LA SEQUíA Y NUESTRO MéXICO: DARNOS CUANTA DE “LO MERO PRINCIPAL”

10 octubre 2011

10 de octubre de 2011
Fuente: CEMDA (La Crónica de Hoy)
Nota deLuis Manuel Guerra

Los adultos humanos inmaduros reaccionan ante las crisis primero negándolas y luego culpando a alguien ajeno a ellos de la misma crisis. Mientras más inmaduro más niega y más culpa. El ser humano maduro acepta cuando enfrenta una crisis y asume su papel en la solución de la misma. Los mexicanos necesitamos madurar rápidamente si queremos resolver las crisis que actualmente tenemos enfrente. Quitarnos tantas y tantas telarañas que nos impiden ver objetivamente dónde estamos parados y hacia dónde debemos ir. Me preocupa el que tenemos los signos pitados en la pared de lo que realmente importa, “Lo Mero Principal”, como titulé este artículo.

Los Diálogos por el Agua y el Cambio Climático (D4WCC, por sus siglas en inglés) es parte de un esfuerzo de alcance internacional de la Conagua con el que se busca incorporar el tema del agua en las discusiones sobre cambio climático propiciando el reconocimiento de su relevancia como el vehículo de impacto de este fenómeno en los sectores productivos, la salud y bienestar de la sociedad en general.

El Objetivo 6 del Plan Nacional Hídrico 2007-2012 se refiere a prevenir los riesgos derivados de fenómenos meteorológicos e hidrometeorológicos y atender sus efectos; en este sentido, una de las estrategias planteadas se refiere a mitigar los efectos y contar con planes de contingencia, donde se incluyan acciones preventivas y de mitigación de la sequía.

La ocurrencia de la sequía reduce drásticamente los volúmenes de agua almacenados en presas y disminuye la recarga de acuíferos, poniendo en riesgo el abastecimiento de agua potable, afectando las actividades agrícolas, ganaderas, industriales y la generación de energía eléctrica, además del impacto en la flora y la fauna.

En México, el sector agrícola es de suma importancia; las sequías impactan de manera directa por lo que es necesario contar con herramientas que no solamente hagan un diagnóstico de las condiciones en el territorio nacional sino también, con métodos para pronosticar en corto y mediano plazo estas condiciones. Contar con este tipo de información ayudará a implementar políticas y programas más adecuados para la gestión integral del agua.

Un ejemplo de esto es el proyecto de largo alcance denominado “North American Drought Monitor” que tanto Canadá, Estados Unidos y México formulan y publican.

Nuestro país ha padecido los efectos de la sequía a lo largo de su historia. Aún cuando no se conocen con exactitud las fechas en que ocurrieron, se sabe de la existencia de periodos en el México antiguo. Se tiene conocimiento de una severa sequía ocurrida en 1450. “En esos años llovía fuego, se perdían las cosechas y bajaba el nivel de la laguna”.

Diego Durán en su Historia de las Indias de la Nueva España e islas de tierra firme señala que, viendo el rey la mortandad que había, “dioles licencia y permiso para que pudieran salir del reino a buscar qué comer y de esta vez dicen que salieron muchos que nunca más volvieron”.

Hambre, migración y muerte eran el resultado de estos periodos de ausencia de lluvias, que alteraba no solo la actividad agrícola sino la vida misma de las comunidades. Pero, ¿qué es la sequía? ¿cuáles son las causas de este fenómeno natural?

En términos generales se refiere a la percepción que una sociedad puede tener acerca de la ausencia o escasez de precipitaciones pluviales en un periodo y en lugar determinados, respecto a lo que históricamente ha ocurrido. En la región norte de nuestro país, los habitantes piensan que hay sequía cuando deja de llover cinco o seis años. En algunos países, como Francia o Alemania, para que eso ocurra basta con un mes sin lluvias.

La sequía es una condición normal y recurrente del clima. Ocurre o puede ocurrir en todas las zonas climáticas, aunque sus características varían significativamente de una región a otra. No hay que confundir la sequía, que es una aberración temporal, con la aridez, ya que esta última prevalece en las regiones con bajas precipitaciones y es una condición permanente del clima.

La sequía se define como un conjunto de condiciones ambientales atmosféricas de muy poca humedad que se extienden durante un periodo suficientemente prolongado como para que la falta de lluvias cause un grave desequilibrio hidrológico y ecológico. El agua deja de fluir en ríos que normalmente no se secan y los lagos y lagunas se convierten en valles áridos. La vida se complica.

A mayor tiempo sin la presencia de lluvias, la sequía tiende a ser más aguda. Una sequía puede ser incipiente, moderada, severa, crítica y catastrófica. La frecuencia, duración, magnitud, extensión espacial y severidad de la sequía son analizadas nivel de cuenca.

Otros factores climáticos como las altas temperaturas, los vientos fuertes y una baja humedad relativa están frecuentemente asociados con la sequía. Aun cuando el clima es el principal elemento de la sequía, otros factores como los cambios en el uso del suelo (la deforestación, agricultura, zonas urbanas), la quema de combustibles fósiles, las manchas solares, la ocurrencia de El Niño y otros fenómenos, afectan las características hidrológicas de la Cuenca. Debido a que las regiones están interconectadas por sistemas hidrológicos, el impacto de la sequía puede extenderse más allá de Ias fronteras del área con deficiente precipitación.

Las antiguas civilizaciones prehispánicas realizaban estudios de astronomía y astrología para predecir el clima y sus efectos en la producción agrícola. Con la celebración de ceremonias religiosas buscaban atraer buenos temporales. Para prevenir los efectos de la sequía, en algunos lugares hacían terrazas o chinampas, con las que conservaban una mayor humedad en el suelo.

Durante la época colonial se registraron un total de 75 periodos de sequía entre 1521 y 1821. Se sabe de prolongadas sequías en el Bajío y en Coahuila que llegaban a durar hasta cinco o siete años. Los alimentos escaseaban y, por tanto, su precio aumentaba. La falta de alimentos era la causa de epidemias entre la población. La presencia de mendigos y desempleados se multiplicaba en las principales ciudades de la Nueva España. Una sequía en particular se ha caracterizado como la más grave del periodo colonial: la ocurrida entre 1785 y 1786, que abarcó casi todo el territorio novohispano.

Fue la más grave crisis agrícola experimentada por los pobladores de la Nueva España. A partir de ella se desató una espiral inflacionaria que duraría 20 años.

Se sabe que entre 1822 y 1910 hubo 39 periodos secos, aunque se desconoce su duración exacta. En esta época ya se mencionan otros estados del país azotados por las sequías, como Yucatán, Veracruz, Jalisco y Durango, además del Valle de México, Coahuila y el Bajío.

Del total de las sequías registradas durante este periodo, las más graves ocurrieron a lo largo de 1849 a 1852 y en 1891 y 1892. Afectaron particularmente la zona norte del país, provocando una carestía de los alimentos básicos y el aumento en los precios del maíz, frijol y trigo.

En la periferia de la ciudad ocurrió un gran número de incendios forestales. Entre ellos se encuentra el ocurrido en el Desierto de los Leones el mes de abril de 1998. La contingencia ambiental ocasionó crisis entre los habitantes de la ciudad debido a la escasez de agua y a los altos índices de contaminación. Una situación similar prevaleció en gran parte del país. Desde 1996 hasta 2003 han sido años deficitarios en lluvias, por lo que desde 1993 y, en buena medida, hasta la fecha ha sido uno de los periodos más drásticos y prolongados de deficiencia de agua. La sequía en muchas partes del norte aún no termina.

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