Mujeres indígenas, las más vulnerables ante desastres ambientales, revela Cadem

29 octubre 2009

29 de octubre de 2009
Fuente: La Jornada de Oriente
Por Manuel Espinosa Sainos

Cuetzalan. La posición de las mujeres rurales e indígenas, provocada por sus condiciones de pobreza y subordinación, las coloca en una situación de mayor riesgo ante los efectos de los desastres ambientales, además de que el 93 por ciento de los pobladores declara no haber recibido ningún tipo de ayuda durante y después de la emergencia, según se desprende del documento “Mujeres Indígenas y Desastres Naturales. Propuestas de Políticas Públicas”, elaborado de agosto a diciembre de 2008 por el Centro de Asesoría y Desarrollo Entre mujeres (Cadem).

El estudio, financiado por el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol), revela que debido a que las mujeres indígenas habitan en zonas dispersas, alejadas de los medios de comunicación, instaladas en las labores del hogar, a cargo de niños, niñas y ancianos y con poca capacidad de decisión, son más vulnerables a los daños que estos fenómenos dejan a su paso.

La evaluación del impacto de los desastres ambientales, –y no naturales, porque han sido provocados por el entorno social, por las prácticas de producción y consumo, contaminantes y depredadoras– en la vida de las mujeres, se realizó en los municipios de Cuetzalan, Zacapoaxtla y Tlatlauquitepec e incluyó tres foros regionales y encuestas que fueron aplicadas a 300 familias de 23 comunidades de la Sierra Nororiental.

El diagnóstico elaborado desde la mirada de las mujeres permitió saber que si bien las autoridades municipales dieron apoyos en el momento de la emergencia, también se pudo saber que se ofrecieron otros apoyos y no llegaron a las comunidades, algunos fueron utilizados con fines partidistas durante las campañas políticas; incluso en algunas comunidades a los damnificados se les pidieron copias de sus títulos de propiedad y 50 pesos para apoyarles con techos y proyectos productivos y no tuvieron mas información.

La asociación civil detalla en su diagnóstico que el impacto más grande por tipo de afectación se identifica en derrumbes e inundaciones, pues 22.1 por ciento de las familias encuestadas señaló que provocaron daños en techos y muros, en tanto que  17.7 por ciento dijo haber sido afectada sólo por derrumbe, y  12.2 por ciento informó que el techo de su vivienda fue afectada por los efectos del viento.

De acuerdo con el documento, hasta esa fecha, las familias seguían esperando el apoyo de los programas de gobierno y muchos siguen con sus viviendas en condiciones deplorables y hay caminos que no habían sido reparados. Las despensas y colchonetas no llegaron a todas las familias afectadas, hubo favoritismos por los conocidos y también se manifestó que los albergues no estaban lo suficientemente equipados y preparados para recibir a la gente, y que, pese a las necesidades, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no acude a resolver las fallas que son comunes en esta temporada.

El estudio, que fue hecho también desde la población indígena y rural, revela que el 93 por ciento de las consultadas y los consultados declararon no haber recibido ningún tipo de ayuda, el actor más visible con el 2.6 por ciento es el municipio, le sigue a este con el 2 por ciento el gobierno federal y en tercer lugar los vecinos.

Respecto a las necesidades más sentidas durante la emergencia, los encuestados y participantes en los foros destacan alimentos, líquidos, ropa y medicamentos, con un 67.7 por ciento, mientras que las insuficiencias expresadas como más sentidas después de la emergencia son en orden de importancia alimentos, ropa, traslado, teléfono, medicamentos, albergue y materiales para construcción.

Ante este panorama, durante las emergencias los habitantes de las comunidades son quienes participan activamente en las actividades de reconstrucción de casas y comunidades, limpiando los caminos, priorizando la seguridad de las personas llevando papeles de importancia, colocando costales en los bordos, levantando la afectación que hubo en las cosechas y todo mediante la actividad no remunerada llamada “faena”.

La necesidad de elaborar el estudio surgió  a raíz de los desastres provocados por el huracán “Dean”, que dejó cuantiosas afectaciones en agosto de 2007, cuando las integrantes de Cadem, entre las que destacan Ofelia Pastrana Moreno, Susana Mejía Flores y Cecilia Oyorzabal Gómez, pudieron detectar que las mujeres son las más afectadas, pues al estar a cargo de los hijos y preocuparse en la reparación de los daños incrementa sus jornadas de trabajo, además de que no hay programas con perspectiva de género ante esta situación, la ayuda no llega y cuando llega se guarda en los municipios.

En entrevistas anteriores, Pastrana Moreno ha cuestionado sobre “si realmente una cobija o una botella de agua resuelve la problemática de las mujeres indígenas ante el impacto de los desastres naturales en la región”, por lo que el estudio tuvo entre sus metas conocer la manera en que las contingencias afectan a las féminas en el ámbito personal, familiar, comunitario y organizativo, además de conocer y difundir los programas de gobierno que existen para que después a través de un foro, las organizaciones de mujeres pudieran evaluar cuales les beneficia y cuales no.

Y es que después del paso de “Dean”, al menos 15 organizaciones de la región, entre las que destacan el grupo de médicos tradicionales Maseualpajti, Fondo para Niños de México y Cadem, decidieron agruparse para en conjunto elaborar un plan de prevención de desastres ambientales y gestionar apoyos a corto, mediano y largo plazo, para auxiliar a los cientos de damnificados del fenómeno climatológico, ante la lentitud de la llegada de los apoyos gubernamentales estatales y federales.

 En ese entonces, la coordinadora de las organizaciones, Georgina Morán Rangel, a 10 días del paso del huracán,  declaró que en base a un diagnóstico inicial aplicado en 240 familias de localidades como Yohualichan, Tzinacapan, Xiloxochico, Tzicuilan, Yancuitlalpan y Reyeshogpan, en este municipio, se pudo evidenciar que 90 por ciento de los damnificados perdieron sus viviendas y hay extremos en donde las familias perdieron todas sus pertenencias, aunque esto sólo era una muestra de la magnitud de las afectaciones del huracán en todo el municipio y la región.

 El estudio señala que ante los desastres climatológicos como las lluvias de la depresión tropical número 11, que en octubre de 1999 causaron diversos daños en la zona, y el paso del Huracán “Dean”, en agosto de 2007, la población ha aprendido a ser mas solidaria, a ayudarse lo que tienen y a prevenirse con alimentos.

A casi un año de la conclusión del estudio, Ofelia Pastrana señaló, en breve entrevista con La Jornada de Oriente, que el panorama sigue igual, y de hecho Indesol no aprobó la propuesta para el seguimiento del proyecto que serviría para conocer la magnitud del problema en otros municipios de la región, por lo que Cadem solicitará recursos ante la misma instancia para el año entrante y para dar continuidad al diagnóstico.

 

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