Tláloc reclama su territorio en época pluvial

06 agosto 2010

6 de agosto de 2010

Fuente: El Economista

Por Ana Langner

Cada año, entre mayo y octubre, el cielo del Valle de México se tiñe de gris, las calles se transforman en auténticos riachuelos y algunas coladeras se tornan en verdaderas fuentes brotantes.

Desde hace siglos, cada temporada de lluvias, la capital del país sufre del poder del dios Tláloc y con ello el reto de desalojar litros de agua residual que mezclada con la pluvial ha provocado en más de 25 ocasiones severas inundaciones, trayendo consigo problemas sociales, económicos y el gran reto de elaborar obras hidráulicas para mitigar los impactos.

De acuerdo con Jorge Legorreta, arquitecto y urbanista extitular de la delegación Cuauhtémoc, bombear el vital líquido de la Cuenca de México ha sido un intento que data desde la conquista; no obstante, en su opinión de poco han servido los grandes túneles y canales construidos, pues la mala decisión de convertir ríos en drenajes y juntar la decantación pluvial con aguas negras provoca que las obras se saturen generando rompimientos o estallamientos, y con ello graves riesgos para la población.

El agua y la ciudad de México, libro editado por la Universidad Autónoma Metropolitana, relata que las inundaciones son parte de la historia de la ciudad desde que ésta fue construida antes de la llegada de los españoles.

Tan sólo en la época prehispánica esta zona se inundó dos veces, otros dos eventos similares ocurrieron durante en virreinato, tres más en el primer siglo independiente y nueve a lo largo del siglo XX. De 1449 a 1591, el Distrito Federal sufrió en promedio una inundación severa cada 20 años.

Memoria histórica de las inundaciones

La primera anegación de la cual se tiene registro fue en tiempos del reinado de Moctezuma I en 1416. El libro explica que gran parte de las chinampas sufrieron severos daños y los tlatoanis mexicas se vieron obligados a construir un dique entre La Villa e Iztapalapa.

El primer conflicto de la ciudad causado por el abastecimiento del recurso hídrico sucedió en 1499. Se construyó un acueducto para obtener agua de Coyoacán y a los pocos días de su inauguración el agua invadió plazas, jardines, huertos, calles y habitaciones de los vecinos. Para remediar esta catástrofe, se mandó tapar los manantiales y suprimir las presas de este pueblo prehispánico, el resultado: la devastación de la urbe. Los habitantes que no quisieron abandonar sus tierras tuvieron que vivir en canoas, posteriormente fue necesario elevar el nivel de los pisos varios metros, naciendo una nueva metrópoli; aquella que conocieron los primeros conquistadores españoles.

En 1607 la ciudad de México estuvo a punto de la ruina; este año las lluvias fueron muy copiosas, las crecientes de las lagunas se introducían por las casas y manantiales botaban por las calles, así como en el interior de los edificios. Este evento dio pie a la construcción del túnel de Huehuetoca.

El Valle de México permaneció más de cuatro años bajo el agua a partir de 1629, relata Jorge Legorreta, esto provocó la interrupción del tráfico, derrumbe de casas de adobe, muerte de ciudadanos, migración de familias a Puebla y la presencia de la peste ocasionada por la humedad. Fue hasta 1633 que la inundación cedió a causa de fenómenos naturales: evaporación lenta y temblores que abrieron la tierra por donde el agua se evacuó.

El Gran Canal de Desagüe y el túnel de Texiquiac, continúa el arquitecto, tuvo lugar ya que en 1865, durante el imperio de Maximiliano de Hamburgo, los ríos del Valle se desbordaron inundando las calles de Palma, el Refugio, las del Reloj, Merced, Santísima, entre otras, a pesar que las precipitaciones pluviales habían cesado.

El arquitecto recuerda que las peores crecidas más recientes ocurrieron en los meses de julio y agosto en 1951. Éstas afectaron la parte centro, particularmente en las calles 16 de septiembre, Bolívar y Motolinía.

Inmediatamente se pusieron a andar las bombas para tratar de disminuir el nivel del líquido; no obstante, este intento fue inútil, pues el 30 de octubre el desastre llegó a las avenidas de Bolívar, Artículo 13, López y San Juan de Letrán.

La naturaleza reclama territorio

Para finales del siglo XX e inicios del nuevo milenio, la naturaleza ha continuado reclamando territorio, dice Legorreta: en 1992 se desbordó la Presa de Tequilazco ubicada en la colonia Las Águilas, para 1997 se desbordó el río San Borja, afectando a las colonias Golondrina, Barrio Norte y Olivar del Conde.

Para el 2000, la lumbrera 3 del Interceptor Oriente-Oriente del drenaje profundo, localizado a lado del monumento Cabeza de Juárez, se desbordó. Refiere que la actual construcción del Emisor Poniente II es resultado de la fractura del Emisor Poniente que anegó la colonia Valle Dorado en septiembre del 2009.


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