De aguas, menonitas y políticos

16 julio 2012

* Ha acaparado la atención pública la explotación con fines agrícolas de las aguas en el estado de Chihuahua y el uso y destino que la comunidad menonita le asigna a ese recurso

15 de julio de 2012
Fuente: Norte Digital
Nota de Jaime García Chávez

En este momento ha acaparado la atención pública la explotación con fines agrícolas y pecuarios de las aguas en el estado de Chihuahua y el uso y destino que la comunidad menonita le asigna a ese importante recurso. El escándalo que hoy tenemos en presencia ya aporta lo que pueden ser lecciones importantes que trascienden al debate serio, científico, que debiera ser el primordial por involucrar un recurso cuya importancia está fuera de toda duda. En esta línea he escuchado y leído a expertos locales plantear con rigor el problema y las soluciones; no digo nombres, pero lo que sí puedo afirmar es que prácticamente ninguno de ellos está al frente de las instituciones públicas del estado implicados en el mejor manejo del recurso hídrico. Los espacios suelen ser ocupados por políticos sin experiencia, absolutamente ocasionales y desde luego adoradores de la inmemorial empleomanía que padece el país, no se diga en las juntas municipales de agua y saneamiento.

Con relación al grupo menonita –no olvidemos que Chihuahua es un estado pluriétnico no nada más por los pobladores originarios, sino también por sus colonias de raíz europea– se debe advertir que ni el racismo ni la xenofobia tienen cabida. Lo que no quiere decir que no haya conflicto en medio de este caso. Empiezo por señalar que el modelo neoliberal depredador que se estableció en el país desde finales del siglo pasado no tan sólo ha acabado con economías rurales largamente establecidas en esta región, sino que también la destrucción de bosques y la explotación irracional de las aguas han sufrido perjuicio por un Estado ausente, que ha claudicado de sus facultades regulatorias en una materia vital cual es el agua. Un sector de los menonitas son testigos del propio empobrecimiento como se puede constatar en no pocos cruceros de las ciudades donde vemos a sus niños ofreciendo en venta de galletas y quesos. Voces de todo el mundo han señalado las rutas para su conservación y saneamiento, lo que falta es voluntad de Estado para que las cosas se ajusten a la normatividad sin tolerancia alguna para quienes la transgredan y de lado de los usuarios y los productores una cultura acendrada para la preservación y una autocontención de los industriales, los agricultores y los campesinos que se deben hacer cargo de la sustentabilidad. Sin agua no hay viabilidad para el planeta y de eso se debe hacer cargo el mínimo consumidor y el que asocia el agua con fines de explotación económica.

Si hemos llegado al extremo de destruir presones y tanques de almacenamiento construidos en la superficie de la tierra, o a subrayar enfáticos que se construyen pozos a ton ni son, es porque quien está fallando es la autoridad encargada de imponer su regulación particularmente a los remisos. La corrupción impera desde tiempos inmemoriales y se ha acrecentado con las prácticas neoliberales que hacen a un lado la protección del medio ambiente por dádivas, por votos, por promesas de campañas y demás. El problema no es quién está atrás de la irregularidad, es la irregularidad y la aplicación de la ley para remediarla. Es válido pensar que se debe hacer una auditoría abierta a la sociedad del manejo del agua en el estado, y particularmente todo lo que tiene que ver con perforación de pozos al margen y en contravención de la ley; y si la ley deja huecos, reformarla es la vía de manera impostergable. No dudo que haya menonitas que perforan pozos a placer; pero también estoy cierto de que un cúmulo de empresarios y políticos locales y de fuera del estado también hacen lo mismo y de ellos nadie se encarga. Aquí el lema debe ser: la ley es dura, pero es la ley, y arrequintar a quien sea y caiga quien caiga. El precedente se impone porque no se trata de un problema que tenga que ver con las minas de oro a tajo abierto, con la contaminación por industrias que presumen ser socialmente responsables pero son todo lo contrario, sino de la viabilidad misma de Chihuahua, que se encuentra en un proceso de desertificación que hay que evitar a partir de cuidar las pocas aguas que tiene.

Me sorprendió una carta signada por un grupo de menonitas que incluso quieren empuñar las armas para defender sus derechos. En verdad se trata de un camino vedado, ese sí vedado, pero que exhibe hasta dónde han llegado enconos y ojerizas. En diversos momentos he conversado con menonitas que reclaman su estatus de mexicanos cien por ciento, y con otros que lo tienen todo –alma y capital– en los Estados Unidos y reniegan de esta patria, generosa, que les dio abrigo.

Hay que hacer un esfuerzo de conciliación porque sin duda su cultura ligada a la producción es ejemplar. Pero también advierto en la coyuntura que ya siguen los mismos caminos para referirse con cortesanía a César Duarte, como lo haría cualquier cenecista de segunda, y reclamarle incluso que hubo votos copiosos para Peña Nieto a cambio de apoyos para sus intereses, pecado que también alcanza a Patricio Martínez. Es singular el caso del ínclito Salvador Corral –recién homenajeado por los tres poderes del estado que dieron una muestra soberana de lambisconería a uno de sus adinerados correligionarios– que para los menonitas es tan revisable como ellos mismos en sus pozos.

Sólo hasta ahora los menonitas pudieron hacer notar en su misiva pública la incongruencia de un gobierno que, dicen, les ha fallado: construye presas en la sierra, “donde no se produce nada, y acá, donde tenemos 90 años produciendo, nos las destruyen entre los líderes más anárquicos que hay en el estado y ustedes las autoridades (…)”.

Los menonitas en esta carta lanzan un escopetazo a la izquierda, particularmente a la izquierda que se mueve en el campo. Pero en esto ni son todos los que están ni están todos los que son; en efecto, algunos de los líderes que acusan estuvieron atrás de la elección de César Duarte y sería muy lamentable para la sociedad chihuahuense que en mérito a ese favor hoy se escenifique el escándalo con el grupo religioso que se asentó por el decreto de Álvaro Obregón. Aquí lo único que cabe es actuar con razón y apego a la ley, y además parejo para todos, sea agricultor mexicano, menonita o Salvador Corral.

Y sin proponer una guillotina en la plaza pública, creo y estoy convencido que hay una caterva de funcionarios y exfuncionarios públicos que tienen responsabilidades oficiales, administrativas y penales que dirimir ya en algún tribunal. Porque estas cosas no suceden solas.

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