Desencadenan en España “Guerra del agua” por fuerte sequía que sufre el país

17 abril 2008

Fuente: Milenio, 17 de marzo 2008

La capital catalana y segunda ciudad más grande de España sufre particularmente los efectos de la sequía, ya que en el pasado año y medio apenas ha llovido en el noreste del país.

 

Madrid.-La grave sequía que sufre España, una de las peores en varias décadas, está desencadenando una “guerra del agua” entre diversas regiones del país y el gobierno central.

El origen de la disputa está en la decisión del Ejecutivo del socialista José Luis Rodríguez Zapatero de autorizar el trasvase de 50 hectómetros cúbicos (50.000 millones de litros) de agua del delta del río Ebro, el más caudaloso del país, para abastecer a los cinco millones de habitantes del área metropolitana de Barcelona.

La capital catalana y segunda ciudad más grande de España sufre particularmente los efectos de la sequía, ya que en el pasado año y medio apenas ha llovido en el noreste del país.

Los embalses de la región están a sólo el 20 por ciento de su capacidad, lo que significa que si no llueve, Barcelona se quedará sin agua a partir de octubre, con los nefastos efectos que ello supondría para el abastecimiento de la población o el turismo.

La solución acordada por el gobierno central es construir una tubería de 62 kilómetros de longitud que conecte con otra ya existente para llevar agua desde el delta del Ebro, al sur de la ciudad de Tarragona, hasta Barcelona. El coste estimado es de 180 millones de euros (unos 280 millones de dólares) y la duración de la obra se calcula en seis meses.

Este proyecto levantó las iras de dos regiones del litoral ubicadas más al sur, la Comunidad de Valencia y la de Murcia, que tradicionalmente sufren también la escasez de agua y desde hace años reclaman un trasvase similar que el gobierno de Zapatero les niega.

Ahora esas regiones se sienten discriminadas y sus respectivos jefes de gobierno, Francisco Camps y Ramón Luis Valcárcel, del conservador Partido Popular, anunciaron medidas legales contra el Ejecutivo central. Además estudian convocar manifestaciones a favor de un trasvase como el previsto para Barcelona.

“No voy a admitir la humillación que significaría que lo que no se nos permite a nosotros se permita para otros territorios de España”, declaró Camps.

Valencia y Murcia están gobernadas por el PP, que a nivel estatal está en la oposición.

En Cataluña, en cambio, están en el poder los socialistas, en alianza con los independentistas catalanes y los ecoizquierdistas. Por ello, Camps y Valcárcel consideran que Zapatero está dando un trato de favor a los suyos.

Pero el polémico trasvase también generó críticas en Aragón, una región vecina de Cataluña donde gobiernan también los socialistas y cuyo jefe de gobierno, Marcelino Iglesias, ordenó a los servicios jurídicos estudiar el alcance de la medida aprobada para Barcelona.

La razón es que el Ebro, que nace en la Cordillera Cantábrica, atraviesa buena parte de Aragón y de su capital, Zaragoza, que precisamente acoge entre junio y septiembre de este año la Exposición Universal, dedicada al agua y al desarrollo sostenible. El Estatuto de Aragón, es decir, su Carta Magna, rechaza cualquier trasvase de un río que allí consideran casi sagrado.

A esto se añade que el gobierno de Zapatero, tradicionalmente contrario a los trasvases, derogó nada más llegar al poder en 2004 uno de los proyectos estrella de su antecesor José María Aznar, el llamado Plan Hidrológico Nacional (PHN). Con un coste de unos 25.000 millones de euros (casi 40.000 millones de dólares), el gobierno del PP pretendía con este plan construir una red de tuberías que llevara agua del norte a la sedienta costa levantina y al sur del país.

Por todo esto, el término “trasvase” es una palabra maldita en España. De hecho, al referirse a la medida adoptada para Barcelona, el gobierno de Zapatero nunca usa esta expresión, sino que habla eufemísticamente de “banco de agua” o “transferencia de agua”.

También argumenta que la medida es temporal y que sólo durará hasta mayo de 2009, cuando está previsto que comience a funcionar una enorme desalinizadora que ahora mismo está en construcción y que abastecerá Barcelona con agua de mar depurada.

Además, la ministra de Medio Ambiente, Elena Espinosa, asegura que en realidad sacar agua del Ebro no reducirá su caudal, ya que la idea es que ese agua proceda de las vetustas tuberías de las acequias a orillas del río, por las que se pierde muchísimo líquido.

“Es como si llevas una coca-cola en una botella perforada: la pierdes y no te la puedes beber”, dijo. Por lo tanto, de lo que se trata es de tapar esa botella, una medida que costará otros 24 millones de euros (38 millones de dólares).

Los ecologistas, contrarios al trasvase por los efectos que podría tener para la fauna y flora del delta del Ebro, consideran que esa argumentación es una “trampa”, porque en la práctica buena parte del agua que se pierde en los regadíos ineficientes vuelve al río tras filtrarse por el subsuelo.

Por su parte, los regantes de la zona consideran una broma el anuncio del gobierno de que las obras comenzarán en breve: los vastos campos de arroz del delta del Ebro están ahora inundados, es decir, por allí no hay máquina que pase. Y la campaña de riego dura hasta diciembre.

Si no llueve, Barcelona se habrá quedado sin agua para entonces.

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