Purificadoras de agua y consumo masivo: el agua de los pobres

09 agosto 2017

20 de julio de 2017
Fuente: Crónica
Nota de Delia Montero Contreras*
* Profesora Investigadora del Departamento de Economía de la Unidad  Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana.

México es el primer consumidor per cápita de agua embotellada a nivel mundial. El hábito de consumir agua purificada está tan arraigado en los mexicanos que aún los hogares de bajos ingresos buscan opciones que consideran mejores que el agua de la llave, y el agua purificada de las purificadoras es la única a la que pueden acceder debido a su bajo costo, es por eso que la denominemos el agua de los pobres. Para el 2016, sus ventas abarcaron 52% del total de las ventas de agua embotellada en México.

Las purificadoras son pequeños negocios que se dedican a la desinfección, embotellamiento y distribución de agua en garrafones de 20 litros, operan de forma local y su precio oscila entre los 7 y 15 pesos. Su aparición es resultado del reforzamiento de creencias sobre la mala calidad del agua potable y a que encontraron un nicho de mercado en una amplia capa de hogares de bajos ingresos en México que no tienen dinero suficiente para comprar garrafones de marca. Han aprovechado el nicho de mercado que abrieron las grandes empresas transnacionales a finales de la década de los noventa.

Su expansión y ubicación -al igual que el de las transnacionales que venden agua embotellada- ha contribuido a reafirmar muchas creencias sobre la calidad del agua de la llave para beber en todo el país, pero abastecen principalmente al sector más desfavorecido, que es el de menores ingresos en México que la compra a un bajo precio, sin tener la certeza sobre su calidad. Todas las purificadoras por norma exhiben un documento que avala la calidad del agua que venden; sin embargo, el bajo control de la calidad que deben realizar instituciones como la Secretaría de Salud indica que en muchos casos el documento no sea real o no esté actualizado. Lo que les da certeza para su compra es el documento que exhiben, aún cuando no esté correctamente acreditada la calidad.

Estos pequeños negocios, a pesar de no tener planes estratégicos de expansión, controles de calidad y no haber creado redes de distribución, han aparecido en todo el país, y actualmente abastecen a 52% del mercado nacional. En su mayoría no tienen relación uno con otro, pero han logrado expandirse, abastecer y mantener su mercado local en todo el país. El funcionamiento de muchas purificadoras es irregular, ya que no están registradas y no todas cumplen con la norma sanitaria establecida.

No hay una fecha exacta sobre la aparición de las purificadoras; sin embargo, algunos datos reportados indican que iniciaron sus operaciones en baja escala a mediados de la década de los noventa del siglo pasado. En esa década, en México no había información institucional respecto de la calidad del agua de la llave que llegaba a los hogares, mientras que las transnacionales proporcionaban abundante publicidad en los medios de comunicación, así como en el etiquetado de sus envases. Su publicidad agresiva estaba orientada a un consumo masivo de agua embotellada, con lo que reforzaban el sistema de creencias de la población de que esa agua era de mejor calidad que la de la llave de los hogares, y la adquiría quien podía pagar sus precios. Cuando las purificadoras entraron al mercado, el sistema de creencias ya estaba hecho por las empresas trasnacionales (ET) a través de su publicidad, lo que hicieron simplemente fue reafirmarlas y ampliar la oferta de agua purificada, pero a menor precio, con lo que se arraigaba aún más el hábito de su consumo. Con esta nueva oferta de agua embotellada se cierra el círculo de consumidores, es decir, que las ET abastecen principalmente a las clases medias y altas, y las purificadoras a las de bajo ingresos; de esta forma está abarcado prácticamente la totalidad del mercado. De acuerdo con datos del INEGI del 2014, que son los más certeros que encontramos, a nivel nacional estaban registradas un total de 10,049 purificadoras en todo el país, pero hay muchas operando que no están registradas.

Antes de la aparición de las purificadoras, los hogares con bajos y muy bajos ingresos estaban excluidos de este consumo, ya que no podían pagar el precio del garrafón de las transnacionales. Sin embargo, también les preocupaba la calidad del agua que llegaba a sus casas, por lo que las purificadoras representaron una opción supuestamente que el agua de la llave. Las purificadoras permitieron que el consumo de agua embotellada fuera incluyente, ya que sus precios eran y siguen siendo mucho más bajos respecto a las transnacionales. Las purificadoras se abastecen de agua de la red pública o de pipas para llenar sus depósitos, operan con sistemas de purificación sencillos y tienen pocos controles por parte de las Secretarías de Salud y de Hacienda.

Éstas se concentran principalmente en dos entidades federativas, Ciudad de México (922), Estado de México (2,051), que aglutinan 30% del total. Por la distribución geográfica de las purificadoras en estos dos estados, éstas se concentran en las zonas más pobladas y de menores ingresos. En el Estado de México el mayor número de purificadoras se ubica en Ecatepec de Morelos (1,656,107) y en Nezahualcóyotl (1,110,565) que son los municipios más poblados, y concentran el mayor número de personas en pobreza extrema, de acuerdo con el Coneval. En el caso de la Ciudad de México, también se observa una gran concentración, principalmente en la delegación Iztapalapa, con 37.3%, seguida de Gustavo A. Madero con 10.6% e Iztacalco con 5.4%, las tres delegaciones concentran 53% del total.

Lo que explica su bajo precio es que muchas purificadoras no dan mantenimiento a sus equipos, tienen poco personal y distribuyen a hogares cercanos al negocio; muchas operan de manera clandestina, por lo que hay ahorro en permisos y pago de impuestos; los costos de controles y verificaciones sanitarias, al no ser recurrentes, no dan mantenimiento continuo a sus filtros;  y al ser negocios muy visibles en los diferentes barrios, no tienen costos en publicidad, pues sólo basta la propaganda fuera del negocio para que los consumidores identifiquen las purificadoras en su localidad.

A pesar de no tener controles sanitarios rigurosos, de no disponer ellas mismas del agua que venden ya que muchas compran agua de pipa, de no pagar impuestos y de no tener una buena calidad, el consumo en los hogares principalmente de bajos ingresos ha ido en aumento a nivel nacional. Las purificadoras no representan gran competencia para las otras marcas, ya que se dirigen prácticamente a consumidores de bajos ingresos. Es posible que a medida que suban los niveles de pobreza se incrementarán sus ventas.

 

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