Condenados a la sed

05 noviembre 2007

La explosión demográfica y la deficiente explotación de los recursos hídricos son las principales causas de una crisis mundial que se producirá, según la Asociación Mundial del Agua (GWP), a partir de 2025.

En el mundo viven hoy 6.200 millones de personas, 4.000 millones más que hace 50 años. Según la ONU, en el año 2050 habrá entre 8.000 y 12.000 millones de habitantes. Una de las incógnitas que plantea el crecimiento mundial de población es saber si habrá suficiente agua para todos en un futuro.  Emilio Gabrielli, secretario ejecutivo de la GWP, advirtió del riesgo que supone la escasez de agua en el mundo y de que la lucha por controlar este recurso podría desatar una nueva guerra mundial. El razonamiento de la GWP, organismo patrocinado por el Banco Mundial (BM) entre otros, se basa en que el uso irracional del agua y el aumento de población provocarán una gran depresión y una severa crisis que se verá acentuada a partir del año 2025. Para Gabrielli “el agua es un bien no sólo social para vivir, sino fundamentalmente económico. Es verdad que todos tienen derecho al agua, pero no es gratis, tiene un costo”.

A pesar de que el agua constituye tres cuartas partes de la superficie del planeta, sólo hay un 3\% de agua dulce en el planeta. Aún así, hay agua potable en abundancia para todos. La cantidad que se puede dedicar al consumo humano es de 43.000 kilómetros cúbicos de media anual, y el consumo humano total es de 6.000 kilómetros cúbicos por año. No se trata de un problema de escasez, sino del mal reparto. Mientras que en 80 países no hay agua suficiente para su población, el 60\% del agua potable se consume en nueve países.

Compañías como Nestlé o Coca-cola, que han creado un poderoso mercado del agua cuyo valor se estima en unos 100.000 millones de dólares, ven como el BM y el FMI favorecen la privatización del “oro azul”. Desde el año 2000, estos dos organismos sólo han aceptado la financiación de las deudas y la concesión de nuevos préstamos a 40 países en vías de desarrollo con la condición de que privaticen el agua y sus servicios.

El agua ha provocado conflictos en ciertas regiones del planeta desde hace tiempo. En Oriente Medio y África el líquido vital se considera un recurso estratégico y las tensiones entre los países de la región que comparten suministros, como Israel y Jordania, aumentan cada día. Para 2025, cuarenta países de estas regiones sufrirán escasez debido al aumento de población.

Diferente es el caso de otras regiones que poseen grandes recursos de agua dulce. En América Latina o Asia Central, donde las lluvias son abundantes, millones de personas no tienen acceso a redes seguras de agua potable y sus gobiernos, asfixiados por deudas impagables, no pueden invertir en mejorarlas.

En los países donde el líquido vital es escaso, se registran los mayores índices de pobreza, hambre y enfermedades. La falta de agua es causa del 80\% de las muertes y enfermedades en los países empobrecidos. Más de 1.400 millones de personas que no tienen acceso a la cantidad diaria de agua necesaria para sobrevivir, 6.000 niños que mueren de sed cada día.      

La vida del ser humano depende del agua. Que vivamos con salud o enfermos, que pasemos hambre o podamos comer, depende de nuestras posibilidades de acceso al líquido elemental. Las exigencias del BM y los intereses de las multinacionales  animan a la mercantilización de un bien que debe ser reconocido como un derecho al que todo el mundo debe tener acceso.

Es tarea de la sociedad civil exigir a los gobiernos que administren y gestionen los recursos disponibles mediante el diálogo, la cooperación y la solidaridad. Por mucho que las multinacionales y los organismos que controlan el sistema se empeñen en tratar el agua como “oro azul”. No tiene sentido pensar en conflictos mundiales por un bien que es sinónimo de vida. Es hora de cooperar, y no de combatir, para que todas las personas del mundo puedan beber y vivir. Los gobiernos de todos los países deben poner los medios necesarios para garantizar y reconocer el agua como un derecho universal, muchas vidas están en juego. El agua debe ser fuente de vida, nunca fuente de conflictos.

    

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