ONG asisten a tabasqueños con asesorías para evitar riesgos sanitarios

28 noviembre 2007

Centla, Tabasco (27 de noviembre de 2007).- Para probar que el tratamiento va bien, que su trabajo funciona, Manolo Bedram mete la mano a la cubeta recién sacada del pozo, prueba el agua y chasquea la lengua complacido: “Se está limpiando”.

Lo miran entre curiosos y divertidos varios habitantes de Simón Sarlat, en los pantanos de Centla, lejos de Villahermosa pero dentro de la inundación. El dicharachero Joaquín Valencia es uno de los testigos: “Nosotros tomábamos el agua cruda”, dice entre risas.

El cincuentón y calvo Bedram, experto en agua y en tragedias, capotea a los tabasqueños rurales que se hacen patos en medio del agua: “Pues si no hay quien trabaje nos llevamos la bomba”.

“No, no”, dice el delegado, “nosotros le entramos si nadie más quiere”. Sucede que los dos lugareños entrenados y contratados para limpiar los pozos siempre no quieren trabajar. “Dicen que es muy poco dinero”, informa el delegado.

Todo esto ocurre porque Oxfam, la trasnacional de las organizaciones no gubernamentales, anda por aquí desde hace algunas semanas, desde que Tabasco “se fue al agua”, y ya encontró cómo meter el hombro.

“Buscamos los resquicios, los pequeños segmentos donde el Estado no entra y ahí ponemos nuestra ayuda”, dice Manolo, quien antes de Tabasco estuvo en el terremoto de Pisco, Perú; en los campos de refugiados de Sudán, y en quién sabe cuántas tragedias humanas más.

El trabajo de Oxfam y su contraparte mexicana, Rostros y Voces, es sencillo: eligieron comunidades rurales porque la ayuda internacional y la acción gubernamental está concentrada en Villahermosa y decidieron un proyecto práctico, simple, que la gente de aquí no hacía, acostumbrada al agua “cruda”.

Oxfam trajo a Manolo, ingeniero experto en aguas y saneamiento, para enseñar a los rurales de Tabasco a limpiar sus pozos domésticos. Y también algo de dinero, claro.

Con todo y que la falta de agua potable no sea precisamente un “resquicio” en Tabasco, donde una cuarta parte de los hogares carece de agua entubada (promedio nacional, 11 por ciento).

Manolo vive en Oxford, es de origen libanés-británico y forma parte del cuerpo de asesores de Pachakutik, el partido de los indígenas de Ecuador, país donde nació.

Llegó a Tabasco en los primeros días de la tragedia y se quedó hasta dejar encaminado el proyecto que Oxfam tiene en los pantanos de Centla: limpiar mil pozos de agua de consumo doméstico.

Sin show para periodistas

“No queríamos hacer un show para los periodistas, así es como arrancan estas cosas”, dice Manolo, tras visitar un par de comunidades donde todavía no están limpiando los pozos, pese a que ya recibieron equipos y capacitación.

Para fortuna de todos, en Tabasquillo sí le dan a la escobeta y de paso se quejan de que no les han llegado los guantes, los mecates, los cubrebocas. “Ya vienen, vienen esta tarde”, dice Manolo.

No parece haber prisa. Jesús, uno de los lugareños, que cobra 10 pesos más que el jornal de la zona (60 pesos al día) por limpiar pozos, igual no tiene otra cosa que hacer. Es pescador y desde la inundación no tiene trabajo para mantener a sus cuatro hijos.

Con otro muchacho, Jesús ha vertido sulfato de aluminio en el pozo, que es el primer paso. Tal sustancia provoca que las partículas sólidas se junten y se hundan. Después se sumerge la bomba y se vacía el pozo, dejando sólo unos 30 o 40 centímetros de agua. Esa operación se repite, en tanto se vierte cloro y se limpian las paredes del pozo a cepillo limpio. El cuadro lo completa una tapa de madera, pintada, en un lugar donde cubrir los pozos tampoco es costumbre.

Cuando vacían el pozo por segunda vez, éste se hunde unos cuantos centímetros en la tierra, lo cual, dicen, favorece la posibilidad de obtener agua más limpia.

Antes de la visita oenegenera, lo usual era lavar el pozo a escobazos y echarle “unas bolsitas de cloro que venden en la tienda”.

El cloro, ahora, lo pondrá el organismo de aguas tabasqueño, que trabaja en coordinación con Oxfam.

La idea es limpiar los pozos contaminados por la inundación y capacitar a las propias comunidades para que los mantengan en las mejores condiciones sanitarias, lo cual, sostiene el conglomerado de ONG, “minimizará los daños que puedan provocar futuras inundaciones”.

En otra comunidad, El Coco, donde aún no están trabajando, al ver el agua turbia y las paredes verdes de los pozos, se puede saber de qué hablan cuando se refieren a los riesgos sanitarios.

Aquí, de cualquier modo, el agua debe hervirse para beberla, entre otras cosas porque viene de Villahermosa.

Estas comunidades se rascaron con sus propias uñas en los primeros días de la inundación. Ahora, mientras el equipo de cooperantes internacionales recorre las comunidades, va pisando las ruedas de un camión del Ejército mexicano que reparte despensas.

Distintas formas de solidaridad

El proyecto ha arrancado con 317 familias y se espera beneficiar a mil.

En la zona, 10 mil familias usan pozos en sus hogares.

En la tragedia tabasqueña hay, claro, prácticas solidarias a elegir. Los oenegeneros son una. Pero la iniciativa privada también hace lo suyo. Teléfonos de México y Sears ofrecen, en mantas afuera de los albergues para damnificados, “24 meses sin intereses con cargo a tu recibo telefónico”. Y en la televisión local, el canal de Tv Azteca, de Ricardo Salinas Pliego, los conductores informan del avance de los trabajos en el “tapón” del río Grijalva y acto seguido anuncian que en las tiendas Elektra, del mismo dueño, se pueden canjear los vales “del subsidio del gobierno federal”. En sólo tres días, las tiendas de la cadena canjearon 780 vales de diez mil pesos cada uno.

Por: Arturo Cano (Enviado)

Fuente: La Jornada

Sitio web: http://www.jornada.unam.mx/2007/11/28/index.php?section=sociedad&article=048n1soc

 

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