Calidad del agua en México, un reto vital
04 marzo 2022Texto de Lorenzo Rosenzweig y Karla Rivera-Ramírez
Publicación original Este País
Foto: Canva
En su propio hogar, Sonia, al igual que cerca de 6.5 millones de niños en México, está expuesta a contaminantes en el agua que pueden causar daños a su salud, como afectaciones al cerebro, el sistema nervioso, los riñones, los huesos y el corazón (Limón-Pacheco et al., 2018).
En los últimos dos años, los seres humanos hemos enfrentado una pandemia que nos obliga a pensar en las condiciones en que se encuentra el planeta y dimensionar los retos de las generaciones futuras. Para cuidar de nuestros seres queridos, nos hemos aislado en nuestras casas, a las que concebimos como lugares seguros. Sin embargo, ahí también lidiamos con riesgos día a día y la mayoría de los mexicanos no lo sabemos.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fueron adoptados en 2015 por los Estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas como un llamado universal a solventar los principales y más apremiantes problemas mundiales. El ODS número 6 se enfoca en el derecho humano al agua y al saneamiento y contempla aspectos como la cantidad y la calidad del agua y el uso sostenible de los recursos hídricos.
Para asegurar el cumplimiento de este derecho humano, es preciso dirigir nuestra mirada hacia las características del agua que consume la población, particularmente en países en desarrollo, donde gran parte de los hogares aún se abastecen de fuentes directas, como pozos, arroyos y ríos, sin un tratamiento previo (World Health Organization, 2021). Inclusive es indispensable analizar la calidad del agua abastecida por la red pública, la cual no está exenta de representar una amenaza para la salud de las personas cuando el tratamiento para la potabilización es insuficiente o los criterios para determinar si el agua es apta para el uso y consumo humano son inadecuados.
En ese contexto, uno de los temas socioambientales que ha adquirido relevancia en México, en especial en los pasados meses, es la calidad del agua para consumo humano. Diversos estudios y medios de comunicación han evidenciado un problema de enorme preocupación social: la presencia de arsénico y fluoruro en el agua en concentraciones perjudiciales para la salud.
A finales de 2021, el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México publicó el libro Arsénico y fluoruro en el agua: riesgos y perspectivas desde la sociedad civil y la academia en México, de la serie “Hacia el cumplimiento del derecho humano al agua”, en el cual sesenta autores detallan la problemática. Semanas después, el colectivo de investigación Data Crítica y la organización Quinto Elemento Lab difundieron la investigación Veneno en mi agua, que relata una serie de casos de mexicanas y mexicanos, niños y adultos, cuya salud ha sido afectada por el consumo de arsénico; además, ofrece un análisis de la base de datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), institución encargada de la administración del agua en México, y revela que estos dos elementos químicos se encuentran cada vez en mayor concentración en el agua que consumimos los mexicanos.
El arsénico y el fluoruro son reconocidos como los principales contaminantes inorgánicos en el agua para consumo humano. Los daños ocasionados a la salud han sido registrados a nivel mundial en países como Argentina, Bangladesh, Chile, China, Hungría, India, Rumania, Taiwán, Vietnam, Estados Unidos, Irán y México (Smedley y Kinniburgh, 2002; NRC, 2006).
Para determinar si el agua es apta para usos específicos, como el consumo humano, se establecen límites máximos permisibles en la concentración de los elementos contaminantes, con el propósito de evitar daños a la salud humana. En el caso del arsénico, la Organización Mundial de la Salud establece un límite de 0.01 miligramos por litro (mg/L) en el agua. En contraste, en la normativa mexicana, es de 0.025 mg/L. Por su parte, el estándar máximo de concentración del fluoruro en el agua potable, tanto mundial como nacional, es de 1.5 mg/L.
La exposición a concentraciones elevadas de arsénico de manera crónica se asocia con cambios de color en la piel, decoloración o manchas, sobre todo en dorso y espalda; lesiones o desarrollo de callosidades en las palmas de las manos y los pies; alteraciones cardiovasculares; enfermedades neurodegenerativas; y cáncer en diversos órganos, principalmente en la piel, la vejiga, el hígado, los pulmones y los riñones (Gonsebatt y Del Razo, 2021). Entre los efectos adversos de la ingesta de fluoruro destacan la fluorosis dental y esquelética, alteraciones endócrinas, disfunciones cognitivas, daños renales, alteraciones cardiovasculares y afectaciones al sistema inmune (Jiménez-Córdova et al., 2021).
En nuestro país, más de la mitad del agua para consumo humano proviene de la extracción de agua subterránea (Conagua, 2020). De manera histórica, la presencia de arsénico y fluoruro en este tipo de agua ha sido un problema en el norte de México, primordialmente en los estados de Chihuahua, Durango, Coahuila, Zacatecas, San Luis Potosí, Baja California y Sonora. Ahora, esta condición se ha extendido a lo largo del territorio mexicano, por lo que también se registra en entidades federativas como Hidalgo, Puebla, Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Tlaxcala, Colima, Guerrero, Oaxaca y Ciudad de México (Armienta et al., 2021).
En México, la evaluación y la identificación de riesgos a la salud por la exposición a arsénico y fluoruro se hace desde la década de los años ochenta (Jiménez-Córdova et al., 2021). El monitoreo de los principales cuerpos de agua del país se realiza actualmente mediante la Red Nacional de Medición de la Calidad del Agua (RENAMECA), con información sobre 256 indicadores de la calidad del agua desde 2012. Pese a la amplitud y la solidez de los datos, los resultados de su análisis y su interpretación en términos de salud pública y ambiental son poco conocidos y escasamente difundidos.
El origen del arsénico y el fluoruro en el agua subterránea es preponderantemente geológico. Sin embargo, estudios asocian el incremento en la concentración de ambos elementos con actividades agropecuarias e industriales y la sobreexplotación de los mantos acuíferos. La extracción a través de pozos sin control intensifica los procesos de liberación de estos minerales, presentes de manera natural en el subsuelo, con la consiguiente contaminación del agua (Armienta y Segovia, 2008; Poblete-Naredo et al., 2021; Curiel y Mena, 2021).
De acuerdo con el análisis de Curiel y Mena (2021), en 2012, había niveles riesgosos de arsénico en 17 entidades federativas; y en 2018, en 24. En este último año, 41% de los pozos muestreados sobrepasaron el umbral internacional de riesgo de impacto a la salud para arsénico. Asimismo, se ha detectado la expansión geográfica del fluoruro en el agua, el cual pasó de estar presente en 25 entidades federativas, en 2012, a 30, en 2018. Estimaciones basadas en investigaciones recientes plantean que 8.81 millones de habitantes del país están expuestos a arsénico por encima del límite permisible; y 3.03 millones, a fluoruro (Curiel y Mena, 2021). En regiones como la Comarca Lagunera, ubicada en el centro-norte de la República mexicana, entre los estados de Durango y Coahuila, los niveles de arsénico registrados en el agua subterránea alcanzan valores que superan hasta 65 veces el límite permisible (Sariñana-Ruiz et al., 2017).
La estrategia básica que se ha implementado para reducir la exposición a estos contaminantes es la eliminación por medio de la instalación de plantas potabilizadoras. No obstante, de las 1,256 plantas potabilizadoras que existen en México, sólo 257 son capaces de remover arsénico o fluoruro; de estas, únicamente 173 están en operación. Es decir, solo una de cada diez potabilizadoras en México remueve arsénico o fluoruro (Curiel y Mena, 2021). Como ejemplo, en 2015, cerca de Los Planes, en Baja California Sur, uno de los municipios con los niveles más altos de arsénico en el país, se inauguró una planta potabilizadora con capacidad de eliminar el arsénico; sin embargo, el tratamiento del agua no ha sido efectivo por fallas técnicas y de diseño desde su puesta en marcha (Curiel y Mena, 2021).
En otros países con la misma problemática, se han disminuido los límites permisibles de estos elementos químicos y se han hecho inversiones significativas en los sistemas públicos de agua para poder cumplir con la normativa, de tal forma que el Estado asume los costos de operación y mantenimiento de la infraestructura. Por ejemplo, en 2006, Estados Unidos disminuyó el límite permisible de arsénico de 0.05 a 0.01 mg/L (congruente con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud), con lo cual se estimó una reducción de entre doscientos a novecientos casos de cáncer de pulmón y vejiga cada año (Nigra et al., 2017). En China, tras décadas de esfuerzos del gobierno y esquemas de suministro de agua segura, las concentraciones de fluoruro en el agua potable han estado bajo control para cumplir con los estándares, lo que ha permitido la prevención y el control de la fluorosis dental y esquelética (Wang et al., 2012).
Expertos en el tema plantean que se requiere actuar en diferentes frentes. La inversión en infraestructura para la correcta potabilización del agua y el sistema de límites adecuados para la concentración de contaminantes son imprescindibles, pero también es necesario atacar la raíz del problema. Resulta fundamental regular la extracción de acuíferos sin control y algunas actividades mineras, así como vigilar que los sectores con mayores concesiones para el aprovechamiento del líquido (agricultura intensiva o industrial en el norte del país) utilicen el agua de forma racional y eficiente.
Medidas adicionales para reducir la exposición a contaminantes en el agua consisten en el uso de sistemas de tratamiento de agua basados en la naturaleza, como los humedales artificiales, que pueden emplearse a escala comunitaria e inclusive domiciliaria, y la adopción de fuentes de abastecimiento alternas, como la captación y purificación de agua de lluvia para consumo directo.
Aunque existen vacíos de información en la red de monitoreo, los datos disponibles son contundentes sobre la condición de nuestras fuentes de abastecimiento, los problemas en la infraestructura para la potabilización del agua y los daños a la salud conexos. Entonces, las preguntas parecen obvias: ¿por qué la mayoría de los mexicanos no conocemos la calidad del agua que consumimos?, ¿por qué el agua que bebemos puede representar un riesgo para nuestra salud y no lo sabemos?
El país ha tenido progresos notables en materia de transparencia de la información sobre el agua, en gran medida gracias al impulso de individuos y colectivos dedicados al asunto, pero se requiere un esfuerzo equivalente para traducir la información plasmada en bases de datos, registros y plataformas en internet, de modo que cualquier persona pueda entender fácilmente el significado de los datos y sus implicaciones.
El acceso a información relativa a la gestión del agua es clave para la ciudadanía. En reconocimiento a esta necesidad, el Fondo para la Comunicación y la Educación Ambiental, A. C., opera, desde 2004, el portal www.agua.org.mx y, más recientemente, la aplicación digital Nuestra Agua, mecanismos que en conjunto buscan facilitar el acceso a la información sobre aspectos centrales como ¿cuánta agua hay y en qué se usa?, ¿cuál es la calidad del agua que consumimos?, ¿de dónde viene y a dónde va el agua que utilizamos?, ¿cuáles son los problemas y los riesgos asociados al agua? o ¿qué alternativas tenemos para una gestión sostenible del agua? Son herramientas de extraordinaria trascendencia para que todos los ciudadanos podamos consultar, en una computadora o un teléfono móvil, información útil y práctica que nos permita tomar decisiones que afectan nuestra salud y calidad de vida.
Otros ejemplos ciudadanos destacados son el Índice de Transparencia de los Recursos Naturales y los grupos de monitoreo en los sectores hídrico, pesquero y forestal, proyectos gestados y diseñados por iniciativa de diversas organizaciones ambientales de la sociedad civil, que han logrado posicionar en la agenda gubernamental la transparencia en la gestión de los recursos naturales como un compromiso nacional. En el caso del sector hídrico, estos espacios propician el diálogo y el trabajo entre gobierno y sociedad para mejorar los atributos de la información en torno al agua y promover estrategias y acciones para que el recurso sea accesible en cantidad y calidad para todos los mexicanos.
El agua es vida y constituye el eje esencial de nuestro desarrollo; sin ella no hay futuro para México y millones de niños, como Sonia, embajadores de un destino próspero. Uno que se define en este presente, por nosotros como ancestros responsables. Es hora de reconocerlo. EP
Referencias
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Armienta, M., Cardona, A., Labastida, I., Alfaro de la Torre, C. y Ballinas, M. (2021). Situación de la presencia de arsénico y fluoruro en aguas subterráneas en México. En: Del Razo, L. M., Ledón, J. M. y Velasco, M. N. (coords.). Arsénico y fluoruro en agua: riesgos y perspectivas desde la sociedad civil y la academia en México. Instituto de Geofísica, Universidad Nacional Autónoma de México, México.
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Comisión Nacional del Agua (Conagua) (1 de marzo de 2021). Calidad del agua en México. Gobierno de México. https://www.gob.mx/conagua/articulos/calidad-del-agua
Curiel, P. y Mena, G. (2021). Veneno en mi agua. Data Crítica y Quinto Elemento Lab. https://quintoelab.org/project/veneno-en-mi-agua
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