JUCHITÁN, Oax.- Junto al centro de salud de la Colonia Séptima Sección, que fue cerrado hace un mes, vive doña Silvia, quien se dedica a la venta de pescado.

Su nieta, de sólo cuatro años, tiene ya varios días con calentura y diarrea, y ante la falta de servicio médico, sólo le ha podido dar agua de limón.

“Me pide agua de limón, es lo único que quiere su estómago”, cuenta.

El olor del drenaje es penetrante, la garganta pica, el estómago se revuelve, sin embargo, las familias de la zona, unas 12 mil, se han acostumbrado a vivir así.

El cierre del centro de salud ha tomado por sorpresa a los pobladores que dependen de estos servicios.

“Hay gente que llega muy temprano a sacar su ficha y se encuentran con el anuncio de que está cerrado”, señala doña Silvia.

A escasos cien metros de uno de los mayores focos de infección están ubicados un jardín de niños, una escuela primaria y un parque.

Sobre el callejón Los Pescadores, las familias caminan entre las aguas negras. José vive aquí y se dedica a limpiar pescados, los cuales envía a mercados de otros municipios y estados de la República.

Mientras les quita las vísceras, habla sobre cómo vienen padeciendo desde hace casi dos años el problema de las aguas negras.

“Esto no es nada, cuando llueve son ríos de drenaje que corren por aquí, nadie nos ayuda, nuestras familias se enferman, hemos tenido que acostumbrarnos al pestilente olor, ¿qué podemos hacer?”, dice.

Al igual que él, don Mariano se resigna a vivir en medio de la pestilencia. “No nos queda más que aguantar”, indica.

Además de diarreas e infecciones gastrointestinales, los pobladores de la zona se enferman seguido de la piel, como doña María, quien dice que va a hacer ricas a las farmacias por comprar muchas cremas para los hongos que le salen en los pies.