TEL AVIV, Israel.- Son las 10 y la temperatura ya supera los 46°. El calor del suelo traspasa la suela de los zapatos. El sol es abrazador, no parecen suficiente los gorros, los protectores con factor ultra violeta ni el agua que se consume, de a litros. Así padece la inclemencia de este clima un visitante en el desierto de Neguev, en Israel. Sin embargo, el paisaje no es lo que uno imagina. No hay arena ni camellos. Por el contrario hay mucho verde: sandías maduras para compartir; granadas, la fruta de moda en Rusia; papas; especias y unos frondosos almendros.