La venganza del lago: ¿Cuál es la razón de los devastadores sismos en Ciudad de México?
26 septiembre 201722 de septiembre de 2017
Fuente: RT
Nota: Nazareth Balbás
Los mexicanos lo dicen siempre, como si de tanto repetirlo perdiera algo de su verdad, como si se desdibujara lo real: la ciudad está construida sobre un inmenso lago que murió de sed.
El visitante, escéptico, no puede creer que esas veredas inmensas con fachadas hermosas y coloridas, modernos edificios de pecho vítreo y amplias avenidas, estén cimentados en lo que hace 500 años fuese el cauce del lago Texcoco. Pero el bramido de la tierra, cada ciertos años, borra cualquier duda: el 19 de septiembre de 2017, como una fatídica casualidad, se repitió el mismo fenómeno que 32 años atrás devastó la capital.
La ciudad de México fue sacudida el pasado martes por un sismo de magnitud 7,1 que derribó 47 edificios. Apenas dos horas antes del hecho, los habitantes habían participado de un simulacro para saber cómo actuar ante un evento de este tipo, sin embargo, la cercanía del epicentro del terremoto que ocurrió a la 1:14 de la tarde impidió que las alertas se activaran a tiempo y muchos no tuvieron tiempo de escapar antes del colapso de las edificaciones. Pero, ¿qué hace a la urbe ser tan propensa a un movimiento telúrico?
Caseríos sobre pantanos
La escritora Elena Poniatowska, en su libro “Nada, Nadie”, refiere una crónica de Jorge Eugenio Ortiz, quien justo después del terremoto del 19 de septiembre de 1985 escribió: “El sismo pudo ser menos doloroso si no se hubiese erigido el gigantesco asentamiento en el valle de México (…) los españoles se empeñaron en sembrar una fastuosa ciudad sobre un lago (…) de un lago con islas y aldeas ribereñas, la urbe colonial se fue convirtiendo en un sólido caserío montado sobre los desecados pantanos”. Desde entonces hasta hoy, el terreno es el mismo y la ciudad se ha expandido hasta convertirse en la capital más poblada de América Latina.
Valentina Páez, jefa del departamento de Ingeniería Sísmica de la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), considera que ese antecedente es fundamental para entender el comportamiento de la ciudad ante un movimiento telúrico.
“La profundidad de los sedimentos amplifican la onda de los sismos. Al estar construida sobre un lago seco, el de México es uno de los peores suelos para construir porque las estructuras, si están mal diseñadas, son propensas a volcar”, explica a RT.
Páez destaca que después del terremoto de 1985, México ha refinado sus técnicas de construcción a tal punto “que se ha convertido en la meca de la geotécnia”. Por eso es que especialistas como Marcel Blondet, en entrevista con RPP TV, consideran que el colapso de algunas estructuras en la ciudad pudo haber sido por el incumplimiento deliberado de las estrictas normativas vigentes en el país.
“Estoy consternado -lamentó Blondet- con lo que pasó en México. Ahí no debió haber habido ningún colapso porque la ingeniería mexicana está muy desarrollada. Tienen investigadores, ingenieros y profesionales de la ingeniería sísmica de altísimo nivel (…) Los edificios han colapsado es porque han estado mal construidos o mal diseñados y eso da pena”.
Cinturón de fuego
Pero no sólo los suelos son el problema. México está ubicado en una suerte de herradura donde ocurre casi el 90% de los terremotos en el mundo: el cinturón de fuego del Pacífico.
La confluencia de cinco placas tectónicas a lo largo de todo el territorio mexicano (los Cocos, Norteamérica, Pacífico, Rivera y Caribe) también es un factor determinante en la incidencia de estos fenómenos. El continuo reacomodo de los gigantescos segmentos de corteza terrestre es una de las causas de los movimientos telúricos de gran intensidad.
Páez aclara que si bien los sismos son impredecibles, “se puede tener un rango de ocurrencia basado en probabilidades” y hacer una planificación urbana que permita mitigar los riesgos, “mediante proyectos de microzonificación sísmica, es decir, haciendo un perfil de los sitios para determinar la profundidad de los sedimentos”.
Esos estudios previos en zonas determinadas le permiten a los ingenieros civiles prever cómo van a ser los “picos de aceleración” que tendrían las estructuras en caso de un eventual sismo y, “en función de eso, diseñar una norma más refinada” para la construcción de edificios. Pero, después de tantos estudios y experiencia acumulada en años de investigación, ¿por qué colapsaron más de 47 edificaciones en la capital mexicana?
¿Corrupción institucional?
En el texto de Poniatowska, que recoge los testimonios de las víctimas del terremoto de 1985 en Ciudad de México, el columnista citado hace 32 años pone sobre la mesa un argumento que ha vuelto a relucir en esta oportunidad después de la caída de varias estructuras: “la corrupción ha burlado todas las normas y muchos edificios mal construidos cayeron como un cruel bombardeo”.
Un pronunciamiento del Colegio de Arquitectos, citado por el portal Sin Embargo, resalta que las trabas burocráticas que hay en México para obtener permisos de construcción se convierten en la excusa perfecta para tomar el “atajo” de la corrupción. Luego de obtener una licencia fraudulenta, las empresas “compensan” el “gasto extra” bajando la calidad de los edificios: materiales deficientes, estudios incompletos, errores de cálculo y usos distintos a los acordados para el inmueble pueden ser parte de la larga lista de fallas probables.
El caso más emblemático hasta ahora es el colegio Enrique Rébsamen, ubicado en la Delegación de Tlalpan. En esa institución educativa, en la que fallecieron 21 niños y cuatro adultos, colapsó un anexo que había sido construido hace apenas tres años. La otra parte de la estructura, de 40 años de antigüedad, no sufrió mayores daños. Esa situación ha despertado la sospecha de que los nuevos contratistas no cumplieron con la normativa antisísmica vigente desde 1986.
Testimonios como el de Omar Dushner, un hombre entrevistado por el portal La Raza, dan cuenta de la profunda desconfianza que hay detrás del apogeo económico y de construcción que hay en Ciudad de México: “Aquí es una zona sísmica (pasa una falla geológica) y sin embargo las autoridades han permitido que se hagan edificios cada vez más grandes donde antes había casas de uno o dos pisos. En mi calle, Ometusco y Campeche, están haciendo cuatro y desde que pusieron un edificio el mío se ladeó, está inclinado”.
En agosto pasado, según un reporte de El Sol de México, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (Paot) había advertido sobre la existencia de 30 construcciones irregulares en 11 Delegaciones de la ciudad.
Aunque todavía es pronto para tener la panorámica de todas las causas del fallo de las estructuras que se desplomaron, la tragedia del pasado martes parece repetirse no sólo en sus formas sino en su fondo. Como diría el poeta Octavio Paz, fue “la conjunción de una fatalidad natural y un error histórico”.
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