El agua y el Bicentenario

20 septiembre 2010

19 de septiembre de 2010

Fuente: La Crónica de Hoy

Por Luis Manuel Guerra

¿Qué conexión hay entre el agua en nuestro país y las celebraciones por el Bicentenario de la Independencia?, se preguntarán, querida, querido lector. México estaba en 1810 en medio de una sequía prolongada que había devastado la producción agrícola de la Nueva España. Aunada a la incertidumbre y enojo de los criollos por la ocupación francesa de España, el hambre entre los indígenas alcanzaba ya a los mestizos.

El México seco necesitaba sólo una chispa para encenderse. El Grito de Dolores fue esa chispa. A partir de entonces, los destinos de nuestra Patria han estado indefectiblemente ligados al agua. Cien años después del Grito de Dolores, una nueva sequía aquejaba a México. El resultado lo conocemos. Doscientos años después, precisamente en las conmemoraciones de ese grito emblemático, el agua sigue marcando nuestro destino, esta vez por el exceso de agua: mientras escribo estas líneas, dos días después de las celebraciones, más de cuatrocientos mil compatriotas están damnificados por inundaciones inusitadas.

Anteayer, el viernes 17 de septiembre, se declaró una alerta en la Ciudad de México por la posibilidad de que el huracán Karl llegara a la capital de la República. Situación impensable hace apenas unos años. En este mismo año del Bicentenario, en febrero, en plena época de estiaje, copiosas e inusitadas lluvias en el centro el país causaron estragos en el Valle de México. Nuestra historia es la historia de nuestra relación con el agua. Ya en 1802 lo predijo el primer naturalista del planeta, Alejandro de Humboldt: “Los mexicanos parecen estar en pie de guerra contra el agua. Esta guerra la van a perder tarde o temprano”. Él se refería a nuestra obsesión con las inundaciones en el Valle de México, y nuestra decisión de que la forma de controlarlas es sacándolas de la cuenca a como dé lugar. Yo la extrapolo a nuestra obsesión con habitar zonas inundables en Tabasco o construir hoteles sobre las dunas de arena en la Riviera Maya, o permitir desarrollos habitacionales dentro de las barrancas de las grandes ciudades.

Afortunadamente, por primera vez desde nuestra Independencia de España, en este año del Bicentenario se establece un ordenamiento ecológico para el manejo hídrico del país.

“A esto nos convoca el Presidente de la República, a través de la Agenda del Agua 2030, para lograr la sustentabilidad hídrica, la recarga de acuíferos y el equilibrio de las 13 regiones hidrológico administrativas”, establece la Comisión Nacional del Agua

La agenda busca que para el 2030 haya un México con ríos limpios, con cuencas en equilibrio y libres de contaminación, con cobertura universal de agua potable y seguridad ante fenómenos naturales y los efectos del cambio climático.

Dicha agenda se construirá a través de mecanismos de consulta que favorezcan que todas las organizaciones y personas involucradas en la gestión y uso del agua compartan una comprensión adecuada de la problemática del agua, y que partir de ello se defina una estrategia clara para los próximos veinte años.

Es la primera vez, como comenté arriba, que México cuenta con una política de manejo del agua a mediano plazo, veinte años. Me llamó la atención, y lo quiero compartir contigo, que empezamos por fin, después de más de doscientos años de las opiniones de Humboldt, a planear, conforme a las realidades ecológicas de nuestro país, nuestra relación con el agua.

También, por primera vez, reconocemos que no es sólo a través de la construcción de presas, drenajes profundos, colectores impresionantes, como podremos manejar sabiamente el agua que tenemos, y que tendremos con grandes modificaciones en las próximas décadas:

“La política hídrica del país no puede reducirse a construir infraestructura para incrementar la oferta de agua, sino que debe proponerse alcanzar la sustentabilidad hídrica para que esta generación entregue a la siguiente un México con agua suficiente y libre de contaminantes”.

“También cuencas en equilibrio, tanto en aguas superficiales como subterráneas, para garantizar el vital líquido durante los períodos de sequía”, establece la Agenda del Agua 2030, añadiendo que en las poblaciones, el agua potable deberá mejorar la calidad de vida y la salud de las personas.

Es fundamental el que esta Agenda promueva el ordenamiento de las ciudades para evitar el riesgo de sufrir inundaciones; por lo que debe trascender administraciones federales, estatales o municipales y superar diferencias partidistas e intereses particulares.

El actual director general de la Comisión Nacional del Agua, Conagua declaró en este año del Bicentenario: “Resulta evidente, en los albores del Siglo XXI, que nuestro modelo de desarrollo hídrico ha llegado a su límite. Crecimientos urbanos desordenados, degradación de cuencas, sobreexplotación de acuíferos, contaminación y los efectos del cambio climático, entre otros factores, nos hacen más vulnerables, el día de hoy, frente a sequías e inundaciones”.

Señaló que la política hídrica de la administración del presidente Felipe Calderón, está orientada fundamentalmente a la sustentabilidad, que implica el uso eficiente del agua y el fortalecimiento de la recarga de acuíferos y del equilibrio de sus cuencas; promover la autonomía y el fortalecimiento de los organismos operadores municipales para garantizar el incremento de capacidad de los sistemas de suministro, de drenaje y de tratamiento y reuso de aguas residuales.

Pero también, como está establecido en Programa Nacional Hídrico 2007-2012, busca impulsar el fortalecimiento institucional adecuando la normatividad con una nueva cultura que propicie buenas prácticas individuales y colectivas en el uso del agua.

Ya era hora de hacer las paces con nuestra agua y no combatirla fútilmente. Humboldt nos sonríe, por fin.

quimicoguerra@gmail.com

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