Peligra el “tanque de agua” de Córdoba

25 mayo 2008

Fuente: Noticias

Villa General Belgrano, Argentina, 25 de Mayo de 2008

De las montañas de Calamuchita surge la mitad del agua que usa la provincia. ¿Por qué hay cada vez menos?

De las sierras proviene casi la totalidad del agua que Córdoba demanda y utiliza. De algún modo, las serranías son el tanque de agua de esta provincia y de su preservación dependerá que lo siga siendo. Y es en los ríos y arroyos de Calamuchita donde nace 50 por ciento del agua que usa Córdoba.

¿Es cierto que está disminuyendo la cantidad de agua que generan las sierras? ¿Qué factores inciden para eso? ¿Qué consecuencias podrían pronosticarse? ¿Qué se podría hacer para revertirlo?

Esas y otras preguntas –claves para esta región, pero también para toda la provincia– trataron de ser respondidas en el simposio “Nuestras sierras, el gran de tanque de agua”, que tuvo lugar días atrás en Villa General Belgrano, organizado por el Foro de los Ríos, asociación civil que nuclea a instituciones, municipios y comunas del norte de Calamuchita. Allí disertaron biólogos e investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba y del Conicet.

Estar advertidos. “Un estudio que desde hace unos años hace la Universidad Nacional de San Luis en nuestras sierras determina que el caudal de afluentes (de ríos y arroyos) está disminuyendo”, señaló uno de los expositores, como parte de un diagnóstico para un asunto que debería empezar a figurar en la agenda de los grandes temas regionales.

En Córdoba, como en casi todo el mundo, las montañas son el origen del agua dulce que necesita el humano y la naturaleza para su vida. La bióloga Melisa Giorgis apuntó que la preservación de ese recurso depende de varios factores, pero sobre todo de la vegetación y del estado de conservación de los suelos de montaña.

Calamuchita –como el resto de las serranías– debería tener luces amarillas encendidas. De lo que se hace y deshace con esos suelos serranos depende su capacidad de retener las aguas de lluvias y de nieblas y de filtrarlas a las napas para su almacenaje. Pero desde hace tiempo parecen sumarse varios factores que complican este tanque.

La que se escapa. Que los suelos tengan vegetación resulta un aspecto central. Sin plantas, no hay tanque que aguante y el agua tiende a desaparecer como un chorro entre los dedos de una mano. Los árboles son los que retienen con sus raíces los suelos y generan tierras más esponjosas, que conservan la humedad y filtran el agua hacia las napas subterráneas. Esas napas son las reservas para los secos inviernos y sirven para mantener con vida la vegetación, pero también las vertientes y arroyos que alimentan los ríos que llenan los lagos y que surcan todo el territorio cordobés.

Sin vegetación, el agua de lluvia pega sobre las pendientes del suelo serrano y lo erosiona, así se pierde la tierra que tantos miles de años costó “fabricar”. Sin árboles no hay tierra, y sin tierra no hay modo de retener agua.

Las lluvias terminan así generando que las aguas caídas y no retenidas alimenten cada vez más rápido los arroyos y ríos, cuyas crecientes generan, de ese modo, cada vez más daños en pueblos y ciudades. Ésta es una película que ya se está viendo en Córdoba.

Mantener la vegetación serrana, que se ha ido perdiendo en las últimas décadas, es clave. Pero –ya se verá– tampoco se trata de cualquier vegetación.

El desmonte, los incendios rurales y el sobrepastoreo de ganado en suelos muy débiles han sido los principales causantes de la pérdida de los montes serranos, según resumió Giorgis.

Daniel Renison, doctor en Biología de la UNC, apuntó, en tanto, la importancia de los bosques nativos en la protección de la cuencas hídricas. “A más altura, más nubes. Y los bosques de altura captan la neblina absorbiendo esa humedad. Sin vegetación allí, esa humedad, que es agua, se pierde”, sintetizó.

Renison detalló estudios que un grupo universitario que integra realizó sobre el impacto del sobrepastoreo con ganado en las sierras, sobre todo décadas atrás, ya que –precisó– hoy las serranías tienen 10 veces menos ganado que hace un siglo. Según marcó, en las áreas más explotadas muchos suelos que estaban cubiertos de matorrales o pajonales terminaron siendo roca desnuda. La pregunta –planteó– es si acaso la merma en la cantidad de animales no tiene que ver con que ya hay menos verde para alimentarlos.

El más llamativo.La también bióloga Paula Márcora, a su vez, abordó un factor que apareció, ante el centenar de asistentes, como el más llamativo: el impacto que tienen también las especies exóticas que cada vez ocupan más superficie serrana.

En esa lista incluyó a los pinos que cubren hoy más de 30 mil hectáreas de Calamuchita, plantados en general para comercializar luego su madera. Pero también citó la invasión de la enredadera zarzamora o del árbol siempreverde, entre otros, y según los lugares, que han sido introducidos por el hombre y que se transformaron en “crecientes invasores” sobre las especies autóctonas. En el listado sumó también a los olmos, eucaliptus, crataegus y otras especies no nativas de las sierras, pero que se adaptaron “más que bien” a sus suelos.

Aunque la presencia de las exóticas puede admitirse como mejor a la peor alternativa del suelo desnudo, y reconocerse que, por ejemplo, los pinares aportan además al paisaje, a mejorar el aire y el clima de la zona y que representan una actividad económica regional adicional (la maderera), Márcora señaló un aspecto de estas especies introducidas que complican a las sierras como “tanque de agua”. Es que se trata de especies que toman más agua del suelo y que la liberan a la atmósfera en mayor medida que las plantas autóctonas. Por lo tanto, reducen también las reservas del “tanque”. Los pinos y siempreverdes –según se citó– toman alrededor de 30 por ciento más de agua que árboles nativos como el molle, el espinillo, el tabaquillo, el coco u otros. Con los eucaliptus la diferencia es aun mayor.

“Hay lugares del mundo que han tenido problemas ya con sus reservas de agua por estas situaciones”, advirtió Diego Gurvich, doctor en Biología de la UNC e investigador del Conicet.

La remediación de estas problemáticas cuesta luego millonarios recursos económicos.

En conclusión, a menor cantidad de bosques o montes nativos, menor cantidad de agua para asegurar la provisión a pueblos y ciudades, en este caso, de prácticamente toda la provincia.

Los datos aparecen como un reto para imaginar políticas que hasta ahora no aparecen casi en la agenda.

 

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