- Cultivos entre árboles dispersos (como laurel, guayaba, aceituno, cedro o guachipilín)
- No quema
- Cobertura del suelo
- Siembra directa
- Rotación de cultivos
- Innovación participativa con los campesinos
Fuente: BBC Mundo
19 de mayo de 2009
En una de las zonas más pobres de Honduras, bien puede encontrarse el secreto que salve del hambre y la desolación a miles de familias campesinas en otros países del mundo.
Un método agroforestal, desarrollado a lo largo de varios años con el sudor y el amor de campesinos y técnicos, ha permitido lo que antes parecía casi imposible: que a pesar de los imponentes huracanes que asolan América Central, no se pierdan cultivos.
La importancia del método, llamado "quesungual", quedó en evidencia durante una de las mayores tragedias en la historia de Honduras. Cuando el huracán Mitch asoló el país centroamericano en 1998 dejó a su paso más de 10.000 muertos y destruyó cerca del 40% de todos los cultivos anuales.
Pero en el sur del departamento de Lempira, en el oeste del país, donde se aplicaba el método quesungual, las plantaciones sobrevivieron. Fue entonces que Lempira, a pesar de sus elevados niveles de pobreza, se transformó en despensa de alimentos para el resto del país, enviando toneladas de maíz y frijoles para rehabilitar la producción de granos a nivel nacional.
El método se ha ido diseminando, ya se utiliza en otros países centroamericanos y se ha presentado incluso en África. Con la amenaza de huracanes y sequías más frecuentes debido al cambio climático, dar a conocer el quesungual parece ser más importante que nunca.
"Lo que tiene de novedoso el método es que modifica el concepto de agroforestería tradicional. Se trata de construir un sistema que se asemeje a un ecosistema natural, en el que se dejan los árboles y el suelo tiene cobertura", dijo a BBC Mundo Luis Álvarez, asistente técnico del programa para Honduras de la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
Álvarez, ingeniero agrónomo especializado en suelos en la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, es uno de los técnicos que ha trabajado en el desarrollo del quesungual desde sus inicios en el sur de Lempira.
Un elemento esencial del sistema es que no se talan los árboles, sino que la siembra tiene lugar entre árboles dispersos, que se podan para permitir el ingreso de la luz. La vegetación que se obtiene de la poda, así como de arbustos y residuos de cosechas anteriores no se quema como se hacía tradicionalmente, sino que se fragmenta y se utiliza para cubrir el suelo.
El 78% del territorio de Honduras es zona de laderas, según la FAO, y evitar los deslizamientos es una preocupación clave.
En el quesungual, los árboles con sus raíces "sujetan" el suelo y los cultivos. Y "al estar cubierto el suelo y al haber árboles con diferentes profundidades de raíces, el agua al caer se infiltra, reduciendo la erosión y el riesgo de deslizamientos", señala Álvarez. La disminución de la erosión es dramática: según mediciones de la FAO, se ha bajado la pérdida de tierra por año de 200 toneladas métricas por hectárea a 24.
Al mantener los árboles y eliminar la quema la parcela funciona como un sumidero de dióxido de carbono, ya que las plantas captan el CO2 en la fotosíntesis. "Por hectárea tenemos ocho toneladas de carbono secuestrado a través de las plantas", explica el técnico de la FAO.
La cobertura del suelo es una parte clave de esta tecnología. El rastrojo o los residuos de cosecha se descomponen agregando materia orgánica al suelo, aumentando la fertilidad y fundamentalmente, evitando la evaporación, por lo que se mantiene la humedad.
Conservar la humedad es fundamental en una región que pasa del exceso de agua en invierno a la sequías en el verano. Especialmente en el período llamado "canícula", las lluvias paran entre julio y agosto, causando la pérdida de cultivos. Pero con el método quesungual, "si nos viene una sequía de 40 días se mantiene la humedad en los cultivos durante 40 días aunque no caiga lluvia", señala Álvarez.
La infiltración del agua también significa que aumentan los caudales de los ríos y la recarga de los acuíferos, lo que lleva los beneficios del sistema mucho más allá de la parcela.
En el sistema quesungual no se ara la tierra. Una vez que se podan los árboles y se cubre el suelo, las semillas de maíz se siembran en forma directa con el llamado chuzo, un instrumento que sirve para introducir la semilla en el suelo. Los cultivos más comunes son maíz, maicillo y frijol.
"Tenemos rendimientos de dos toneladas de maíz y una tonelada de frijol por hectárea. Por año se obtienen unos 80 quintales de granos, lo que sirve para la seguridad alimentaria, y también se produce madera para leña".
El "quesungual" es mucho más que una técnica agroforestal, es un método de innovación tecnológica participativa, basado en lo que la FAO llama la "finca humana", con una profunda y constante interacción entre los técnicos y los campesinos.
La importancia de la innovación agroforestal queda claro cuando se piensa que cerca del 50% de la población económicamente activa de Honduras se dedica a la agricultura. Y más del 70% de las explotaciones miden menos de cinco hectáreas.
La historia de cómo nació el sistema quesungual es testimonio fiel del espíritu de innovar junto a los campesinos. El proyecto Lempira Sur, en cuyo contexto se desarrolló el quesungual, se inició en 1988 como respuesta a una sequía tan severa que tenía a la población en lo que la FAO describe como "una situación calamitosa de inseguridad alimentaria".
El 85% de la población en esta parte de Honduras se encontraba bajo la línea de pobreza, agravada por el uso de prácticas inadecuadas de manejo de recursos naturales.
Tradicionalmente la práctica era quemar la vegetación, para aprovechar los minerales provenientes de las cenizas, algo que tiene impacto en el primer año. Posteriormente no surte el mismo efecto y al quedar la tierra al desnudo se pierde la capa fértil y se produce erosión. La falta de regeneración del suelo y los pobres rendimientos obligaban a los campesinos a una agricultura migratoria, buscando constantemente nuevas parcelas.
Durante la sequía del 88 los técnicos de la FAO comenzaron a trabajar con la población local, teniendo en cuenta las prácticas tradicionales. Una de ellas que llamó especialmente la atención de los agrónomos era la costumbre en algunas comunidades de no talar los árboles en las parcelas agrícolas.
Aunque la vegetación se quemaba, los árboles no eran talados de raíz, sino que se podaban sólo hasta cierta altura, lo que se cree era una práctica ancestral de las comunidades indígenas lencas.
Poco a poco, año a año, los técnicos introdujeron junto a los agricultores cada una de las técnicas que hoy conforman el sistema quesungual: no quema, cero labranza, siembra directa, cobertura del suelo, rotación de cultivos.
"Nos costó ocho años llegar al sistema y todavía seguimos agregándole tecnología", señala Álvarez. Finalmente el método fue bautizado por los técnicos de la FAO como "quesungual", en honor a la primera comunidad -de ese nombre- en la que habían observado la práctica de la no tala de árboles.
El método ha tenido un impacto profundo en la calidad de vida de los agricultores, que no sólo tienen ahora seguridad alimentaria sino por primera vez un excedente para financiar la educación de sus hijos.
"Todo el acceso a la educación de los hijos de los agricultores más pobres sale del quesungal. Estos niños antes no iban a la escuela y la FAO misma hizo un proyecto de institutos técnicos comunitarios de nivel medio para dar educación a los hijos de los agricultores más pobres", señala Álvarez.
El programa de la FAO en Lempira sur incluyó un programa de bachillerato en cinco colegios. "Donde no tenían antes más de 40 alumnos ahora tienen 500 en cada colegio. Tenemos gente que ahora son médicos, ingenieros agrónomos, ingenieros forestales."
Para diseminar el quesungal se introdujo la no quema en el currículo de enseñanza media en la zona y hasta se informó sobre el método en los servicios dominicales de las iglesias. Se organizaron incluso ompetencias para determinar el municipio más verde, con menor número de quemas.
Los propios técnicos reconocen que el método puede tener inicialmente algunas desventajas, como la necesidad de mayor fertilizante el primer año hasta que se descomponga la cobertura de biomasa, o el hecho de que los árboles atraen la presencia de pájaros.
Pero los beneficios superan ampliamente las dificultades, según Álvarez. "El año pasado tuvimos en Honduras la que llamamos Tormenta 16, llovió igual que en el Mitch, pero con la técnica quesungal no se perdieron cultivos".
"No tengo dudas de que este método es muy importante contra el cambio climático, para reducir riesgos y para la seguridad alimentaria. He trabajado 20 años en esto y ahora lo estamos llevando a áreas planas, se adapta a diferentes condiciones".
Tal vez el método permita en el futuro la seguridad alimentaria de comunidades muy lejanas a Honduras, igualmente sometidas a los embates de fenómenos climáticos extremos.
Pero desde ya, viendo el cambio en la vida de las familias en Lempira sur, hay algo que parece quedar claro: las raíces de los árboles del quesungual sostienen el florecimiento de mucho más que los cultivos.
Lea el informe de la FAO sobre el método quesungual