El debate global del agua como bien común y derecho humano

04 mayo 2016

Dos documentos han influido enormemente en la idea antes descrita: "El Manifiesto del Agua" de Riccardo Petrella y "Las Guerras Climáticas. Por qué mataremos y nos matarán en el Siglo XXI", de Harald Walzer. El primero afirma que las guerras por el agua ya han comenzado, y el segundo asegura que: "El agua y los alimentos básicos serán más preciados que el petróleo: la desertización y la erosión de los suelos, la desaparición o la escasez de ciertas materias primas fundamentales para la supervivencia de poblaciones enteras, junto a la contaminación y el agotamiento del agua estarán en el origen de las próximas (y despiadadas) guerras".

Ban Ki-Moon, en un ambiente por demás adverso, en la sección dedicada al agua del encuentro de Davos, del World Economic Forum, comentó lo siguiente: "nuestra sociedad global encarará pronto la necesidad de repensar la manera en que vemos el agua y lo que representa para nosotros como seres humanos. Esta reflexión tendrá profundas implicaciones filosóficas, religiosas, políticas, económicas y estructurales. No existen alternativas tecnológicas o substitutos del agua; tenemos que gestionar mejor, simplemente, el recurso. Ningún gobierno, negocio u ONG podrá resolver el problema del agua por sí mismo. Ninguna institución es propietaria del problema del agua así que no puede esperarse de ninguna institución que tome las riendas para resolverlo. Las instituciones globales no están actualmente configuradas para proporcionar las plataformas multidisciplinares en las que todos los agentes deberían discutir, arrojar luz y resolver colectivamente el problema del agua antes de que se convierta en una crisis global. ¿Qué podemos hacer?".

Para algunos, contestar esta pregunta significa acogerse al cuarto principio de la Declaración de Dublín sobre el agua y el desarrollo sostenible de 1992, en el que se reconoce que el agua tiene un valor económico en todos sus diversos usos en competencia a los que se destina y debería reconocérsele como un bien económico. Para estas corporaciones que se rigen por principios de economía clásica, el agua posee características únicas para hacer negocios: es escasa, indispensable, no se puede incrementar su abastecimiento, no tiene sustituto conocido, tiene un mercado permanente, una demanda que crece exponencialmente, un precio que aumenta de acuerdo con el incremento de su escasez y un consumidor que estaría dispuesto a pagar cualquier precio por obtenerla. En esta tesitura, el usufructo de este bien escaso por empresas privadas, no se ha dejado esperar, quedando siempre la duda de si considerarán o no el reto de anteponer el bien común.

Mientras se logran dilucidar semejantes dudas, en 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas, a través de su Observación General 15, reconoció que el derecho humano al agua es indispensable para vivir dignamente y es condición previa para la realización de otros derechos humanos; y asume, asimismo, que constituye un recurso natural limitado y un bien público fundamental para la vida y la salud. En 2009 se agrega el acceso al saneamiento, aunque es hasta el año 2010, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas aprobaría una Resolución en la que reconoce el derecho humano al agua potable y el saneamiento, lo cual fue posteriormente avalado por el Consejo de Derechos Humanos, reconociendo que se trata de un "derecho vinculante legalmente para los estados toda vez que se deriva del derecho a un nivel de vida adecuado y está indisolublemente asociado al derecho al más alto nivel posible de salud física y mental, así como al derecho a la vida y la dignidad humana."

Pero el agua llamada actualmente "oro azul", se ha convertido en uno de los recursos estratégicos más importantes del planeta, y los intentos de privatización están hoy, más vigentes que nunca. En este intento, no se ve al agua como parte de los entornos comunes mundiales ni como un bien público, sino como una mercancía que se compra y se vende en el mercado abierto.

Frente a dichos intereses, cada vez es más fuerte y solidario el movimiento mundial de organizaciones de base, que considera el agua como un Bien Común y se propone que haya agua para todos los ecosistemas y para todos los seres humanos. Dice W.H. Auden: "Miles han vivido sin amor, nadie sin agua."


04 de mayo de 2016
Fuente: El Siglo de Torreón
Nota de Manuel Valencia Castro

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