Cuba: El reto de los manglares
04 agosto 20104 de agosto de 2010
Fuente: CubAhora
Por Miriam Zito
Los manglares constituyen la única vegetación terrestre que entra en contacto con el mar
La alta presión demográfica, la cría de peces y camarones, la agricultura, las infraestructuras y el turismo, además de la polución y los desastres naturales han atentado contra la supervivencia de los manglares, verdaderas barreras naturales de las costas.
Según informes de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se han perdido alrededor de 3,6 millones de hectáreas de mangle desde 1980, equivalente al 20 por ciento del área total, lo que incide en afectaciones económicas y medioambientales en muchos países del orbe.
Entre las naciones con mayores zonas devastadas se cita al continente asiático, con más de 1,9 millones de hectáreas destruidas, debido a cambios en el uso de la tierra, en tanto en América del Norte y Central, y en el continente africano, las pérdidas alcanzaron unas 690 mil y 510 mil hectáreas respectivamente en los últimos 25 años.
A nivel nacional, Indonesia, México, Paquistán, Papua Nueva Guinea y Panamá registraron las mayores pérdidas durante la década de los 80 del siglo pasado, mientras una situación similar reporta Viet Nam, Malasia y Madagascar afectados por la deforestación, países que pasaron a formar parte de las cinco naciones con mayores pérdidas de área de manglar en la década de los 90 y en el período 2000-2005.
No ajena a esta problemática, en Cuba hasta el triunfo revolucionario se talaba el mangle para hacer carbón, en particular en la Ciénaga de Zapata, situación que colapsó después de la revolución energética. Con varios cuerpos legales que respaldan su manejo y control, los manglares cubanos en general gozan de buena salud, en particular en la provincia de Pinar del Río donde el 91 por ciento reporta un buen estado.
A pesar de que en la Isla se encuentran establecidos decretos, resoluciones y documentos jurídicos como la Ley Forestal (descargar .pdf), para la protección estricta de los manglares, su conservación no solo depende de lo estipulado legalmente, sino de la concientización que debe lograrse acerca de su vital importancia para el hábitat de numerosas especies, incluyendo el hombre.
Dada la incidencia del cambio climático en la posible elevación del mar y debido a su configuración geográfica, en Cuba se intensifican las investigaciones sobre los manglares, que actualmente ocupan un cinco por ciento de la superficie del archipiélago, lo que equivale al 20 por ciento de la cobertura boscosa.
BOSQUES DE MAREAS
Similares a los del Caribe insular, en el archipiélago cubano se expanden por más del 70 por ciento de las costas donde proliferan cuatro especies: el mangle rojo (Rhizofhora mangle), el prieto (Avicennia germens), el patabán o mangle blanco (Laguncularia racemosa) y la llana (Conocarpus erectus), con una diferencia de marea de 50 centímetros, muy por debajo de 60, que reporta el área del Pacífico. Al vivir en esa zona de influencia de mareas, al manglar también se le conoce como bosques de mareas.
Comunes en las costas de origen biológico, acumulativas y cenagosas, donde son frecuentes los esteros con escurrimientos de agua dulce, también abundan en lugares salinizados como cayos e islas.
El denominado monte de manglar resulta un complejo que sustenta la vida de especies animales, pues entre sus ramificaciones sumergidas habitan numerosos tipos de invertebrados y peces. Las hojas, ramas y raíces de los mangles aportan ricos nutrientes y constituyen refugio ideal para peces, crustáceos y moluscos.
Por su extensión, los manglares cubanos ocupan el noveno lugar en el mundo y el primero entre los países del Caribe, y se catalogan entre los de mayor representación en el continente americano.
Sobre el tema, conversamos con la Doctora Leda Menéndez Carrera, investigadora titular del Centro Nacional de Biodiversidad, adscrito al Instituto de Ecología y Sistemática (IES).
Participante en estos momentos en un macroproyecto sobre la elevación del nivel medio del mar debido al cambio climático y la vulnerabilidad de las costas cubanas, que abarca innumerables aspectos, Leda sustenta: “Justamente el primer nivel del país está interesado en dejarle a las generaciones futuras conocimientos y acciones que contrarresten los efectos nocivos que pueda implicar el cambio climático. De los trece proyectos, uno corresponde a manglares y abarca además las playas arenosas, las crestas arrecifales, cuestiones de corrientes y de batimetría, entre otros no menos importantes”.
“Estudiar el manglar, dice, le da una dimensión diferente a los bosques de Sierra del Rosario o a los de la Amazonía, que son bosques cerrados, porque el manglar es un sistema abierto, importa y exporta materiales, con una dinámica increíble y tiene un poder de resistencia altísimo para sobrevivir y seguir protegiendo las cosas, aunque hay elementos que pueden ser letales”.
Especialista de larga experiencia, asevera que en nuestro caso los manglares constituyen la primera barrera, y tienen un valor económico, ecológico y estratégico al proteger de marejadas, tormentas, de virus o enfermedades del exterior o del incremento del nivel medio del mar.
“El manglar, aclara, es como un atenuador por poseer grandes raíces, en particular las zancudas y tupidas del mangle rojo, con una densidad mayor cerca del mar, y las del prieto que crecen hacia arriba, llamadas neumatóforos, y actúan como una densa barrera”, fundamenta.
“Estamos trabajando ahora con especialistas del Instituto de Oceanología para lograr un modelo, pero es ya uno de los trabajos futuros en la búsqueda de criterios relacionados con el cambio climático”.
A la par del macroproyecto, se iniciará otro relacionado con manglares en la costa sur de Cuba, auspiciado por el Centro Nacional de Áreas Protegidas, con lo que se pretende incrementar las áreas protegidas marino-costeras.
“A nosotros nos tocó el diseño del trabajo de investigación para la caracterización y el monitoreo, y también la vegetación de dunas. Comprende Los Pretiles, Guanahacabibes, los cayos de Los Canarreos como Rosario, Campo, Ovando, Cantiles, Cayo Largo del Sur, Ciénaga de Zapata y llega hasta la parte sur de Santiago de Cuba y participan especialistas no solo del CITMA, sino también de varias universidades y centros de investigación de las distintas provincias”.
Incansable investigadora, Leda trabaja ahora para rescatar los manglares de la zona de Triscornia, como parte de la Bahía de La Habana, donde habita una rica avifauna. “A pesar de que el manglar se ha mantenido, explica, hay un umbral de contaminación, pero proliferan endémicos estrictos como el borrique cubano, especie de planta que solo queda en esa zona, lugar que aunque está en medio de la ciudad, guarda valores naturales y merece la pena mantenerlo para que las futuras generaciones conozcan cómo fue parte de la bahía en otros tiempos”.
Con el sueño de hacer realidad una red cubana de manglares, existente ya en países de Centro y Suramérica, Leda llama la atención sobre la importancia de este ecosistema, “sin ellos no hubiera protección a las tierras interiores, se salinizarían los suelos, se agotaría el agua -necesario hábitat de los peces de valor económico y ecológico que viven justamente en sus canales y lagunas-, y no habría protección para las embarcaciones frente a la arremetida de huracanes, precisamente por eso continuamos investigando para responder hoy ante el reto de los manglares”.
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