrededor de la ciudad de Oaxaca que limite su crecimiento y asegure sus fuentes de agua. La superficie de captación de estas cañadas puede estimarse en cuatro mil hectáreas. Es factible captar ahí al menos 15\\\% de lo que llueve y destinar 5\\\% al uso directo, doméstico y agrícola, y el 10\\\% restante por medio de la filtración superficial. Un avance de 50\\\% en la regeneración, los primeros tres años, implica una disponibilidad adicional de agua de un mínimo de 80 litros por segundo. ¿Los costos? Unos 100 millones de pesos en el mismo periodo, en el que se podrían trabajar al menos 20 cañadas .

– Captación urbana de agua de lluvia

El agua más abundante y limpia literalmente nos cae del cielo. Una  primera posibilidad para captarla implica a) la construcción de un drenaje pluvial para la ciudad y b) obras especiales de captación directa (como las que empiezan a hacerse en la ciudad de México). El resultado de ambas es recargar el acuífero subterráneo (además de contribuir a evitar inundaciones). Si consideramos la superficie de captación de la ciudad y lo que llueve, y suponemos que un tercio de lo captado iría directamente a mantos superficiales aprovechables, tendríamos unos 380 litros por segundo. Si en tres años avanzáramos 50\\\% en esto, invirtiendo unos 80 millones de pesos, el aporte adicional inmediato rondaría los 180 litros por segundo.

Otra iniciativa es captar la lluvia en casas, edificios y otras construcciones. Teóricamente se pueden captar así al menos 500 litros anuales por cada metro cuadrado de construcción. La captación es sencilla y la purificación son sencillas, pero la principal limitación es el almacenamiento,  especialmente en lugares como los Valles Centrales donde llueve intensamente pero en un corto periodo de tiempo. Podrían ponerse en marcha programas piloto de captación, con apoyos técnicos y diversos incentivos legales fiscales o de servicios (por ejemplo, garantizar el abasto con pipas durante la seca a quienes instalen sistemas de captación). Un programa de estos, aún modesto, podría permitir aprovechar 20 litros por segundo de agua.

– Programa domiciliario de ahorro y reúso

Perdemos enormes volúmenes de agua por fugas y desperdicio en casas, oficinas, etc.  Algunas estimaciones ubican este desperdicio en niveles de 30 a 50\\\% del agua que se surte, y señalan al WC como el responsable principal. El campo de acción en esta materia es extenso; la detección y reparación de fugas, diversos dispositivos ahorradores de agua, la adopción de sanitarios secos, el reúso… Un inteligente programa de ahorro y reúso, combinado con una campaña informativa más allá del acostumbrado ciérrale, podría tener resultados muy espectaculares. Podrían por ejemplo, instaurarse brigadas técnicas que a solicitud hicieran balances de uso de agua en casas o comercios, que detectaran fugas y sugirieran opciones técnicas o de manejo. El exitoso programa de la CFE para ahorro de energía puede ser ilustrativo. Sólo por poner números iniciales, se ahorrarían 40 litros por segundo, a un costo de 20 millones de pesos.

– Programa emergente de distribución

Es obvio que el problema central de la distribución de agua potable no se resolverá con rapidez; medio centenar de colonias no cuenta siquiera con los tubos y en el resto de la ciudad el servicio es muy malo por las razones que ya anoté más arriba. Mientras se  mejora y extiende la red, es necesario seguir distribuyendo agua en pipas. Propongo añadir al menos 30 pipas a las que ya tiene la Adosapaco y diseñar una estrategia de distribución que no sólo atienda a quienes no cuentan con agua corriente sino que actúe para bajar los precios y al menos obligar a hacer más eficiente el servicio de las pipas privadas. Se trataría, claro, de una estrategia de corto plazo.

En la tabla siguiente resumimos los costos y el agua adicional que se obtendría a corto plazo con las opciones de abasto, como referencia y a fin de comparar con el proyecto de presa y acueducto del gobierno. Podemos ver que dispondríamos de más del doble de los requerimientos actuales (según nuestras premisas) y con un costo mucho menor. Además, todas estas acciones irían aumentando la disponibilidad de manera gradual.

Opciones de abasto Costo estimado a tres años en millones de pesos Disponibilidad adicional de agua en litros por segundo
Mejoramiento de las redes de agua potable 200 100
Riego eficiente 60 100
Regeneración de cañadas 100 80
Captación urbana de agua de lluviaDrenaje pluvial y captación directa

Programa domiciliario

8010 18040
Programa domiciliario de ahorro y reuso 20 40
Programa emergente de distribución 20
Total 500 540

 

Para afinar aun más la comparación, el costo por litro/segundo adicional que nos darían las opciones de abasto aquí resumidas es de menos de un millón de pesos. El de el acueducto y la presa es en cambio de alrededor de un millón y medio con los cálculos actuales, pero se elevaría a más de 2 millones si, como pasa, los costos aumentan a medida que la obra avanza. Finalmente, las obras como regeneración de cañadas o eficiencia de riego cumplirían muchos otros objetivos además del abasto de agua. Dejamos a los lectores la conclusión.

10. Epílogo

Estratégicamente la ciudad y sus entornos rurales deberían contar con fuentes de agua tan variadas como fuese posible (aquello de no poner todos los huevos en una sola canasta), tanto en términos geográficos como de fase del ciclo hidrológico. Estamos acostumbrados a pensar en un sistema centralizado (burocrático o privado) de distribución de agua. Esto no es sustentable.

Imaginemos una cuenca que se abastece en 30-40\\\% de agua de lluvia, con sistemas integrados o autónomos, en 15-20\\\% de aguas superficiales como manantiales y arroyos, y  el resto de aguas subterráneas someras. Hay una jerarquización de destinos consensada socialmente, se alienta con vigor el reuso y la eficiencia y se impulsan esquemas locales de racionamiento a nivel de colonias, pueblos, unidades habitacionales. Puede sonar difícil, pero las profundas transformaciones requieren imaginación audaz. A partir de ella, como intento a continuación, podemos trabajar en lo factible. Esto colocaría a Oaxaca en un lugar distinguido en el país por su manejo sensato y justo de agua

Estas reflexiones pretenden despertar el interés que los asuntos del agua nos merecen. Naturalmente, dejan muchas preguntas y asuntos pendientes, tales como el control social de los procesos de distribución de agua. Un marco de referencia para continuar la discusión puede ser los 10 puntos para una política del agua que hemos elaborado en el Foro Oaxaqueño del Agua.

  1. El agua es fuente de vida y cultura. Debemos considerar que el agua es sagrada y limitada. Su disponibilidad depende del ciclo del agua, en el que suelo, clima y otros factores están entrelazados de manera íntima y compleja. Trabajar contra esta delicada trama, como estamos haciendo de manera creciente, es alterar el ciclo de la vida. Si hemos de enfrentar la crisis del agua con éxito, tenemos que integrarnos respetuosamente a los ritmos de la naturaleza y abandonar la torpe pretensión de dominarla.
  2. El agua es un bien común, no una mercancía. La política del agua en Oaxaca debe considerar al agua como un derecho humano fundamental y de acceso público. No podemos, ni debemos, asignarle un valor económico al agua; es un bien común y de ningún modo habremos de otorgar al mercado la función primordial de regular el acceso de la gente al agua. Al mismo tiempo, es indispensable aplicar estrategias eficientes y democráticas de costos y precios para muchos de los servicios, como el del agua potable, y lograr un pago justo.  Pero la modificación de tarifas debería seguir a un auténtico proceso de consulta y discusión. Las tarifas, además, deberán ser progresivas en relación con el consumo, instaurarse a la par de otras acciones –especialmente de concieciación pública—y considerar mecanismos para destinar una parte significativa de la recaudación a obras de conservación de las esponjas naturales.
  3. El cuidado del agua es responsabilidad de todos. La atención de los múltiples problemas que tenemos corresponde a todos. El empeño requerido para resolver los problemas del agua en Oaxaca sólo podrá  tener éxito con base en una amplia y eficaz concertación de los esfuerzos públicos y privados, Debemos considerar de alta prioridad el fortalecimiento a corto y mediano plazo de mesas de concertación que permitan acuerdos y compromisos entre los grupos sociales, productores, instituciones gubernamentales y no gubernamentales y autoridades locales, que se traduzcan en iniciativas para cuidar el agua.
  4. La política del agua debe concentrarse en los niveles local y de cuenca. Tenemos que hacer énfasis en lo local y en especial la definición de las cuencas como unidades conceptuales y de trabajo. En estos niveles, deben adoptarse estrategias integrales que conserven los procesos naturales de los que depende el agua  y simultáneamente den opciones de mejoramiento social a sus habitantes. Las cuencas son unidades naturales, identificables en el campo y que las comunidades conocen de manera práctica, pero sobre todo ponen en el centro al agua, como elemento natural y social de cohesión.
  5. Tenemos que garantizar el acceso de todos al agua para subsistencia. El agua disponible es limitada. Como usamos cada vez de peor manera el agua a nuestro alcance, y la repartimos inequitativamente, tenemos que jerarquizar el acceso al agua de acuerdo con los fines. Siguiendo los esquemas que proponen Arrojo y Barkin, en Oaxaca debe establecerse en orden de prioridades el agua para:

a) Mantenimiento de los sistemas naturales

b) Satisfacción de las necesidades básicas

c) Usos sociales y comunitarios

d) Agua para las actividades agropecuarias

e) Agua para los usos privados de beneficio económico

  1. Debemos apoyar a las comunidades rurales que aseguran el mantenimiento del agua. Los usuarios del agua, especialmente los urbanos, deben compensar a quienes protegen las fuentes de agua. Un modo alternativo al de los actuales esquemas federales de servicios ambientales  (que han resultado ineficaces y hasta contraproductivos), para concretar apoyos para los campesinos que cuidan el agua, sería la creación de Fondos para la Producción Sustentable, con el propósito de contribuir a impulsar iniciativas de grupos locales destinadas a la restauración ecológica y la transformación productiva de sus ecosistemas de manera socialmente justa y ecológicamente sana.
  2. Hay que conservar las esponjas naturales en vez de importar agua de otras cuencas. Para asegurar el abasto de agua en los Valles Centrales se requiere proteger sus fuentes naturales, que alimentan los mantos freáticos. De manera contundente, deben cancelarse definitivamente los proyectos para traer agua de otras cuencas, debido a sus altísimos costos económicos, ambientales y sociales, En cambio, los esfuerzos deben concentrarse en regenerar los ecosistemas, lo que es mucho más que la simple plantación de árboles. Reforestar es, en efecto, una actividad muy importante, pero hay además que cuidar los árboles plantados (de preferencia de diversas especies nativas), enriquecer los suelos y prevenir la erosión, restaurar ríos y arroyos, alentar el crecimiento de la vegetación natural, evitar y controlar incendios y plagas, y promover actividades productivas sustentables.
  1. Es preciso buscar alternativas al drenaje. El drenaje es uno de los emblemas más distintivos de la sociedad moderna, y sus consecuencias sociales, ambientales y económicas han sido nefastas. Debemos abandonar el paradigma del saneamiento moderno, diluye, aleja y olvida y optar por los modos, eficaces y baratos que hay para tratar nuestros desechos, como el saneamiento seco. Lo mejor sería abandonar la absurda idea de usar agua limpia para diluir y transportar nuestras porquerías, pero podemos empezar por dejar de mezclar los distintos tipos de drenajes y tratarlos a  escalas medianas y pequeñas, desde la parte alta de la sierra hacia abajo.
  2. Requerimos de ciudades sustentables. Las políticas del agua deben contribuir a cambiar la relación entre el agua y la sociedad en los Valles Centrales. Para ello requerimos ciudades sustentables, que mantengan un equilibrio con su entorno rural. En materia de agua eso implica: Conservar las “esponjas” naturales que aún nos quedan; restaurar y mejorar las redes de agua potable de ciudades y pueblos; captar nuevamente agua de lluvia; volver más eficiente el riego agrícola; ahorrar y racionar el agua de la ciudad; pagar lo justo por el servicio de agua potable y apoyar a las comunidades que aseguran el mantenimiento del agua; finalmente, devolver el agua usada de manera limpia a sus cauces naturales.

10.  Hay que instaurar una campaña permanente por el agua. Es preciso mejorar la información, la participación y la responsabilidad de todos los usuarios  para lograr un cambio en la actitud social hacia el agua. Se trata de promover una cultura del agua fundada en la concertación, la integralidad y el respeto. Se propone para ello la instauración de una campaña permanente cuyo eje sea resolver de manera concertada los múltiples problemas que tenemos en cuanto a disponibilidad, uso y disposición de aguas.  Entre los elementos principales de la campaña debes estar el intercambio horizontal de experiencias de las comunidades y grupos que facilite la reflexión sobre su trabajo y perspectivas y la manera de articular sus demandas políticas.


[1] Documento preparado para el Seminario Repensar nuestra relación con el agua. Instituto de la Naturaleza y la Sociedad de Oaxaca /  Foro Oaxaqueño del Aguajjconsejo@hotmail.com [3] Administración Directa de Obras y Servicios de Agua Potable y Alcantarillado de la Ciudad de Oaxaca. Por razones históricas se trata de una dependencia del ejecutivo estatal. La referencia es: 2008. Gobierno del estado / CNA Propuesta Integral para solucionar la problemática del agua potable de la ciudad de Oaxaca y municipios conurbados, Oaxaca. [4] Pedro Arrojo la llama Agua vida y señala entre 30 y 40 litros diarios por persona (Becerra, L. 2006. Por una nueva cultura del agua. Biodivérsitas 67:2-5. Otras fuentes de la ONU señalan 50 litros. [5] La cita es de Robert, J. 94. Water is a Commons. Habitat International Coallition. México. La razón es simple: En tiempos modernos, la tasa de extracción de agua de  sistemas naturales es superior a la del crecimiento de población. Actualmente la demanda de agua se duplica cada 20 años, ¡una tasa que dobla a la del aumento de población! (Lohan, Tara. 2008. We all live downstream En: Ibid (editor) Water Consciousness. Independent Media Issue. Canada. [6] Robert, J. 2006 Hacia una ecología política del agua [7] Miranda, Ernesto, Acevedo, María Luisa, Ferrari,  Bruno, Agustín Navarro. 1967, 1969. Estudio de los recursos del estado de Oaxaca (Plan Oaxaca). México. [8] López, L.2009. Los trabajos del agua en Oaxaca. Aguaxaca 24:5-8 Mayo-Junio. [9] Ibid [10] Fernández, Isabel, Endfieeld, Georgina, Sarah O´Hara. 2004. Estrategias para el control del agua en Oaxaca Colonial. Estudios de Historia Novohispana 31:137-198. UNAM. [11] López, Laura .2009. Los trabajos del agua en Oaxaca. Aguaxaca 24:5-8 Mayo-junio [12] López, Laura 2006-2007. Las Presas: la enfermedad del gigantismo. Aguaxaca 9-10:6-11.Noviembre-febrero [13] Un buen ejemplo: Jaques Leslie 2008. The Age of consequences: a Short History of Dams. En Lohan, Tara  (editor)2008. Water Consciousness. Independent Media Issue. Canada. [14] World Commission on Dams, The Report of the World Commission on Dams (London: November 2000): 320, . [15] Ver, entre otros, Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER), que tuvo su reunión nacional en el sitio del pretendido proyecto precisamente por las fechas en que esto se escribía. [16] World Commission on Dams, 2000. The Report of the World Commission on Dams .London: 320, . [17] www.edwardgoldsmith.org. [18] Aguaxaca 2006. Agua viva. 7:5-8. Julio-agosto [19] Una parte importante de la red se construyó con asbesto-cemento, material hoy prohibido por considerarse cancerígeno [20] Por ejemplo la reparación de la red en la ciudad de Querétaro en la década pasada [21] Uno de los participantes de esta iniciativa, don Pedro Santiago, se hizo acreedor del Reconocimiento Nacional a la Conservación 2009.
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