De las aguas arenosas a las aguas inexistentes

15 mayo 2012

14 de mayo de 2012
Fuente: La Jornada Veracruz

Décadas de impúdica voracidad desarrollista y la patética imprevisión de gobiernos municipales, uno detrás de otro –desde los años 70– han permitido que familias de notables y socios urbanizadores crearan un borbotón de unidades habitacionales, desde populares hasta aquellas que presuponen inmensa inversión a cambio de exclusividad: bosques mesófilos talados, y la extensión brutal de una plancha de cemento tal que ha cambiado ya para siempre el clima y los microclimas de la zona.

Al amparo de administraciones municipales obtusas y miopes, en el mejor de los casos, no sólo se ha extendido la mancha urbana, sino que las fuentes de agua en la zona han sido del todo arruinadas. De los manantiales y los ríos que dieron nombre a la zona y luego a la ciudad queda nada, excepto basura en un hilo de agua pestilente aquí y allá, y el remedo de acciones formales que remedian nada.

Después de muchísimos trienios, Xalapa continúa sin tratamiento de aguas negras, sin drenaje pluvial, sin política concreta ni capacidad punitiva para castigar o disuadir a aquellos que contaminan ríos y tierras. Como es ya costumbre, quienes más sufren el problema son las colonias y asentamientos populares.

En Xalapa, como en el resto del estado, hay una inconsciencia obtusa tanto en la ciudadanía como en los gobiernos para definir las políticas públicas necesarias de largo aliento que permitan tener una esperanza más o menos razonable de que el inmenso problema que vive la ciudad ha encontrado ya el camino hacia la solución.

La mentalidad cortoplacista y generalmente mezquina impide que los presidentes y demás autoridades municipales atalayen más allá de tres años. La incipiente organicidad ciudadana no ayuda mucho.

Al final del día, medio millón de habitantes viven bajo la frágil resistencia del pelo que sostiene una espada damocliana llamada sed; paliar el problema con el bombeo desde municipios lejanos no resuelve el problema y la solución implica reeducación. Poca esperanza habrá si no se inicia con acciones decididas en ese sentido. Hasta hoy, nada ha empezado así que hay razones sobradas para ser escépticos y prever serios conflictos a la vuelta de la esquina por el agua.

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