La paradoja de la ciudad construida donde hubo un lago
11 septiembre 20178 de septiembre de 2017
Fuente: Huffington Post
Nota: Arturo Páramo
En la actual temporada de lluvias, toda la infraestructura capitalina está destinada para sacar el agua que las lluvias han depositado en la Cuenca de México, esa enorme cazuela rodeada de montañas y donde hasta inicios del siglo XIV solo había un lago.
Una cantidad de bombas, túneles, canales comparados en volumen y complejidad con las de cualquier ciudad costera de Europa, Estados Unidos o Japón, permiten que la Ciudad de México subsista. El descomunal drenaje profundo; su túnel gemelo, el Túnel Emisor Poniente; los grandes emisores que hay debajo de las calles; los canales a cielo abierto; los ríos entubados en el último medio siglo; los vasos reguladores (presas en la zona urbana): todo ha sido insuficiente en las últimas dos semanas para contener el agua vertida desde los cielos.
Las de estas últimas dos semanas distan de ser extraordinarias, pero de acuerdo con el director del Sistema de Aguas, Ramón Aguirre, tienen dos características: han sido puntuales, es decir, azotan en una extensión muy compacta de la Ciudad, su volumen es considerable, y caen en pocos minutos.
No hay recurso monetario que pueda domar a la naturaleza.
Así se han inundado decenas de colonias en Gustavo A. Madero (un cárcamo se desbordó en el cruce del Río de Los Remedios y el Gran Canal), Venustiano Carranza, en donde se inundaron el paso a desnivel en Oceanía y el Circuito Interior, y anegaciones en las pistas del Aeropuerto Internacional; Magdalena Contreras, Álvaro Obregón, Tlalpan, y dos veces en Xochimilco.
Se ha detenido el Metro por inundaciones en sus estaciones de las Líneas 5 y B. El Tren Ligero quedó anegado impidiendo su operación.
En el vecino Estado de México, los municipios de Cuautitlán Izcalli, Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán, Ecatepec y Ciudad Nezahualcóyotl han sufrido severas anegaciones de aguas negras desbordadas de drenajes y de presas que han sido vaciadas intencionalmente para evitar su colapso.
Millones de personas han tenido que echar a andar a pie durante horas para llegar a sus casas, retando a la lluvia, a los encharcamientos y a la inseguridad (se reportó que en Ecatepec los peatones eran asaltados en días pasados mientras caminaban a sus casas, y el pasado miércoles los asaltos se registraron contra automovilistas varados en Periférico Sur) ante el colapso del transporte público o la imposibilidad de avanzar con sus autos.
Las lluvias no son algo inusual en la Cuenca de México. A este enorme cuenco llegaban 45 ríos desde las montañas. Alrededor de la mitad de ellos siguen vivos y la otra mitad son entubados o canalizados al llegar a las partes bajas. Solo el Magdalena, que baja de Los Dinamos, tiene un transcurso en la zona urbana antes de ser cubierto por el asfalto saliendo de Los Viveros de Coyoacán.
El otro gran componente del agua que formaba el gran Lago de Texcoco y sus recodos de Xochimilco, Chalco, Zumpango y Xaltocan eran las lluvias. Esas no han desaparecido.
Los mexicas aprendieron a vivir en armonía con el lago. Construyeron las chinampas usando los mismos materiales del entorno para “fabricar” suelo agrícola. La técnica persiste hasta ahora. Para garantizar la sobrevivencia de La Gran Tenochtitlán se hicieron obras hidráulicas para evitar que las crecidas del lago cubrieran la ciudad.
Fue la lucha emprendida por los españoles de desecar el lago, que duró cerca de cinco siglos, lo que convirtió a la ciudad en una gran paradoja urbana. Para que sobreviva se debe invertir cantidades enormes de recursos para sacar el agua del ahora llamado Valle de México (hay que recordar que era una cuenca) y por una serie de ríos y canales llevarla al Golfo de México.
Lo sucedido en estos días en la Ciudad de México es la dolorosa demostración de que no hay recurso monetario que pueda domar a la naturaleza.
Paradójicamente sucede mientras Houston, la tercera ciudad más grande de la economía más poderosa de occidente, vive una situación similar, aunque más extensa.
Los tiempos en que los gobernantes se calzaban unas botas de hule y salían a recorrer las calles inundadas no están muy lejanos. En 2011, la más reciente inundación sufrida en la capital del país, en El Arenal, el entonces jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, recorrió las calles con su gabinete durante los días que duró la emergencia.
Hasta el mediodía del jueves, el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera, había supervisado los operativos de vigilancia y atención de emergencias desde el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano, mejor conocido como C-5.
Cuando un huracán rompe contra las costas veracruzanas su impacto se sufre en la Cuenca de México.
Desde las pantallas del C-5 ha visto el desbordamiento del agua, autos arrastrados por la corriente, personas atrapadas en sus autos, casas anegadas, a gente que lo ha perdido todo por las repentinas crecidas del agua.
Mancera tenía programado un viaje a Los Ángeles, California, sin embargo, la inminente llegada del huracán Katia a las costas de Veracruz y la situación tras el intenso temblor lo obligaron a mantenerse en la ciudad.
Cuando un huracán rompe contra las costas veracruzanas su impacto se sufre en la Cuenca de México, y se registran grandes precipitaciones que podrían poner una vez más en situación de emergencia a la Ciudad de México.
De acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional para este viernes y sábado se esperan precipitaciones de hasta 75 milímetros (75 litros por metros cuadrado).
La cifra supera en 150% los 30 milímetros que el director del Sistema de Aguas ha reiterado es la capacidad máxima del drenaje de la iudad para desalojar el agua de lluvia.
El agua es la paradoja que cada temporada pone en jaque a la Ciudad.
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