Editoriales de Jean Meyer sobre el Acueducto Independencia:

20 septiembre 2011

A continuación encontrará las editoriales que Jean Meyer ha publicado sobre el tema del Acueducto Independencia, en el Estado de Sonora:

“Nada ni nadie me detendrá”
14 de Agosto , 2011
Jean Meyer

Palabras del gobernador de Sonora, Guillermo Padrés. Mi columna “Tortilla, pan y precios”, del 22 de mayo pasado, me sirvió para enterarme del proyecto megalómano, risible si no fuese trágico, que pretende llevar a cabo dicho político. Se trata de, nada menos, desviar las aguas del río Yaqui para conducirlas mediante un acueducto pomposamente bautizado “Independencia” a la ciudad de Hermosillo.

Dejo la palabra a uno de los militantes de la Asamblea Permanente del Movimiento Ciudadano por el Agua: “Su columna me transmite una preocupación real respecto a un problema al que el gobierno no está prestando atención, sino más bien toma acciones que agravan la situación de deterioro social que ya estamos viviendo por la crisis de alimentos. Le escribo desde Ciudad Obregón, una ciudad de 500 mil habitantes, situada en el corazón del valle del Yaqui, con una superficie de 250 mil hectáreas y una producción anual de un millón de toneladas de trigo, además de maíz, soya, frijol, hortalizas, carne de res y cerdo con estándares de calidad mundial.

“Desde que el gobernador Guillermo Padrés tomó posesión empezó a promover la construcción de un acueducto para desviar las aguas del río Yaqui hacia la ciudad de Hermosillo y con ello empezar a privatizar el manejo del agua, cambiando el paradigma del binomio agua/alimentos por el concepto especulativo de agua/dinero. Su argumento es que vale más un metro cúbico de agua en la alberca de un hotel que en una planta de maíz o de trigo. La construcción del acueducto tiene como meta declarada por el gobierno del estado garantizar agua suficiente para que Hermosillo tenga un millón 500 mil habitantes dentro de 30 años, es decir, duplicar su población actual”.

La documentación oficial, que me mandaron después de esta primera carta, menciona la necesidad de clausurar en 30% la capacidad instalada del valle del Yaqui ahora, y progresivamente, a lo largo de los próximos 10 años, en 80%, si no es que más. “Nada ni nadie me detendrá”, ha sido la contestación del gobernador Padrés a todos los desplegados de prensa, reuniones públicas de decenas de miles de personas, plantones y visitas al Congreso local.

Pretende desviar el río a toda costa, sin importarle la destrucción del valle del Yaqui, emporio agrícola y cuna de la “revolución verde” del difunto y glorioso Norman Borlaug. Tal despotismo despertó a la sociedad, de modo que el 5 de mayo de 2010 se firmó un pacto entre los sectores productivos de la región y sus habitantes, empezando por los pueblos yaquis, para defender “el destino que el decreto de Lázaro Cárdenas asignó en 1940 a las aguas del río Yaqui”, a saber producir alimentos para la nación.

Con fecha 17 de mayo de 2011, el juez Décimo de Distrito (Hermosillo) les concedió a los yaquis un amparo en el que ordena a la Semarnat suspender la autorización en materia de impacto ambiental que se emitió el 23 de febrero para la construcción del acueducto. La consecuencia práctica de tal disposición es que la Semarnat debe ordenar detener las obras ya iniciadas. El 23 del mismo mes, la juez Octavo de Distrito requirió al gobierno de Sonora la suspensión inmediata de la construcción y le advirtió que, de hacerlo, se solicitará el auxilio de la fuerza pública correspondiente.

Frente al “nadie va a detener el acueducto Independencia, nada ni nadie me detendrá”, que fue la contestación del gobernador ante las órdenes de los jueces, la gente volvió a las acciones pacíficas de protesta. El primero de junio pasado, se firmó un “Acuerdo de la Tribu Yaqui con el Movimiento Ciudadano por el Agua”, compromiso de “resistencia y desobediencia civil pacífica”, contra “un gobernante (que) desobedece la ley con el propósito de perpetrar una injusticia”. “Reiteramos en este acuerdo que hacerle justicia a Sonora es unirnos todos los sonorenses en la lucha por más agua con desalación de agua de mar y la realización de grandes proyectos de infraestructura como el Plan Hidráulico del Noroeste”.

El mismo día los sonorenses mandaron al presidente Calderón un manifiesto intitulado “El gobernador Padrés insiste en desacatar la ley”. Ignoro la contestación del Presidente, pero el 13 de julio próximo pasado, El Imparcial de Sonora publicó un desplegado firmado por la Asamblea Permanente del Movimiento Ciudadano por el Agua, para denunciar el despotismo de un gobernador que comete desacato, viola las garantías individuales, manipula las instituciones para “imponer un esquema de negocios con la desviación de las aguas del río Yaqui a la ciudad de Hermosillo”. El manifiesto invita al Congreso del Estado, que ha sido agredido por el gobernador, a pensar seriamente en abrirle un juicio político a Guillermo Padrés si no enmienda su conducta.

¿No les parece un tema de interés nacional?

jean.meyer@cide.edu

*Profesor-investigador del CIDE

Sonora, al agua, el mundo
04 de Septiembre de 2011
Jean Meyer*

Mi artículo de hace algunos días sobre el proyecto de acueducto Independencia que llevaría agua del Valle del Yaqui hasta la ciudad de Hermosillo provocó una crecida de correos que por poco me anegan. Gracias a todos, tanto a los que me critican —y todos sin excepción lo hacen de manera muy cortés— como a los que piensan que no me equivoco. Proporcionan información en forma contradictoria y eso permite abrir un debate civilizado. El asunto es importante, no sólo es regional, no se trata del pleito entre dos ciudades y dos valles, sino de un problema mundial que interpela rudamente, y lo hará más rudamente cada día, al siglo XXI. Habrá guerras entre Estados y naciones por el agua. Ya las hay en Medio Oriente, el agua es una de las claves de la guerra y de la paz entre Israel, Siria, Líbano y los palestinos. La creciente escasez de agua, un recurso natural que mucha gente todavía se niega a pagar porque “viene del cielo”, nos obliga a revisar de manera racional nuestra indispensable agricultura y a poner un límite al crecimiento desmedido de las ciudades; si es que queremos encontrar un justo equilibrio entre la necesaria producción de alimentos y el indispensable acceso humano al agua.

Una vez dicho esto, doy primero la palabra a mis críticos. Un ingeniero civil, obviamente conocedor del tema del agua, me dice “está usted mal informado sobre el acueducto”, me proporciona muchos datos y me invita a conversar en alguna mesa redonda. Otro: “con mucho afecto y reconocimiento… no puedo más que disentir… me parece que se le ha manipulado para estar a favor de los muy respetables productores agrícolas del Valle del Yaqui”. Un estimado crítico firma “con mucha tristeza” porque piensa que “lo que usted propone, parafraseando a Ciro Gómez Leyva, es: ¡Que se joda Hermosillo!”. Inútil decir que nunca fue mi intención.

Felizmente, él escribe también que “estoy de acuerdo con usted en que hay que conservar la capacidad productiva del Valle del Yaqui, uno de los principales graneros del país”.

Son varios los que me explican que para Hermosillo se tomarían sólo 75 millones de metros cúbicos de agua, los cuales representarían apenas 1.5% del almacenamiento que tienen las tres presas de la cuenca del río Yaqui, cuya capacidad total es de 6 mil 525 millones de metros cúbicos.

“Los agricultores del valle no dejarían de recibir una sola gota, pues las concesiones para el uso de agua se compraron a los de Huásabas, Granados y otros pueblos de la cuenca alta”. Desde luego hay guerra de cifras, porque de Ciudad Obregón/Cajeme me ofrecen otros datos.

Otro argumento a favor del proyecto es que “los trasvases entre naciones y regiones son una alternativa para que el agua juegue un papel de integración” y me dan los ejemplos de España y Estados Unidos (el río Colorado para Phoenix y otros lugares), dos ejemplos que se pueden rebatir porque en España la discordia es mayor y en el caso de nuestro vecino los daños colaterales al medio ambiente son evidentes y mayúsculos. Mi interlocutor concluye: “¿De quién es el agua del Novillo? Como el viento de la sierra, como el agua del Mar de Cortés, no es de nadie en particular, es de todos los sonorenses y, sobre todo, de los que más la necesitan”.

Paréntesis: Siria e Irak protestan porque Turquía ha construido y sigue construyendo presas en la cuenca alta de los ríos Tigris y Éufrates. Israel quiere conservar la mesa del Golán porque es una fuente prodigiosa. ¿A quién pertenece el agua de un río?

La pregunta es vital y el diálogo para lograr un justo acuerdo es el único camino para la paz entre ciudades, regiones y naciones.

jean.meyer@cide.edu

*Profesor-investigador del CIDE

(El Universal)

El agua de Sonora
11 de Septiembre de 2011
Jean Meyer

La semana pasada di la palabra a la veintena de personas que argumentan a favor del acueducto que llevaría agua del Valle del Yaqui hasta Hermosillo. Ahora les toca a los numerosos adversarios de un proyecto dirigido de manera bastante impolítica por un gobernador bastante autoritario. La mitad de mis interlocutores son mujeres; varios militantes panistas o han votado por el PAN. No se arrepienten de su militancia, pero lamentan que “el gobernador [panista], que es quien debe dar el ejemplo de respetar la ley, no lo haga”. “En mi caso —escribe una señora— siento que al haber votado por unos políticos sin escrúpulos les di las llaves para que me robaran mi patrimonio”.

No entro en la discusión sobre los metros cúbicos del río. Los funcionarios del distrito de riego, adversarios del proyecto, me dan cifras mucho menos optimistas que las que maneja el gobierno, por dos razones. La primera la expresa otra mujer. “Ellos afirman que sólo llevarán 75 millones de metros cúbicos, pero conforme las necesidades de Hermosillo crezcan, también lo hará la cantidad de agua que necesitará”. Hay que recordar que el gobernador menciona un aumento demográfico del 100% de aquí a 2030.

La otra razón es que “hace 15 años teníamos 30% más de agua disponible en nuestra cuenca, que, a base de consumo, crecimiento, calentamiento global, año con año se va reduciendo”. La tremenda sequía de 2003 dejó 200 mil hectáreas sin sembrar y causó una crisis económica “que tardó cinco años en recuperarse, es por eso que en la marcha del 29 de mayo en Ciudad Obregón se congregaron más de 50 mil gentes que no olvidan la quiebra de 2003 y que a pesar de temperaturas de 44° se manifestaron por voluntad propia, sin acarreos, sin tortas, sin pagos”.

Otra persona evoca “la catástrofe social y económica de vivir temporadas de sequía”; otra mujer dice: “no somos 50 mil caciques, como despectivamente suelen llamarnos, somos gente de todos los niveles sociales y profesionales. Soy una ama de casa que tiene un pequeño negocio con su esposo… Pero si la agricultura se acaba, todo se acaba… ¿Dónde está el agua de sobra? Gracias a Dios nos llovió y ahora sabemos que siembras sí habrá… Con la obra nos dejarán sin agua”.

Todos mencionan “represiones por parte del gobierno del ‘Nuevo Sonora’, auditorías, amenazas”. “Padrés ha utilizado todo tipo de técnicas contra nuestra región, intimidando, atemorizando hasta con levantones a personas, negándoles recursos obligatorios, sobornando a diestra y siniestra con toda su fuerza gubernamental”. Lo cual, comento yo, no solamente es antidemocrático, sino contraproducente. La prueba: surgió y se consolidó el Movimiento Ciudadano por el Agua, integrado por uniones de crédito agrícola, productores y ganaderos, comerciantes, profesionistas, obreros, miembros del distrito de riego, ejidatarios y jornaleros, la sociedad civil toda.

El representante de las autoridades yaquis, Tomás Rojo, declaró que “el tiempo caminará en nuestra contra si el gobernador continúa la construcción del acueducto, violando las disposiciones judiciales que le han ordenado detener la obra. “No podemos permitir, dijo, que la discusión legal se haga a la sombra de un hecho consumado”.

Un punto de historia para concluir lo de hoy: la idea del acueducto Yaqui-Hermosillo se remonta a los años de Echeverría, si no es que antes, y tomó forma con la utopía del Plan Hidráulico del Noroeste, luego llamado Sistema Hidráulico del Noroeste, causando el choteo, me cuenta el doctor Marco Antonio López Ochoa, que se dijera: “quedó en chino”, porque se suspendió durante décadas. El gobernador Manlio Fabio Beltrones intentó ponerlo en marcha, pero las autoridades federales no lo consideraron viable y éste obedeció. El actual no obedece a los jueces.

jean.meyer@cide.edu

Profesor-investigador del CIDE

 

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