¡Que no se vaya al caño!

26 julio 2017

24 de julio de 2017
Fuente: Revista Cambio
Nota de: Sebastián Serrano

Para que el agua de lluvia pueda realmente ser aprovechada en el consumo humano, no debería jamás tocar la alcantarilla. Si deseamos rescatarla tendremos que ser los héroes que actúan desde los techos.

Imagen tomada de la Revista Cambio

Estás atorado en el tráfico, en medio de la tormenta, y observas las enormes gotas de agua que repican en el parabrisas de tu auto y luego escurren hacia el suelo. Te asomas y ves el torrente de agua que fluye por la calle, casi cristalina, como si fuera un río, sigues su curso… ¿a dónde se va?; a la alcantarilla. Estaba limpia, piensas, mientras observas frente a ti el gran arroyo perderse en el drenaje.

Las gotas se deslizan sobre la ciudad dejando su huella. Como si salieran de una gran regadera, la limpian. De golpe te viene a la mente la imagen de ese sábado en el que tuviste que pegarte a la pared a fin de recibir algo de ese misterioso chorro que de golpe se había agotado. Escuchas a la abuela quejándose porque ya no hay agua, sabes que tu hermano ha tenido que ir a bañarse un par de veces a la casa de tus papás porque el edificio llevaba días sin recibir suministro. ¿Y este río de agua que corre por la ciudad durante la lluvia? Se va al caño.

La Ciudad de México fue construida encima de cinco grandes lagos que eran alimentados por 45 ríos ¿Dónde quedaron? Mixcoac, Churubusco, Tacuba, Los Remedios, La Piedad ¿te suena conocido? En época de lluvia casi todos esos ríos retoman su cauce. Sobre las avenidas fluye el agua que luego se expande en las calles de la traza urbana. El asfalto es maravilloso para que escurra el líquido, y qué mejor lugar para desembocar que en el Periférico. El agua permanece estancada en las coladeras que, o son insuficientes o están llenas de basura, y así se forman verdaderos lagos. De este modo, sin darnos cuenta y a causa de ese desarrollo urbano descuidado, hemos provocado que el sueño de muchos urbanistas de avanzada se convierta en realidad: el ansiado regreso a la ciudad lacustre; sin embargo, lo estamos haciendo todo mal.

UNA ECUACIÓN PARADÓJICA

Ante la innegable voracidad de la Ciudad de México y su zona metropolitana por continuar su desarrollo, debemos aceptar que nunca será posible contar con el alcantarillado suficiente para desalojar la lluvia. Durante una tormenta, ingresa al drenaje un volumen diez veces mayor que el que circula normalmente con aguas negras. Si tenemos en cuenta que en la actualidad pululan en la ciudad edificios que crecen como hongos en donde antes había casas, la realidad es que hoy un punto en donde el alcantarillado recibía la descarga de una familia ahora debe soportar la de 20. Es por eso que nunca serán suficientes los 153 kilómetros de túneles del drenaje profundo que tiene la capital mexicana (una distancia que permitiría ir y regresar de Cuernavaca), ni siquiera cuando se inaugure el famoso Túnel Emisor Oriente, obra millonaria y gigantesca que debía haber comenzado a operar desde 2016 y que todavía esperamos.

El verdadero problema es que el agua de lluvia no debería siquiera tocar el caño, pues tendría que ser aprovechada desde los techos, antes de llegar al suelo. De acuerdo con una investigación desarrollada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la cuenca del Valle de México tira al año en el drenaje 629 millones de tinacos de lluvia (629 mm3). Este es un lujo que no se puede aceptar si consideramos que somos una urbe muy sedienta, pues entre los 8 millones de habitantes de la ciudad más otros 14 millones de la zona conurbada que transitan por la gran urbe, consumimos en promedio 200 litros al día.

Quienes tenemos la suerte de contar con un suministro constante y no requerimos pipas, en realidad poco a poco hemos sacado y resecado el agua acumulada durante millones de años en el acuífero de la Ciudad de México. Según información del Sistema de Aguas de la Ciudad (Sacmex), en la actualidad se extrae el agua de pozos que llegan hasta los 450 metros de profundidad, no obstante, al ritmo de extracción que llevamos pronto se tendrá que ir hasta los 900 metros (el equivalente a cinco Torres Latinoamericanas).

Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), esto ha llevado a que el rico y fértil Valle de México tenga una disponibilidad natural de agua de 85 m3/habitante al año, similar a la de países desérticos como Arabia Saudita. Según Federico Mooser, experto en geología, nuestras reservas de agua están contadas y en 30 o 40 años será muy difícil extraer agua del acuífero, ya que los pozos van a ser demasiado profundos y la calidad va a ser pésima.

COSECHAR DE LAS NUBES

Es incomprensible que dejemos ir un recurso que es en origen limpio, aunque al caer arrastre los contaminantes que se encuentran adheridos a las superficies impermeables sobre las que escurre. Estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) han comprobado que en algunos techos se registran valores altos de plomo, así como coliformes generados por las heces de aves, roedores y otras especies de fauna nociva. En el caso de las calles, sobre todo en zonas urbanas, la contaminación es mayor porque se encuentran los químicos, metales e hidrocarburos que se desprenden de los coches; además, hay un mayor arrastre de sedimentos y basuras plásticas.

En un seminario de agua que llevó a cabo la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), escuché que preguntaban de forma recurrente a una de las principales autoridades del sector, por qué no se aprovechaba el agua de lluvia. Su respuesta me sorprendió pues dijo: “¿Usted tomaría un vaso de agua de un charco?”.

Sin embargo, una acción dice más que mil palabras y la mejor réplica la encontré en una CitizSense Night, diálogo ciudadano organizado por MakeSense México, en la que precisamente hablábamos de agua, refugiados bajo carpas, en medio de un fuerte aguacero.

Después de que llovió durante algunos minutos, Enrique Lomnitz, emprendedor social fundador de Isla Urbana, se levantó y llenó un vaso con el agua de un chorro que caía a un lado del techo, se la tomó y repitió el gesto varias veces. Luego aprovechó la situación para explicar uno de los fundamentos del aprovechamiento del agua de lluvia, la teoría del primer escurrimiento (first flus), según la cual si retiramos los primeros 15 minutos de lluvia, el agua que cae después viene prácticamente limpia. Minutos después, un niño de nueve años que estaba entre la audiencia imitó la acción, pero fue a la mesa de las bebidas y puso unas gotas de limón. Al volver nos presumió que  bebía una “limonada de lluvia”. Ese niño sigue sano y salvo, y con un nuevo aprendizaje en torno al agua que puede beber.

Y es que un estudio que realizó la Universidad de California en los Ángeles (UCLA) demostró que las primeras lluvias de la temporada –en México caen entre abril y mayo– son las, que por un lado, limpian la atmósfera; y por otro, las superficies de captación.

Así que en principio no es tan complicado, pero si quieres convertirte en un cosechador pluvial, lo primero que debes aprovechar es el escurrimiento de techos, ya que es la superficie más limpia y controlable. Una vez recibida, se debe realizar un tratamiento básico, a partir de un sistema que permita desviar las primeras lluvias, o un filtro sencillo que quite hojas, ramitas y tierra.

Esta agua se podrá utilizar para descargar el sanitario, limpiar el coche o trapear. Son usos cotidianos en los cuales se puede cerrar la llave y tomar el suministro caído directamente del cielo. Si eres una persona todavía más ahorrativa y quieres remplazar tu consumo de agua durante la temporada de lluvia, también puedes. Después del primer tratamiento es necesario almacenar el agua y luego pasarla por un sistema de potabilización –existen varios equipos en el mercado y a precios accesibles. Con esto, durante la temporada de lluvia que va de junio a septiembre, seguramente vas a recibir un agua con mejor calidad que la del grifo.

Por otro lado, si vives en un edificio relativamente nuevo, es muy probable que tengas ya un sistema de captación. Eso se debe a que la Ley de Aguas de la ciudad de México, en su artículo 125, dice que en todas las nuevas edificaciones que se construyen es obligatorio instalar equipos e instrumentos con el propósito de cosechar el agua de lluvia. El problema es que en muchos desarrollos ponen cualquier cosa para obtener el permiso de construcción y luego nadie revisa que realmente exista un sistema instalado y en operación. Por eso te aconsejamos revisar bien que lo que dicen que existe en tu edificio realmente funcione.

Lo interesante de esto es que se puede captar un volumen importante de agua de lluvia en las casas, aunque mucho más en los centros comerciales e incluso en las industrias. En análisis realizados por la empresa Soluciones Hidropluviales, se ha calculado que si un centro comercial aprovecha el agua de lluvia durante la temporada, puede llegar a remplazar el 80 % del consumo, con ello ahorraría  hasta 70 000 pesos al mes. De igual forma, en las industrias que por lo general padecen inundaciones, si en vez de tirar el agua de tormenta al drenaje, se aprovechara, se podrían conseguir ahorros importantes al remplazar el suministro utilizado en procesos que involucren a las torres de enfriamiento o calderas.

Ya pasó la tormenta y el tráfico empieza a fluir, este tiempo te sirvió para reflexionar cómo aprovechar el agua de lluvia en el techo de tu casa, en tu oficina y en el centro comercial al que vas.  ¿Y el agua que escurre por la calle? Esa también se puede limpiar, almacenar e infiltrar a fin de recargar los mantos acuíferos, de donde sacaremos el suministro de agua cuando haya pasado la temporada de lluvia. Así como existen pozos cuyo propósito es extraer el agua, también hay otros para regresarla. Pero esa es otra historia que pronto te compartiré.

4 PASOS PARA COSECHAR LLUVIA

1. CAPTA. Localiza las bajadas pluviales y si todas se junta en un mismo punto, vas a poder captar mucho. Si no vas a tener que elegir la bajada pluvial que esté más cerca al punto en donde vas a utilizar el agua: jardín o patio de ropa, suelen ser los mejores.

2. FILTRA. Puedes conseguir un filtro sencillo o un dispositivo para desviar los primeros 15 minutos de lluvia, para asegurar que le quitas la mayor suciedad.

3. ALMACENA. Después del sistema de tratamiento requieres un sistema para almacenar el agua, hay tanques desde 200 litros hasta un tinaco de 1 000.

4. POTABILIZA. En el mercado hay sistemas ya estructurados que vienen con los filtros de carbón activado y multicama (para retirar metales, materia orgánica y otros nutrientes) y un sistema de desinfección por lo general una lámpara UV, ozono o iones de plata.

¿DÓNDE BUSCAR AYUDA?

Soluciones Hidropluviales: es un emprendimiento social que integra sistemas y generación de proyectos a gran escala, como centros comerciales, industrias, condominios, edificios o desarrollos municipales.

Isla Urbana: Organización civil que ofrece sistemas sencillos para casa y cuenta con un grupo de instaladores.

Sistemas Pluviales: Empresa que brinda equipos y soluciones completas para edificios, almacenes y casas grandes; ofrecen sistemas automatizados.

Cántaro Azul: Fundación que desarrolló sistemas con el propósito de aprovechar el agua de lluvia en comunidades rurales y escuelas.

Cidecalli: Es el centro de estudios de la Universidad de Chapingo en donde han elaborado manuales a fin de aprovechar el agua plivial, y ofrecen también sistemas para aprovechamiento rural.

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