Temaca vive

06 febrero 2013

–Es decir, ¿“o se salen o se ahogan”?

–Les vamos a comprar salvavidas y lanchas para que no se preocupen.

Raúl Antonio Iglesias Benítez, gerente regional de Conagua. Enero de 2008.

 

Para tener la certeza de que regresaré a un lugar querido, desde la ventanilla volteo a ver el lugar que dejo mientras emprendo camino. Cada vez que visito Temaca repito para mí este sortilegio del retorno.

Temacapulín es un lugar encantador. Por las tardes los niños inundan la plaza central con sus risas, gritos y juegos. Por la noche, los jóvenes se toman de la mano y echan novio. Escenas impensables en estos tiempos violentos. El sol de mediodía recuerda que en muchas zonas de México solo hay dos climas: sol quemante y sombra congeladora. Sus aguas termales calman al más aturdido citadino y sus mañanas frías huelen a campo y suenan a gallos.

Este pueblo tiene vocación de resistencia. Los mexicas en el siglo XII no pudieron con sus antiguos pobladores en el intento de señorear lo que ahora se conoce como los Altos de Jalisco. En la Conquista, Temaca participó en la Guerra del Mixtón, símbolo de resistencia indígena. Una orden del Consejo de Indias impidió el paso a todo español que no fuera misionero. En el siglo XVIII el templo de Nuestra Señora de los Remedios tomó su lugar y en 1959 fue elevada a Basílica.

La Cristiada encontró cobijo entre los moradores. Ante la revuelta, dejaron incomunicado a Temacapulín. El comercio nunca se detuvo en este pueblo y, por tanto, no se llenó de casas como sus comunidades vecinas. Hasta 1930 tuvo su primer camino pero quince años después el jolgorio se detuvo pues la carretera Yahualica-Tepatitlán hizo inútil el paso por Temaca, condenándola al olvido. La migración hizo otro tanto y el pueblo se estancó en el medio millar de habitantes.

Ignorantes de su historia y de su gente, sin consulta los gobernantes de Jalisco y de la federación condenaron a Temacapulín a la muerte. La construcción sobre el Río Verde de la presa El Zapotillo implicaba inundarlo y desaparecerlo junto a las comunidades de Acasico y Palmarejo. “La presa va porque va” fue la consigna desde 2005. Así, el pueblo regresó a su origen: a la resistencia.

La defensa tiene números: al año 2010, 120 personas interpusieron acciones legales, se promovieron 20 juicios de nulidad administrativa, 15 juicios de inconstitucionalidad, 6 acciones colectivas, 4 denuncias e informes de derechos humanos en instancias internacionales, varios puntos de acuerdo tanto en el Congreso de la Unión como en el Congreso de Jalisco, denuncias ante las comisiones nacional y estatal de derechos humanos y la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. En 2011 obtuvieron sendas sentencias favorables de un Juzgado de Distrito y del Tribunal Administrativo del Estado de Jalisco.

Para profundizar los lazos con otras luchas, Temaca fue sede del Encuentro Nacional del Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (Mapder) en 2008; sede del Encuentro Internacional de Afectados por Represas y sus Aliados en 2010; recibieron la visita en 2011 del relator especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, y a finales de 2012 se realizó una preaudiencia del Tribunal Permanente de los Pueblos, con la presencia de las activistas Miloon Kothari y Maude Barlow, reconocidas mundialmente por su defensa del agua y el ambiente. “Los ojos del mundo están en Temaca” fue una campaña que convocó a ciudadanos en muchas partes de México y el extranjero para mostrar su apoyo.

Acorde con un informe de la Comisión Mundial de Represas dependiente del Banco Mundial, entre 40 y 80 millones de personas en el mundo han sido desplazadas por los megaproyectos que, como en Temacapulín, gobiernos y constructoras se empeñan en imponer a pesar de sus evidenciados costos ambientales y sociales en aras de satisfacer sus ambiciones.

Contrario a lo que se espera del Banco Mundial, este informe recogió datos alrededor del mundo y es altamente crítico de los megaproyectos. Señala, entre otras cosas, que las grandes presas no suelen cumplir sus metas de entrega de agua, electricidad y beneficios sociales. Cuestan más de lo que originalmente se planea y no tienen los márgenes de ganancia que presumen. Tienen impactos irreversibles en los ecosistemas, provocan la extinción de especies y cuando hay medidas de mitigación, éstas no siempre son exitosas. Sistemáticamente estos proyectos, dice el informe, no consideran el rango de potenciales impactos negativos, lo que ha llevado al empobrecimiento de millones de personas tanto desplazadas como las que viven río abajo. Y sentencia: “desde que los costos sociales y ambientales de las grandes presas han sido pobremente considerados en términos económicos, la real ganancia de estos esquemas permanece elusivo”.

La solidaridad nacional e internacional tiene asidero: la resistencia de Temaca es un símbolo más de la dignidad de las comunidades ante la arbitrariedad y la sinrazón. El agua que promete la presa para la ciudad de León, Guanajuato, solo duraría 30 años, reconocen las autoridades. El agua que llegaría a León podría obtenerse si tan solo arreglaran las fugas que hay en la ciudad y, más aún, si hicieran un manejo sustentable de sus cuerpos de agua, apuntan los expertos.

A pesar de las sentencias judiciales, la presa continuó su construcción y lleva un considerable avance. No obstante, el gobernador electo de Jalisco, Aristóteles Sandoval, puso en su cuenta de Twitter @AristotelesSD el pasado 29 de enero: “Lo reitero: Jalisco debe ser el principal beneficiado de las decisiones y no el que las padezca. No vamos a inundar Temacapulín”. Internet no olvida, gobernador, y el anuncio no basta. La respuesta de la comunidad ya llegó: Se requiere la certeza jurídica de que no se inundará Temaca y, más aún, la presentación de los informes técnicos que, avalados por expertos y por la comunidad, garanticen la plena seguridad de los poblados a fin de que en el futuro no ocurran “accidentes” que terminen en catástrofes humanitarias. En tanto, debe suspenderse la construcción de El Zapotillo hasta que no se cumplan estas condiciones.

Por lo pronto, las calles empedradas de Temaca, sus casas de adobe, sus portones, su aroma a campo, darán la bienvenida a sus visitantes. La última vez que estuve me cercioré de voltear la mirada para asegurar mi retorno, pues quiero nadar en aguas jabonosas, comer un lonche, y ver jugar a los niños en la plaza de Temacapulín.


06 de febrero de 2013
Fuente: Animal Político
Nota de Alberto Serdán

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