Nuestro reflejo en el agua

29 octubre 2015

El primero fue la realización en Guadalajara de la VII reunión anual de la Red Waterlat-Gobacit, que nos regaló la gran oportunidad de observar la realidad latinoamericana a través de los conflictos por el agua. Las experiencias compartidas por visitantes de Colombia, Brasil, Argentina, Guatemala y Ecuador, entre otros, nos recuerdan que el modelo de explotación y violencia contra la tierra y sus pueblos es de escala planetaria, como lo señalara en el encuentro María González directora del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario – IMDEC.

 

La presentaciones realizadas durante el foro que se centraban en el caso de México, evidenciaron que en la gran diversidad territorial y cultural que hay en nuestro país, se presentan patrones comunes de explotación y violación de derechos a través de la gestión del agua. Un integrante de la resistencia a la privatización del agua en Saltillo, lo señala de esta manera: “son tan parecidos los problemas que tenemos con el agua en Sonora, Jalisco, Veracruz, Colima, Nayarit y el Estado de México, que parece que tenemos el mismo gobierno”. Desde las comunidades afectadas se entiende que el gobierno, con sus nuevas leyes, quiere quitarles lo que ha sido de sus pueblos toda la vida, como lo denunciaron integrantes del Consejo Indígena de Zacualpan en Colima.

Estas formas de exclusión no ocurren sólo en las remotas áreas rurales de nuestro país. De acuerdo con estudios realizados por la Coalición Internacional para el Hábitat, son los pobres en las ciudades quienes ven más vulnerado su derecho al agua y el saneamiento. Las evidencias muestran que esto no es una cuestión circunstancial, sino una forma de violencia sistemática, ya que según análisis históricos desarrollados por Francisco Peña del Colegio de San Luis, la inmensa mayoría de quienes hoy no tienen agua, es porque fueron desplazados del lugar donde tenían acceso.

El derecho al agua es uno de los Derechos Económicos y Sociales sobre los que México no ha rendido cuentas desde 2006, a pesar de haber suscrito compromisos internacionales con las Naciones Unidas. Y así, como lo reportó Areli Sandoval de Equipo Pueblo, la Ley de Aguas Nacionales de México no es un instrumento que garantiza el derecho humano al agua, porque el vital líquido en este país es destinado, cada vez más, a quien puede pagarlo: primero los negocios globales, luego las élites urbanas, y al final los pobres de la ciudad y los pequeños productores agropecuarios.

Como ejemplo de ello, Raúl Rubio, del movimiento de resistencia contra el acueducto Monterey 6, asegura que esta obra hidráulica no es para la gente, sino para el fracking, destacando el cada vez más fuerte vínculo entre el consumo del agua y los procesos privatizados para el aprovechamiento de los recursos energéticos. Claudia Campero de NoFrackingMexico.Org reveló que 29 millones de litros de agua se consumen en cada perforación por fracking.

Por su parte, la Dra. Beatriz Torres de la organización LaVida.org informó que en Veracruz, existen 146 presas en proyecto, la mayoría bajo el modelo de privatización de recursos y 340 pozos destinados al fracking. Estos desarrollos se han acompañado del uso de la fuerza pública frente a movimientos de resistencia, que han causado más de 960 muertes.

El antropólogo Angel Palerm había ya advertido que con el agua siempre fluye el poder. Y es el poder del mercado el que configura cada vez en mayor medida los modelos de gestión del agua en todo el mundo, aún por encima de los máximos tribunales de justicia, como lo demuestra en nuestro país el caso expuesto por Tomás Rojo de la Tribu Yaqui, sobre el Acueducto Independencia en Sonora, el cual a pesar de tener orden judicial para ser suspendido, continúa su construcción.

Los grandes proyectos hidráulicos en todo el planeta, son impulsados desde la perspectiva de mercado y no desde la perspectiva de una gestión sostenible de cuencas, en donde se privilegian los sistemas de pequeña escala y organización comunitaria. Por eso, el Padre Gabriel Espinoza, de la comunidad de Temacapulín explica la postura de su pueblo frente a la presa de El Zapotillo, diciendo que lo que quieren no es detener las cosas, sino cambiar la forma en que se gestiona el agua en México.

Es así que en la Red Waterlat se habla de la necesidad de una Revolución del Agua; de una política de gestión que garantice para ésta y las futuras generaciones el derecho al agua; a la vida. En la tradición indígena de la región Totonacapan en Puebla, como lo explicó Miguel Sánchez en su exposición, el agua es la vida; “Y no nos van a quitar la vida” sentenció.

El segundo acontecimiento que merece ser observado en relación al agua, es a la aprehensión de César Coll Carabias, ex titular de la Comisión Estatal del Agua de Jalisco por la supuesta asignación indebida de recursos en dos distintos proyectos hidráulicos. Independientemente de la sentencia que se dicte, el caso nos habla de la forma en que la corrupción y los intereses políticos, condicionan las obras de infraestructura y la gestión del agua en México.

El tercer acontecimiento fue la irrupción del Huracán Patricia en el escenario nacional, que, si bien no resultó ser huracán devastador que se temía, reveló la enorme preocupación que este tipo de fenómenos despierta entre las y los mexicanos que, como lo señala el periodista Agustín del Castillo[1], sabemos de nuestra caótica forma de ocupar el territorio bajo un modelo que destruye bosques y altera ríos, ignorando las medidas de prevención que impone un escenario de cambio climático.

De haber visto nuestro reflejo en el agua embotellada de los supermercados abarrotados por las compras de pánico, habríamos visto un rostro de angustia, provocado por la vulnerabilidad que sentimos ante la forma de manejar el agua y los sistemas naturales en este país.

Agustín Yáñez en su novela Ojerosa y pintada cuenta de un filósofo que se dirigía con frecuencia a la orilla del río de aguas negras de la ciudad de México para reflexionar. Y decía: “Contemplar las aguas negras es como leer apasionadamente las páginas del Apocalipsis, como descifrar cada uno de sus símbolos para leer el pasado, el presente y el futuro de la humanidad […] si todos vinieran de cuando en cuando a verse retratados, a contemplar sus vidas en las aguas negras, y se pusieran a reflexionar, otra sería la historia de la ciudad”.

Si hoy vemos nuestro reflejo en el agua, veremos deterioro, corrupción, negación, exclusión y explotación, como lo afirmaron los integrantes del Colectivo Agua y Ciudad en su presentación durante el foro. Pero si sabemos que todo cambia permanentemente en el río y en el que lo observa – como sugería Heráclito de Efeso – existe la posibilidad de transformarnos y con ello transformar el efecto de lo que somos y hacemos en el agua. Para ello es necesario observarnos en ella, y ser conscientes de lo que somos, como lo hizo una vez aquel personaje del cuento de Hans Christian Andersen, quien hasta que se vio reflejado en el agua como un cisne, dejó de comportarse como un pato.


26 de octubre de 2015
Fuente: Desmesura
Nota de Héctor Castañón

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