El Realito, entre dudas y el viento

23 enero 2015

 

Un día de destapes, viento y agua, que pusieron nervioso al presidente, no fueron obstáculo para una pasarela de funcionarios, empresarios, líderes de sectores, funcionarios públicos y los invitados que decidieron empolvarse los zapatos para atestiguar el arranque de operaciones de la presa El Realito.

Después de más de 150 kilómetros de distancia, había que sortear los puntos de revisión y de seguridad y pasar sin que el funcionario que se someta al filtro pudiera perder el pantalón por escanear su cinturón de seguridad y la gruesa hebilla.

Sin señales de internet y telefonía, corrió de silla en silla el nombre del candidato a gobernador que el dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz, identificó como de unidad. El ahora ex funcionario, obviamente, no llegó al evento.

Mientras se sabía el nombre, los “Puma” de Peña Nieto aterrizaron en la cola de la presa de La Muñeca, para sacar ventaja a los 53 kilómetros de camino.

Como a contrarreloj, el presidente saludó de mano, aunque de prisa, para iniciar su evento.

Ya en su silla, Peña dialogó largo rato con Isabel Monroy, su interlocutora más cercana. El gober se quedó en otro extremo.

Los argumentos de los funcionarios estatales para justificar el retraso ya se habían acabado, y los requisitos de turbidez, olor, color y cloro residual, según el discurso oficial ya estaban cumplidos, pero nadie bebió el agua de la planta potabilizadora. Se refrescaron con agua purificada de botellas de una conocida marca. Nada de esos quinientos litros por segundo estuvo en botellitas, pero eso sí, llegó a colonias del sur y del oriente de la ciudad.

Por única ocasión, los tanques de tratamiento y filtración se inundaron, y no precisamente de agua, sino de estado mayor presidencial y Ejército.

Presentados, la mayoría. Nadie se acordó en el discurso de Mario García y José Luis Fernández, los alcaldes de San Luis y Soledad. Alguien reculó, o se le olvidó anotar al presidente del Congreso, Crisógono Sánchez, quien tampoco fue mencionado.

A las palabras de los anfitriones, fue llamada Isabel Monroy. El orador de la Presidencia la identificó como “vecina”. De inmediato reaccionó. Se identificó como vecina, y cronista de la ciudad. La cronista Isabel Monroy puso su parte. El discurso preparado daba por hecho que apenas iba a llegar el agua. Incluso habló de lo que a futuro ocurrirá con El Realito.

El viento sopló y pegó fuerte en las lonas del domo instalado para el evento. Pegó fuerte, porque los domos estaban en la serranía, libres de muros que pudieran obstaculizar su fuerza. La estructura de acero que soportó las lonas, atornillada, se balanceaba y ello hacía pensar que se caería.

Ya en su discurso, entre lonas abombadas con el viento, el presidente comenzó a preocuparse, porque alguien le dijo que ya tenía un día de pie esa estructura.

Cuando superó los nervios, Peña Nieto presumiría que los 132 kilómetros de acueducto, son similares en longitud al Sistema Cutzamala de la Ciudad de México.

Leyó su discurso oficial, dijo lo que tenía que decir, y algunos invitados se ganaron la rechifla, y no era para menos. Fotógrafos de medios masivos encerrados en un corralito, y los invitados presidenciales, dando su espalda, de pie, con iPads, tabletas piratas o de otras marcas y celulares, para tomar la foto del arranque de la planta.

Mientras, Peña seguía nervioso, escuchó a Isabel y veía el domo sacudirse con el viento.

Un rostro de alivio se vio en la cara del presidente. En medio del ventarrón, por fin acabó el evento.

Ya de retirada, cordial, se tomó fotos, mientras aparte, el gobernador esperaba paciente, saludó de lejos a reporteros y aguardó a reencontrarse con el presidente.

Peña avanzó nuevamente, se tomó fotos otra vez y encontró reporteros. Entre los apuros del Estado Mayor para alejar a los medios locales, dijo no a entrevistas, pero en trato cordial. Eso sí, se llevó fotos del recuerdo con algunos reporteros potosinos.


23 de enero de 2015
Fuente: Pulso
Nota de Martín Rodríguez

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