La gobernanza de los recursos hídricos: tecnocracia + sociocracia

29 enero 2013
La importancia relativa de la gobernanza en el ámbito de la gestión de los recursos hídricos y la política de desarrollo territorial ha despertado un interés creciente desde los años noventa. Así, si bien en la Declaración de Río del año 1992 no se hizo ninguna mención explícita a la gobernanza como una condición necesaria para el avance hacia el desarrollo sostenible, diez años más tarde, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo (2002) ya incorporaba el concepto de “buena gobernanza” como un aspecto “esencial para el desarrollo sostenible” . Se consolidaba así la apuesta por la gobernanza como un sistema de gestión, abarcando “los aspectos ambientales, sociales y económicos, así como el papel de las instituciones democráticas como respuesta a las necesidades de la sociedad” (ALLAN Y WOUTERS, 2004). La Conferencia Internacional sobre el agua dulce, celebrada en Bonn en 2001, identificó tres áreas que requerían una acción prioritaria: una de ellas era la gobernanza.

Con la Cumbre de Río+20, celebrada en la ciudad brasileña en 2012, la importancia creciente concedida a la gobernanza ha derivado, en parte, hacia la constatación empírica y generalizada según la cual “la solución a las actuales y futuras crisis del agua no recaen en los avances tecnológicos novedosos o en la proporción de enfoques orientados a generar más recursos, si no en promocionar una mejor gestión de los recursos disponibles”. Según la GWP , la gobernanza efectiva de los recursos hídricos es esencial para resolver la crisis mundial del agua, ya que garantiza el acceso universal a la protección de los ecosistemas acuáticos en paralelo al desarrollo socioeconómico del territorio.

Según Rogers y Hall (2003), aunque no existe un modelo único de gobernanza eficaz de los recursos hídricos, sí que se establecen algunos principios básicos o atributos que se consideran esenciales para que se considere efectiva (MORIARTY ET AL., 2007):

Abierta y transparente: las instituciones vinculadas al sector del agua deben trabajar de forma abierta y transparente, utilizando un lenguaje comprensible para el público general;
Inclusiva y comunicativa: se debe garantizar una participación notoria durante todo el ciclo de gestión del agua, donde las principales partes interesadas puedan mantener un diálogo tanto de carácter horizontal ?al mismo nivel de gobierno? como vertical ?entre los diferentes niveles de decisión;
Coherente e integradora: la coherencia requiere un liderazgo político y un compromiso para considerar todos los posibles usuarios del agua así como las externalidades potenciales en la planificación y ejecución de proyectos y programas;
Equitativa y ética: la equidad entre y dentro de las partes interesadas y grupos de usuarios debe ser monitorizada durante el desarrollo de las políticas y los procesos de implementación;
Responsable: las reglas del juego deben ser claras, asumiendo la responsabilidad de sus acciones; eficiente: los conceptos de eficacia política, social y ambiental relacionados con los recursos hídricos se deben equilibrar con una simple eficiencia económica y

 Sensible y sostenible: la demanda de agua, la evaluación de futuros impactos y la experiencia pasada deben ser la base para la política de aguas, donde la sostenibilidad de los recursos a largo plazo sea el principio rector de toda política.

Autores como Chambers (1997), Rhodes (1997) o Lee (2003) argumentan como, así como existe una apuesta clara para impulsar la gobernanza y la gestión de los recursos hídricos, es evidente que buena parte de los responsables políticos y gestores responsables del sector del agua no están preparados para hacer frente a las nuevas demandas de gobernanza, como los conflictos de mediación, la movilización de las comunidades, la formación de asociaciones, los procesos de diálogo entre los interesados o la participación implícita en diferentes partes del proceso de decisión. Tropp (2007) propone una respuesta a los nuevos retos de la GoRH a partir de la creación de conocimiento nuevo y la capacidad de adaptación a los cambios (Ver Tabla):

La información y la documentación del entorno natural se nutre, básicamente, de las ciencias naturales: la hidrología, la biología, la geología, etc. La información socioeconómica tiene un peso importante en la gestión de los recursos naturales

El reto que debe afrontar la gestión de los recursos hídricos pasa pues por la implementación de la gobernanza como mecanismo de acuerdo y comprensión mutua entre las partes interesadas. Un reto que conlleva implícito la renuncia al monopolio del poder.

En este sentido, tanto la gobernanza como la gestión integrada de los recursos hídricos son fruto de la caducidad de un modelo de gestión y de política basado en el conocimiento técnico como argumento prioritario, si no único, de la defensa de intereses sectoriales. Ante la complejidad y los condicionantes del entorno, la diversidad de puntos de vista sobre el que se lleva considerando interés general y bienes comunes así como el conflicto de intereses persistente y en aumento en el uso de los recursos hídricos, la complementación de la tecnocracia y la sociocracia es imprescindible. La primera debe aportar el conocimiento físico de las variables y la segunda debe adaptarlo según las prioridades de la sociedad.


29 de enero de 2013

Fuente: iAgua.es / Blog de Sandra Ricart

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