Somos Agua, Expo Zaragoza
11 septiembre 2008Publicado: 18:18 10 de septiembre de 2008
A lo lejos, por la ventanilla del tren AVE, distingo los primeros indicios de que he llegado a mi destino: la ciudad de Zaragoza, España. La emoción continúa anidada en la boca del estómago desde el día en que recibí la invitación del despacho de Zaha Hadid a la inauguración de su Pabellón Puente en la Expo Agua y Desarrollo Sostenible.
La ciudad está de fiesta y en las calles se instala el caos. Elementos de seguridad recorren las avenidas; patrullas por doquier, camiones que rebosan de gente. Zaragoza logró imponerse como sede el 16 de diciembre de 2004 sobre Tesalónica, Grecia, y Trieste, Italia, tras el fallo del Bureau International des Expositions (BIE), organización ubicada en París que concentra 98 naciones con el fin de supervisar las exposiciones temáticas —de naturaleza no comercial— más importantes del mundo.
Los alrededores del recinto, terrenos con grúas y edificios a medio terminar, denotan una ciudad perfectamente planeada para el auge empresarial y urbano, lo que también proyecta a la capital de la comunidad autónoma de Aragón de 650,000 habitantes como un destino turístico de primer nivel.
Primera gota
Es viernes, la inauguración oficial de la Expo. El Rey Juan Carlos de Borbón y el presidente Rodríguez Zapatero son los invitados de honor. No sé si alcanzaré a verlos. Soy un punto entre los 40,000 periodistas registrados para los tres meses que durará el evento. “Por favor, les pido su paciencia” alcanzo a oír en el fondo. “Es que se cayó el sistema” refunfuña un periodista marroquí. Después de cuatro horas de espera, rodeada de franceses, españoles e ingleses obtengo mi acreditación de prensa.
¡Epa, hoy es tu día!
El sábado, con tripié al hombro y cámara lista empiezo a recorrer la inmensa explanada del recinto. El olor a pintura fresca predomina y resulta triste encontrar algunos pabellones cerrados, como los de Marruecos y China. La infinidad de estilos e ideas se dirigen al líquido que tomamos para vivir. Esta contemplación silente sólo es interrumpida por una sorpresiva caravana comandada por el Cirque du Soleil.
A un costado, amenazante, el río Ebro —el segundo más caudaloso de la Península, después del Tajo— reforzó su protagonismo días antes ya que estuvo a punto de desbordarse, lo que me hace recordar las palabras de José Ángel Biel Rivera, vicepresidente de Aragón, quien ante las incesantes preguntas de los reporteros, expresó: “Simplemente, el río también quiso ser parte de esta gran expo mundial del agua”.
Al revisar mi acreditación, me recibe un efusivo policía: “¡Epa, hoy es tu día!”. Sonrío. Cada uno de los 106 países tiene un día asignado y justo hoy, el presidente Felipe Calderón inaugurará el Pabellón México: somos agua.
Contrario a mis expectativas de encontrar referentes folclóricos, una sobria fachada monocromática resalta por su elegancia. Entre gritos de emoción, coros de mariachi y fuertes empujones, el presidente logra cortar el listón. No hay foto oficial. Y es que para sorpresa de muchos, el pabellón mexicano es uno de los más visitados. Dividido en cuatro etapas, pueden apreciarse imágenes de paisajes acuáticos mexicanos en una pequeña sala con sillones blancos y una enorme pantalla circular en el techo, o bien reflexionar sobre la creación de la vida en un estrecho pasillo azul con pantallas colgantes.
Caracterizándose por su armonía y sencillez, el lugar me parece sobrecogedor. Jesús Rojo, comisario responsable del pabellón, y la arquitecta Tatiana Bilbao, se sienten orgullosos: “Mi arquitectura es siempre funcional, más allá de la estética”, afirma Tatiana.
Frente a Zaha
El gran momento llega. Falta una hora para la conferencia de prensa de Zaha Hadid. El salón designado es el más grande; algunos camarógrafos hacen pruebas, y en el fondo, un joven treintañero, nervioso y pensativo quita y pone papeles sobre las sillas. El acento británico delata su origen: sospecho que podría ser parte del equipo de la arquitecta. “Disculpa, ¿cómo te llamas?”, pregunto. “Davide Giordano”, responde. Las coincidencias suceden. Luego de un año de trato a distancia, aquí está, justo frente a mí. Davide recuerda perfecto a Obras y mis varias decenas de correos electrónicos. “Zaha se encuentra raramente de muy buen humor, espero que la prensa la mantenga así”, confiesa. Mientras todos toman posiciones, los murmullos cesan. Ahí está ella. Entra elegantemente vestida de negro, seria, con ese aire de diva que la caracteriza. Viene acompañada de Patrik Schumacher, su incondicional socio.
En seguida, Eduardo Ruiz de Temiño, director general de Construcción de la Expo, lee el currículo de la única Pritzker. Mientras tanto, Hadid ríe; juega con su llamativo anillo de plata el cual asemeja uno de sus peculiares diseños. Luego de varios intentos de los encargados de logística por encontrar el canal de inglés en el sistema de traducción simultánea, Zaha logra comunicarse. Habla del proceso de imaginar, bocetar, llevar a cabo sus complejas obras y sobre el continuo aprendizaje que cada nuevo proyecto trae consigo.
“¿Qué es lo que más disfrutas de la arquitectura?”, se oye con eco en el salón. “La palabra disfrutar no existe en la arquitectura —responde entre risas—. En momentos como éstos, cuando todo parece salir mal, el río sube su cauce y las cosas se complican, no lo disfrutas; aunque he de admitir que cuando lo ves terminado, comprendes por qué haces esto”.
Está frente a mí esa gran mujer a quien admiro. Sin pensarlo mucho levanto la mano y me pasan el micrófono: “¿Tiene algunos proyectos en proceso en México?”, pregunto. Sin dejar de jugar con su anillo ella responde sin prisa: “México. Realmente me gusta ese país. Admiro su corriente arquitectónica desde hace 20 años”. Recorre la sala con la mirada y dice: “Todos deberían de voltear a ver a estos países, tan llenos de color, magia y minimalismo constructivo. Hice el proyecto de un hotel, precioso —refiriéndose al que formaría parte del conjunto JVC de Guadalajara— y una casa en Monterrey. Desgraciadamente, ninguno de los dos se hizo, pero le tengo muchas ganas a México. En serio”, y sonríe en complicidad de su socio, terminando así su presentación.
Sobre el Ebro
A pesar de haber visto hasta el cansancio los renders en la redacción de Obras, el Puente es impresionante en vivo. Con una longitud de 260 metros y entre 8 y 30 de ancho, está delante de mí uno de los proyectos más ambiciosos y complicados de la Expo. El estilo particular de Hadid queda en evidencia en las curvas y las formas orgánicas. Este pabellón-museo es la única construcción en España cuyos pilotes de cimentación alcanzan la profundidad de 72.5 metros.
Albergando la exposición Agua Recurso ÚNICO, el puente se divide en tres: Unicidad del Agua, Crisis y Gobernabilidad del Agua, y Agua como Derecho Humano. Es importante recalcar que esta obra contó con la participación de Ralph Appelbaum Associates, firma responsable de más de dos centenares de museos, espacios conmemorativos y de patrimonio cultural, historia social e historia natural en más de 50 ciudades de todo el mundo, en las últimas dos décadas.
Más adelante, un edificio simula una cesta de mimbre. Es el pabellón de Aragón, el anfitrión. Y cómo tal, derrocha grandeza. La estructura de paneles de vidrio entrelazados roba miradas; además de su función estética, el material detiene las radiaciones solares gracias a las complejas inclinaciones dispuestas para ello. Notorios en su coronamiento, los paneles fotovoltaicos son responsables del autoabastecimiento energético. Rodeada por espacios verdes, la “canasta de frutas” se protege del calentamiento y puede mantenerse fría en forma natural hacia su interior.
76 metros de H2O
Al fondo de cada foto que tomo insiste en aparecer una estructura formada por triángulos de 30 y 60º: la Torre del Agua. Es imposible no voltear a verla, pero su lejanía hace que posponga su visita; “Tal vez al rato”, pienso. Tengo que ir a ver qué hay dentro de ese enorme cuerpo acristalado cuya planta tiene forma de gota. Conforme me acerco, la torre asume una forma diferente, gracias a su estructura poligonal irregular que permite vistas asimétricas dependiendo de la posición desde donde se mire. Luego de caminar por los 161 metros de la pasarela que la conecta con el recinto, muy cansada me pregunto si realmente vale la pena.
La entrada —el sótano— muestra una exposición sobre Agua para la Vida que no despierta mi curiosidad en comparación con las otras puestas en escena. Rampas helicoidales de ascenso y descenso y un conjunto de escaleras mecánicas, llevan a los visitantes a la siguiente etapa. Mientras subo, rodeada de una estructura metálica blanca, cada vez se puede oír más fuerte una música ambiental simulando gotas de agua. Un túnel negro me lleva con una de las voluntarias que repite incesantemente lo mismo: “Ésta es su oportunidad de bajar. Una vez que decida subir las siguientes rampas, no podrá bajar hasta haber llegado a la azotea; si usted se encuentra cansado, le recomendamos terminar aquí su camino”. No entiendo: ¿Qué puede haber dentro de aquella gigante estructura hueca? La respuesta aparece sorprendente ante mis ojos: me resulta imposible no quedar atónita ante el Splash, una majestuosa escultura que parece estar hecha de mercurio simulando la caída libre de una gota y su reacción ante el golpe con el piso. Siento como si sus pequeñas salpicaduras me empaparan.
A nosotros sí nos va a ir bien
De regreso a la estación del tren no dejo de preguntarme qué pasará con esa Expo efímera después de su clausura el 14 de septiembre.
El taxista parece leer mi mente: “A nosotros, no nos va a pasar lo de Sevilla 92. Esta vez el gobierno y los organizadores ya pensaron el uso que le darán y no se quedará abandonado como pasó allá hace 16 años. A nosotros sí nos va a ir bien”, dice con marcado acento.
Quizá tenga razón. Existe un plan post Expo. Los pabellones heredarán la esencia de su estructura para este nuevo proceso cuyo proyecto de reacondicionamiento está bajo las riendas del Estudio Lamela y el Estudio Mater de ingeniería y arquitectura. Por su parte, la comercialización de espacios avanza gracias a consultorías internacionales como Jones Lang LaSalle y King Sturge.
En rueda de prensa, José Luis Murillo, director general de Recursos y Medios de la Expo, confirma dichas especulaciones: “Ya tenemos comprometida más de la mitad de los 167,568 m2 de superficie disponible a empresas como la RTVE, Seguros DKV y Grupo Jorge, entre otras”, declaró. El objetivo se está cumpliendo, cada vez se amortiza más la inversión gracias a la fuerte comercialización del recinto. Claro está que constantemente nos recuerdan que no debemos perder de vista que el único protagonista de Zaragoza 2008 es el agua, y su único fin, el cuidado del medio ambiente.
Termina mi viaje y reviso lentamente mis fotos. Mis recuerdos fluyen. Un sensación nueva de nostalgia y asombro por la capacidad que tiene el hombre de crear me embarga. El agua, toda, me cabe en los ojos.