Agua: derecho humano básico

03 abril 2009

Fuente: Cambio

1° de Abril de 2009

El Quinto Foro Mundial del Agua, celebrado en Estambul, Turquía, el pasado mes de marzo, congregó a más de 20 mil personas, donde acudieron representantes y expertos de más de un centenar de países, que debatieron durante una semana diferentes temas relacionados con la crisis que plantea la falta de acceso del vital líquido de millones de personas en todo el mundo para la subsistencia. El encuentro fue convocado por el Consejo Mundial del Agua, con sede en Francia, cuyo financiamiento procede principalmente de la industria del agua.

En medio de la crisis profunda del sistema capitalista y la certeza de que las políticas globalizadoras han provocado una ampliación de la brecha entre pobres y ricos, el futuro manejo del agua representa una posibilidad para comenzar a corregir el rumbo de catástrofe que en el presente lleva la humanidad.

Cabe recordar que sólo el 2.5 por ciento del agua del planeta es dulce, y de ella, menos de la mitad está en condiciones de ser utilizada por los seres humanos para cubrir sus necesidades elementales. Las Naciones Unidas estiman que más de un millón 200 mil personas, en especial en América Latina, Asia y África padecen en diversos grados la escasez de agua. Si no se toman medidas urgentes, dentro de 25 años, una de cada tres personas en la Tierra tendrá poca agua o no conseguirá siquiera acceder al mínimo necesario para sobrevivir.

En el marco de este foro, 20 países firmaron una declaración en disidencia para reafirmar el principio de que el acceso al agua potable y su saneamiento constituye un "derecho humano básico", más que una "necesidad humana" como afirma el texto oficial que impulsaron los Estados Unidos, Brasil y Egipto, entre otros países. Entre los gobiernos que suscribieron esta declaración en disidencia, están Bolivia, Cuba, Ecuador, Chile, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Venezuela y España y se esperaba que se sumaran otros, incluso del área europea.

Existe conciencia acerca de que el agua es un bien cada vez más escaso, y requerido en forma creciente por industrias y las estructuras de las grandes ciudades. En muchos lugares del planeta, los pobladores necesitan recorrer decenas de kilómetros para conseguir sólo unos pocos litros de agua dulce, muchas veces sin los mínimos requisitos para ser considerada como potable. Esta terrible escasez provoca desertificación y afecta la producción de alimentos. Incide también en la salud de los pobladores por el aumento de las enfermedades infecciosas. Igualmente contribuye a la progresiva destrucción de los ecosistemas, con lo cual facilita que los fenómenos meteorológicos dejen una mayor secuela de víctimas y daños.

El siglo XXI ha sido considerado por expertos como el siglo de la "guerra por el agua". Lo cierto es que hace décadas que en diversas zonas del planeta se agudiza la disputa sobre el control de las corrientes de agua y las reservas del subsuelo, o directamente por el dominio territorial que asegure el uso y disfrute de esas fuentes de abastecimiento. En América Latina está presente el conflicto generado hace algunos años en Cochabamba, Bolivia, cuando la población se alzó contra la privatización del agua potable, una rebelión finalmente victoriosa, pero a costa de muertos y heridos. En aquel entonces, el dirigente boliviano afirmó rotundamente que el agua era un bien y un derecho de la gente, y que no podía considerarse propiedad de nadie. Exhortó entonces a la comunidad internacional a defender y a ejercer la democratización del agua.

La invasión y ocupación de Iraq por Estados Unidos y Gran Bretaña en el 2003, tuvo el claro objetivo geoestratégico encubierto por el falso argumento de las "armas de destrucción masiva" de Hussein, además del petróleo, del control de los dos ríos más importantes de Medio Oriente. Otra evidencia de la doctrina que sostiene que "el agua es para quien se apropia de ella", la constituye el proceso desarrollado por el estado de Israel, en una conjunción de militarismo y tecnología, en perjuicio del pueblo palestino. Allí, la ocupación gradual de territorio, y la política de asentamientos, ha estado siempre ligada a las disponibilidades de los acuíferos de la región. El perjuicio para los palestinos es más que evidente. El Informe del Desarrollo Humano 2006 del PNUD, indica que "la distribución desigual” se refleja en discrepancias muy marcadas en la utilización del agua entre israelíes y palestinos. La población israelí no alcanza a ser dos veces más grande que la palestina, pero su uso total de agua es siete y media veces más alto.

Por otro lado, el gigantesco Acuífero Guaraní que abarca amplias zonas del subsuelo de Argentina, Brasil y Paraguay, es objeto de la disputa de los Estados Unidos, cuyo mando estratégico en la región ya intentó incursiones en el área bajo el argumento de que la región conocida como "la triple frontera" esconde actividades de organizaciones terroristas. Se está hablando de una de las mayores reservas de agua subterránea del planeta, calculada hoy en 55 mil kilómetros cúbicos (cada kilómetro cúbico equivale a un billón de litros de agua). La recarga natural del acuífero sería de 160 o 250 kilómetros cúbicos cada año, de tal forma que con la explotación de 40 kilómetros cúbicos anuales, podría abastecerse a 360 millones de personas, que recibirían una dotación de 300 litros a diario.

Será imprescindible continuar con el avance de la organización social y los movimientos que hasta ahora han sido los más conscientes en la defensa de esos derechos colectivos y rechazar la pretensión de explotaciones industriales amparadas por grandes inversiones económicas, pero con escaso respeto por el territorio y sus habitantes. Actualmente, en el planeta habitan alrededor de seis mil 500 millones de personas. Las previsiones de los expertos indican que sobrepasemos los nueve mil millones en el 2050. A ese ritmo, según estimaciones de las Naciones Unidas, la demanda de agua aumentaría a 64 mil millones de metros cúbicos al año.

Queda claro que la organización, la movilización, el compromiso y la conciencia de los pueblos y los gobernantes es imperante para asegurar un futuro en paz y con la disponibilidad de los recursos básicos para la humanidad, entre ellos el agua, es decir, la vida.

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