PACHUCA, Hgo.— Apenas amanece y en las calles polvorientas de las colonias Jorge Obispo y Luz del Carmen, ya se observan siluetas de mujeres y niños, que con cubeta en mano van a los hidrantes y depósitos comunitarios para abastecerse de agua.

Para ellos no hay descanso ni días festivos: todos los días deben caminar una hora para acarrear el líquido.

Orillados por la miseria y la falta de servicios en sus comunidades, en la Sierra y la Huasteca, estas familias emigraron a Pachuca, donde se asentaron en colonias irregulares. Aquí también viven la pobreza que se recrudece con la carencia de agua.

Son alrededor de 600 familias, quienes día a día saben lo que es vivir sin agua. La disyuntiva para Marcela y su familia comienza todas las mañanas: decidir entre bañar a sus hijos o lavar los trastes, que en ocasiones permanecen sucios hasta 15 días.

“La pobreza tiene varias caras”, dice Marcela García, originaria de Tenango de Doria, municipio en la zona otomí-tepehua.

La mujer de 30 años dice que migró a uno de los barrios altos de Pachuca porque sentía que en su comunidad moriría de hambre con sus hijos. “Trabajaba todo el día en la recolección de café y sólo ganaba 25 pesos”, cuenta.

La vida en la capital del estado para Marcela y sus hijos Cristina, David y Joselyne, apenas ha mejorado. Ahora viven un nuevo suplicio: la carencia del líquido.

“¿Qué cómo vivimos? ¿Cómo se puede vivir cuando no se tiene agua? Nosotros no tenemos dinero para comprar una pipa que cuesta 400 pesos y tenemos que bajar a los depósitos, en ocasiones hay agua y en otras no. Entonces tenemos que aguantarnos sin bañar, sin ropa ni trastes limpios”.

En estas colonias que el ayuntamiento de Pachuca califica como irregulares por no pagar predial, hay tres depósitos de agua de 5 mil litros, además de un hidrante con cuatro llaves donde los vecinos colocan mangueras para abastecer sus casas.

La carencia de servicios ha obligado a los colonos a agruparse y comprar pipas para llenar los depósitos.

“El problema es que en ocasiones nos peleamos porque el agua no alcanza. Quienes tienen tambos se llevan más o se ponen a lavar y a nosotros, los de la parte de arriba, sólo nos queda acarrearla”, dice Marcela

El acarreo de agua para los pobladores de estas colonias se ha convertido en la tarea más importante; no importa si apenas amanece, si hace frío o esta oscuro. “Yo salgo cargando a mi hijo que apenas tiene 10 meses y sólo puedo traer una cubeta. Me hago hasta un hora porque tengo que descansar”, relata Érika Cabrera.

A sus 19 años, Érika ya tiene su familia, su hijo de 10 meses y su esposo. “Ahorita no tengo agua, tengo mi tambo hasta abajo y tengo ropa de dos semanas y los trastes. Es que yo vivo en la parte de arriba y es muy difícil, tengo que hacer hasta tres vueltas para tener agua y bañar al niño”.

Guardar el agua en tambos, cubetas o botes es una solución momentánea, porque si se almacena más de una semana se pone verde y sólo sirve para el baño. El agua que dejan las pipas en depósitos comunitarios no ha sido analizada, por lo cual a los vecinos sólo les queda confiar que sea potable.

Además de la carencia del agua, los colonos de estos fraccionamientos también tienen que aguantar los abusos de los piperos, quienes revenden el agua. “Como no contamos con cisternas, cuando llegamos a comprar una pipa nos dejan sólo la que se puede almacenar y nos cobran completo el viaje. Si sobra agua, la venden a otra familia como si fuera otra pipa completa”.

Vivir sin agua, en medio de la pobreza, es una maldición, dicen los vecinos de estas colonias, quienes tienen que esperar semanas enteras por una gota de agua.