En África hay tres veces más móviles que grifos de agua potable
19 junio 201718 de junio de 2017
Fuente: La Vanguardia
Nota: Juan Pedro Chuet-Missé
Vaya paradoja: en África hay tres veces más personas con móviles que las que tienen acceso a agua potable y retretes. Uno de los problemas de esta situación es el coste de la infraestructura: la explosión de las comunicaciones llevó a las compañías a apostar por sembrar de redes y antenas en los grandes núcleos urbanos, y el descenso de los precios de las terminales llevó a que un producto considerado de lujo hace 30 años ahora sea accesible con poco dinero.
Actualmente el 93% de los africanos tienen un servicio de telefonía móvil, pero sólo el 30% puede disfrutar de un derecho básico como es el acceso a unos sanitarios con agua corriente y el 63% puede recibir agua potable de una cañería, según estadísticas del Consejo Mundial del Agua (WWC, por su siglas en inglés). Este organismo calcula que alrededor de 320 millones de subsaharianos no pueden beber agua potable.
El problema es más grave en el África subsahariana
En África hay dos realidades geográficas: mientras que el Norte del continente cuenta con un 90% de población con acceso al saneamiento hídrico, en la región subsahariana este índice cae al 30%, indica la ONU. Por países, las poblaciones más afectadas por la falta de acceso al agua potable son las de Madagascar y República Democrática del Congo (52%), Chad y Mozambique (51%), Angola (49%) y Guinea Ecuatorial (48%).
No se trata sólo de tener agua para beber, sino también de contar con infraestructuras para tratar las aguas residuales, uno de los grandes focos de concentración de enfermedades y causal de muertes en el continente. Esta aguas son una combinación de diversos elementos: las aguas negras de efluentes domésticos (heces, orina y lodos fecales), las aguas grises (que provienen de los baños y las cocinas) y las que son expulsadas de los comercios y las industrias.
En África, como en gran parte del tercer mundo, estos líquidos no cuentan con el tratamiento adecuado: el Informe del Desarrollo Mundial del Agua de la ONU precisa que el 70% de las aguas residuales son tratadas en los países desarrollados, pero sólo el 8% cuentan con un proceso de recuperación en los subdesarrollados. Es una obviedad, pero es así: si no se puede acceder al agua potable, es menos posible que haya infraestructura para tratar las residuales.
Aguas residuales y explosión demográfica
Las aguas residuales son la puerta de entrada de enfermedades como el cólera o la disentería, y lleva a que las personas infectadas de Sida no tengan forma de combatir la enfermedad. Según la ONU, 115 africanos mueren cada hora de enfermedades relacionadas con la falta de saneamiento o la escasez de agua potable.
Este problema se agrava con la explosión demográfica que sucede en varias regiones del continente. África cuenta con más de 1.216 millones de habitantes, pero el número subirá a 2.069 millones para el 2050, al contar con una tasa de crecimiento del 2,6% (en contraste con el 1,2% de la media mundial).
El urbanismo de ciudades como Lagos, Dakar o El Cairo crece de forma descontrolada y esto lleva a la formación de barrios marginales donde se agrava la falta de infraestructura hídrica. Según la ONU, para el 2020 uno de cada tres africanos vivirá en uno de estos barrios de chabolas.
En las comunidades rurales más de una cuarta parte de la población necesita al menos media hora en ir en busca de un grifo que pueda proveer agua. Pero no sólo se necesita para beber, sino también para los cultivos. Por ejemplo, para producir un kilo de trigo se requieren mil litros de agua. Entre el avance de la desertificación y la falta de acceso al líquido vital, muchas granjas se abandonan y los habitantes de las comunidades rurales migran a las grandes ciudades.
A nivel más amplio, la falta de agua deriva en movimientos migratorios hacia otros países de la región y es uno de los motivos de conflictos políticos entre las inestables naciones del continente.
En África hay potencial hídrico
Según el WWC, entre el consumo personal, el industrial y el agrícola, cada persona del mundo necesita 1.000 metros cúbicos de agua al año. Las estadísticas marcan que África tiene un potencial de seis veces esta cifra: 6.430 metros cúbicos por persona y al año.
Pero son puros números: porque sin las infraestructuras adecuadas, no hay manera de aprovechar con eficacia al caudaloso río Congo o la reserva de los Grandes Lagos.
Según Benedito Braga, presidente del WWC, se requieren inversiones por 650.000 millones de dólares hacia el 2030 para garantizar la seguridad universal del agua.
El problema es la gestión de los fondos: la ONU afirma que África “carece de capacidad institucional, financiera y humana para gestionar el agua. La situación se ve agravada por la competencia por los fondos públicos entre sectores y la carga de deuda pública en la mayoría de los países”. Otro de los factores es la “falta de coordinación entre las autoridades” y la existencia de “personal inadecuado” en los departamentos gubernamentales a cargo de las políticas medioambientales.
El largo historial de proyectos frustrados
África cuenta con un largo historial de proyectos que no aportaron las soluciones adecuadas. Egipto cuenta con el Nilo como su milenaria fuente de vida. El río atraviesa once países, y con uno de ellos, Sudán, se estuvo más de una vez a punto de ir a la guerra por la administración de los recursos hídricos. Entre ambas naciones firmaron en 1970 un acuerdo para construir el canal de Jonglei, pero tras más de 100 millones de dólares gastados, sigue sin terminarse. Etiopía quiere construir embalses para obtener agua del caudaloso río, pero Egipto se niega porque le cortaría el suministro.
Este país cuenta con la gigantesca represa de Asuán, de cien metros de altura y cuatro kilómetros de extensión. Esta obra evita las periódicas crecidas, pero el limo, el sedimento vital para la fertilidad de los huertos, queda estancado y causa que los cultivos sean más pobres, y que el agua que se acumula en el curso superior sea de peor calidad por la putrefacción. Esto genera el retroceso del Delta del Nilo y la muerte de especies como la sardina.
Chad quiso aprovechar el potencial del lago que bautizó al país, pero en la década de los ’60 realizaron un estudio ambiental en sólo tres semanas, y las consecuencias están a la vista: el lago pierde dos metros anuales por evaporación, los caudales de los ríos Logone y Chari se redujeron a la mitad, y hay barcos que yacen, como esqueletos, a varios kilómetros de las orillas.
Otros problemas son causados por las empresas proveedoras de agua y las presiones de los organismos de crédito. En Sudáfrica la privatización del servicio de agua llevó a que muchas familias no pudieran acceder al servicio por falta de pago. Esto causó que en la provincia sudafricana de Kwazuli-Natal unas 100.000 personas contrajeran el cólera entre 2000 y 2001, describe Intermón Oxfam en ‘El secuestro del agua’, y en Johannesburgo las personas arrancaran los contadores para no sufrir el corte de servicio.
Por la privatización, en Kenia el litro de agua cuesta el doble que el de gasolina, y la negativa del gobierno de Guinea Ecuatorial a renovar el servicio de agua a una empresa francesa, en 1999, provocó que el Banco Mundial y el FMI corten la línea de créditos y ayudas a este país.
Hay recursos naturales para resolver el problema del agua, pero falta la voluntad política y una correcta asignación de los recursos para que la población del continente pueda beber un vaso del grifo o realizar sus necesidades sin riesgos de contraer una infección.
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