Ideas para enfriar el planeta

08 diciembre 2008

Fuente: El Espéctador

Fecha: 06 de diciembre de 2008

Autor: Redacción Vivir

 Las propuestas de los científicos van desde crear una gran sombrilla con microsatélites hasta rociar las nubes con 1.400 millones de toneladas de agua de mar para que los cristales de sal formen un espejo que refleje la luz solar.

Hasta el final de esta semana, representantes de 197 países permanecerán reunidos en Poznan (Polonia) en el último intento por lograr un nuevo pacto mundial para frenar el cambio climático antes de llegar a la Conferencia de 2009 en Copenhague.

A pesar del Acuerdo de Kyoto, hace once años, en el que 37 países se comprometieron a reducir sus emisiones en un 5%, la temperatura del planeta continúa su escalada manteniendo vivos los más catastróficos vaticinios para este siglo.

Si bien países como México, Brasil, la Unión Europea y hasta China han dado buenas señales sobre su compromiso para estabilizar el clima, los tropiezos en las negociaciones han recordado a todos lo difícil que es lidiar con la burocracia planetaria.

Yvo de Boer, presidente de la oficina de cambio climático de las Naciones Unidas, dijo a 10.000 delegados y activistas de defensa del medio ambiente que hay que apresurarse para firmar un nuevo tratado climático: "El reloj no para. Hay que trabajar a más velocidad".

¿Trabajar más de prisa? Para muchos se trata nada más que de un eslogan soñador. La última década es una clara muestra de los ritmos lentos a los que cambia la mentalidad de sociedades acostumbradas a devastar los recursos naturales a una tasa más alta a la de su renovación.

Algunas soluciones extremas para reversar la fiebre que sufre la Tierra han comenzado a barajarse. Viejas y nuevas ideas sobre cómo frenar el cambio climático, censuradas por sus posibles consecuencias y dilemas morales, han regresado a la mesa de los científicos.

La Royal Society, la más antigua academia de ciencia de Inglaterra, publicó recientemente una serie de documentos en los que recopila algunas de estas ideas, que en principio pueden parecer imaginaciones de escritores de ciencia ficción, pero que no carecen de realidad científica. Revistas como The Economist y Scientific American han hecho eco al debate abriendo sus páginas a un tema hasta ahora tabú.

Un grupo de las propuestas apuntan a reducir el CO2 que se ha ido acumulando en la atmóstera desde que comenzó la revolución industrial y que es el principal factor responsable del calentamiento del planeta. Otro grupo de propuestas pretende frenar la luz que llega a la Tierra, para provocar un leve enfriamiento. Unas y otras forman parte de una ciencia que comienza a ganar adeptos: geoingeniería. En pocas palabras, cómo remodelar la esfera terrestre.

Al primer grupo de propuestas pertenece la de convertir los océanos en pulmones más poderosos que capturen el exceso de CO2. ¿Cómo? Fertilizando los mares con hierro. Al hacer esto, se estimularía el crecimiento del plancton, el conjunto de organismos microscópicos que forman la base de la cadena alimentaria marina. El plancton, como las plantas, utilizan el CO2 para producir su energía.

Otros científicos han desempolvado una vieja propuesta, que pertenecería al segundo grupo, del físico Mikhail Budyko. En 1974, este ruso sugirió que si el planeta se sobrecalentaba, inyectando varios millones de toneladas de dióxido de azufre al año podría reducirse la temperatura. El dióxido de azufre reacciona con las moléculas de oxígeno y agua en la estratosfera, formando diminutas gotas que funcionan como espejos reflejando la luz del Sol e impidiendo que alcancen la superficie terrestre.

La idea del ruso no tiene nada de antinatural. Cada vez que explota un volcán, millones de toneladas de esta sustancia van a la atmósfera y el efecto sobre la temperatura es evidente. En 1991, cuando erupcionó el Monte Pinatubo en Filipinas, la temperatura del planeta descendió un grado.

Tom Wigley, del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica (EU), defiende esta idea. Para ejecutarla se podrían utilizar aviones o incluso globos especiales. Lo cierto es que esta solución costaría en promedio 25 dólares por cada ciudadano de los países desarrollados.

Científicos como Sephen Salter, un ingeniero marino de la Universidad de Edimburgo, han puesto sus ojos en las nubes y en cómo hacerlas más reflectivas para responder a la amenaza climática. Una de las sugerencias es rociar con agua de mar la atmósfera. De esta manera, las partículas de sal que se formarían al evaporarse el agua se aglutinarían en las nubes, convirtiéndolas en espejos. Salter ha aconsejado crear barcos gigantes que funcionen con energía eólica y que tengan la capacidad de succionar agua y rociarla en la atmósfera. Una flota de 1.500 de estos barcos podría hacer el trabajo.

Sombrilla

Y si el problema es la luz solar, ¿por qué no pensar en una sombrilla? Ese parece haber sido el razonamiento de Roger Angel, director de un observatorio en la Universidad de Arizona. Colocar algunos millones de pequeños discos reflectores a una distancia cercana al millón de millas (donde la fuerza de gravedad de la Tierra y el Sol se equipara) cumpliría la función de una sombrilla sobre nuestro planeta. Los platillos tendrían un sistema electrónico que les permitiría navegar según coordenadas satelitales.

Por supuesto, las diferentes propuestas de geoingeniería tienen miles de críticos. El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, que asesora a las Naciones Unidas en la toma de decisiones, ha planteado que la geoingeniería es una rama de las ciencias altamente especulativa y sus riesgos son desconocidos.

Riesgos que ni los mismos geoingenieros ignoran. Por ejemplo, más dióxido de carbono atrapado en los océanos elevaría su nivel de acidez con consecuencias impredecibles y bombardear con dióxido de azufre la estratosfera reviviría un problema que parece controlado: el agujero en la capa de ozono con sus fatales consecuencias para los humanos, pues se incrementarían los cánceres de piel. También están los argumentos morales. La revista The Economist pregunta a sus lectores si acaso la geoingeniería no se convierte en una excusa para seguir contaminando la atmósfera como ha venido sucediendo.

Más allá de estas cuestiones morales, los defensores de la geoingeniería, guiados por una lógica práctica contrapreguntan: si usted fuera presidente de Estados Unidos y le advierten que la capa de hielo de Groenlandia comienza a colapsar mañana, con las graves consecuencias que esto traería para el mundo, ¿qué haría? El geofísico Daniel Schrag, como lo registra la revista Scientific American, respondió: "Usted no tiene opción", insinuando que tendría que llamar a los geoingenieros.

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