Si el agua suena… basura lleva

25 julio 2016

¿Qué más necesitamos vivir para hacer conciencia sobre las inundaciones, grave problema para los asentamientos humanos en materia de pérdida de vidas, patrimonio e infraestructura?

De entrada, llevamos las de perder a pesar de tratarse de un recurso vital. En los inicios de la civilización, muchas comunidades —origen de ciudades medias y grandes— fueron levantadas en las riberas o sobre cuerpos de agua, debido a su utilidad como materia prima, pero que hoy día por el mal diseño urbano y un sistema de saneamiento deficiente, significa un riesgo inminente de desbordamientos.

De entre los factores causantes de la acumulación y crecida del agua que, per se es un problema que se multiplica velozmente, está el de las miles de toneladas de desechos sólidos generadas día a día, las cuales no sólo contaminan los suelos y el aire, sino que, irónicamente, también inundan ríos, obstruyen drenajes y tapan alcantarillados.

Así, debido al cambio climático, las temporadas de precipitaciones son cada vez más variables en cuanto a cantidad y duración, así como impredecibles en la magnitud de daños. Recordemos los estragos causados en algunos estados de la Unión Americana en mayo-junio de este año. Esta semana, las intensas lluvias que han caído al norte y centro de China ya han ocasionado alrededor de 111 muertos y 110 desaparecidos.

Para no ir más lejos, el lunes pasado el poniente de la Ciudad de México (Santa Fe-Cuajimalpa e Interlomas-Huixquilucan) fue golpeado por una tromba, provocando que se desbordara el río La Coyotera. Aguas negras y pluviales inundaron estacionamientos de varios edificios, afectando también a decenas de casas y de vehículos atrapados.

La mezcla lluvia-basura fue fatal, afortunadamente no letal, lo cual debería no sólo encender los focos rojos sino que también acelerar la marcha para prevenir que suceda en otras zonas de la capital del país, incluso, en otras urbes, sabiendo que estamos en temporada de huracanes, y por ende, de lluvias en la mayor parte del territorio nacional.

Tomemos en cuenta que, según los datos más recientes del Inegi (2014), a nivel nacional se recolectan diariamente más de cien mil toneladas de basura.

No busquemos un culpable. Son varios. Están las autoridades de administraciones pasadas y actuales encargadas de los servicios hidráulicos y de saneamiento, las cuales a todas luces no realizaron óptimamente su trabajo.

Los rellenos sanitarios están rebasados, o han cerrado, o los clausuraron por deficiencias en su operación, o por no cumplir con las normas ambientales correspondientes.

Sumemos camiones recolectores insuficientes y deficientes, además de contaminantes. En las calles, los contenedores son tan pequeños que rebasan su capacidad en poquísimo tiempo y como la basura se amontona en el suelo, inexorablemente parará en las coladeras.

Sí, las comparaciones son odiosas, pero en ciudades estadunidenses como Chicago y Washington, en cada esquina hay grandes contenedores con entradas para separar los residuos sólidos: basura inorgánica, orgánica (o biodegradable para composta) y vidrio, plástico y otros materiales reciclables.

Pero somos los ciudadanos, culpables de casi todos nuestros males.

Sin el menor pudor arrojamos basura a través de la ventanilla del auto; bajo la ley del menor esfuerzo o que se friegue el otro, dejamos montones de bolsas apiladas en las calles —pase o no el camión a recogerlas— o bien, ya se hizo costumbre tirar bultos y otros desperdicios en barrancas, carreteras o donde caigan.

El caso Santa Fe-Interlomas es ejemplo de lo anterior. Resulta que poco más de 100 toneladas de basura acumulada en la barranca del río La Coyotera fueron las causantes de su desbordamiento. Hasta colchones y sillones había.

El reto de mantener limpios afluentes y barrancas, además de drenajes desazolvados para evitar inundaciones, se antoja monumental e imposible por cuestiones tan simples como falta de recursos, descoordinación entre las autoridades y escasa o nula participación ciudadana.

Pareciera que nos gusta —o ya nos estamos acostumbrando— a vivir o nadar entre la basura, sin pensar por un segundo que solitos estamos dañando nuestro patrimonio.

Somos una sociedad que lejos de reducir/reutilizar/reusar, consumimos y desechamos a tontas y a locas. De seguir así —por lo menos— depositemos la basura en su lugar. Mínimo.


25 de julio de 2016
Fuente: Excélsior
Nota de Lorena Rivera

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