2014, año clave para que Latinoamérica incida en la sustentabilidad climática

16 diciembre 2013

En el orden global de riquezas naturales, América Latina se encuentra en la cima. Según el reporte de Global Footprint Network, la mayoría de los países de la región tienen “superávit ecológico”, o sea, tienen capacidad para generar materiales biológicos y absorber desechos de las actividades humanas (biocapacidad*) superior a la demanda de su población. Tal excedente es fundamental para el equilibro ecosistémico del mundo y convierte a nuestra región en el principal acreedor ecológico del planeta.

El rol de acreedor ecológico, junto con una matriz energética mayoritariamente limpia (con desafíos para países como Argentina, México o Venezuela), una amplia diversidad cultural y social, y una tendencia aún incipiente en avances en el desarrollo tecnológico y la innovación social, ponen a América Latina en una posición única de la geopolítica global. Por un lado, la región dispone de infraestructura natural y conocimientos tradicionales que fortalecen su resiliencia (**) frente a los impactos del cambio climático, como eventos climáticos extremos, menor disponibilidad de agua y efectos negativos sobre la agricultura. Por otro lado, sus activos sientan las bases para que América Latina lidere la transición a una nueva economía baja en emisiones y compatible con el clima.

Nueva economía baja en emisiones

La posición de acreedor ecológico de América Latina está relacionado a su moderada huella ecológica per cápita – 2,44 gha (gha: hectáreas globales, por sus siglas en inglés) en comparación a la media global de 2,59 gha. La huella ecológica se calcula en base a las dimensiones de tierra de cultivo, de tierra de pastoreo, de tierra forestal, de las áreas de pesca, de las áreas de construcción y de la emisión de CO2. En relación al componente de emisiones, América Latina está significativamente debajo de la media global – la huella de carbono per cápita de la región es de 0,6 gha, mientras que la huella global es de 1,37 gha. Las emisiones por energía corresponden al 34% del total de emisiones latinoamericanas y al 27% de América del Sur. El sector emite significativamente menos que la media mundial por su matriz energética relativamente limpia. En el mundo la media per cápita de emisiones por energía es de 4,55 tCO2 (tCO2: toneladas cúbicas de dióxido de carbono) y en América Latina 2,8 tCO2 (datos 2009, CAIT). El sector de agricultura corresponde a 23% de las emisiones de América Latina y los cambios en el uso del suelo al 33%. El porcentaje de emisiones por cambio de uso del suelo aumenta a 40% cuando el análisis se focaliza en América del Sur. Este valor está relacionado principalmente a la deforestación y aunque es muy superior que a la del resto del mundo (la contribución del sector a las emisiones globales es de 6%), se está reduciendo.

América Latina tiene las condiciones para transitar hacia una economía con bajas emisiones de forma relativamente costo-efectiva. Si bien el rol de la hidroelectricidad y el liderazgo de Brasil con los biocombustibles, presentan a América Latina con una matriz energética relativamente “limpia”; aún tiene mucho margen para mejorar sus estándares en eficiencia energética y aprovechar su potencial en energías renovables, lo cual aparte de reducir sus emisiones fortalece su seguridad energética. En el sector de la agricultura, la FAO indica que sería posible reducir las emisiones de ganadería hasta en un 30% a través de la expansión del uso de las mejores prácticas y tecnologías existentes. La mayoría de las acciones de mitigación para América Latina le ofrecen importantes co-beneficios para el desarrollo sostenible, como la reducción de la deforestación, la inversión en agricultura baja en carbono y el fortalecimiento de una matriz energética limpia y eficiente. Estas medidas promueven calidad de vida, seguridad y resiliencia.

Pero a pesar de la oportunidad para una transición con co-beneficios, las tendencias de desarrollo en América Latina apuntan en otra dirección. Las extensas reservas de gas y petróleo de la región, los pocos avances en eficiencia energética en los últimos años y el aumento de la demanda de materias primas sin procesar están empujando a Latinoamérica a consolidar y perpetuar un modelo económico netamente extractivista, de poco valor agregado y que será insostenible a largo plazo. Proyecciones del BID indican que, aunque la tendencia de las emisiones por deforestación es a disminuir, las emisiones por energía van a aumentar en 50% hasta 2050. En agricultura no habrá cambios sustanciales.

La posibilidad de la resiliencia

Para América Latina, el cambio climático significará un aumento heterogéneo de temperatura entre las diversas áreas, cambios en los regímenes de lluvia con aumento en algunas regiones y reducción en otras, aumentos substanciales del nivel del mar en el Caribe y el Atlántico (superiores en 5cm a la media mundial) y aumento de los eventos climáticos extremos.

Entre los impactos claves que se prevén para la región en 2050, el BID menciona: el colapso parcial del bioma coralino en el Caribe; la desaparición de glaciares de los Andes ubicados en las elevaciones inferiores a los 5.000 metros; la sabanización de parte de la cuenca Amazónica (con nefastos impactos sobre la provisión de servicios eco sistémicos locales y regionales); la reducción de los rendimientos agrícolas de varios cultivos alimenticios básicos; el aumento de las inundaciones en las zonas costeras; el incremento de la exposición a enfermedades tropicales; la desestabilización del ciclo hidrológico en las principales cuencas y la intensificación de eventos climáticos extremos.

Junto a la exposición geográfica de la región, los factores socioeconómicos afectan directamente en la capacidad adaptativa y la resiliencia de las poblaciones, los ecosistemas y sectores productivos. Mientras que América Latina no es el continente más pobre del planeta, es sin duda el más inequitativo, con un coeficiente de Gini de cerca de 0.52. Según estimaciones del BID, los costos económicos para América Latina de los impactos físicos del aumento de la temperatura en 2°C serian cercanos a US$ 100 billones anuales en 2050.

Para fortalecer la resiliencia y reducir el impacto del cambio climático para la región, la mejor estrategia es hacer uso racional de los recursos naturales del continente. Conservarlos significa preservar un bien público para ésta y las futuras generaciones, que se traducirá en seguridad climática, hídrica, energética y alimentaria. Inversiones en adaptación también son fundamentales para reducir los costos esperados de los impactos físicos inevitables del cambio climático. Análisis estiman que serán necesarios entre US$17 y US$27 billones para evitar o compensar los costos económicos esperados. Aunque las cifras son inciertas, lo importante es que los valores son significativamente menores que los costos estimados de los impactos del cambio climático.

Datos sobre los efectos del cambio climático en la región

  • El aumento del nivel del mar amenaza las ciudades costeras, que incluyen 60 de las 77 ciudades más importantes de América Latina (UN-Habitat 2012)
  • El IPCC (2007) nota con alto grado de confiabilidad que la variabilidad climática y eventos extremos anormales ya están siendo observados en América Latina, como por ejemplo las lluvias intensas en Venezuela (1999, 2005), inundaciones en la Pampa argentina (2000-2002), sequía en la Amazonia (2005), la temporada de huracanes de 2005 en la cuenca del Caribe, entre otros. En los últimos años esta tendencia se incrementó con inundaciones en Colombia (2011), Brasil (2011) y Argentina (2012-2013)
  • Según CEPAL et al (2010), los impactos en salud ya son evidentes: “mientras en 1970 las únicas áreas infectadas en la región por el aedes aegypti, mosquito responsable de la transmisión de la fiebre amarilla y del dengue, eran Venezuela, Surinam, las Guayanas y el Caribe, en 2002 sólo las regiones más australes del continente estaban libres de zonas afectadas por estas enfermedades tropicales”.
  • El cambio climático y las sequias tienen potencial para generar incendios forestales de larga escala, incluso en regiones de bosques densos (Magrín et al, 2007). Si se concretara un aumento de temperatura de 3°C, se estima que la frecuencia de incendios forestales subiría 60% en Sudamérica, según el IPCC (Magrín et al, 2007).
  • El BID estima que los impactos del cambio climático para América Latina pueden reducir exportaciones agrícolas de la región entre US$ 32 y US$ 54 billones en 2050.
  • Los glaciares tropicales en los Andes se han reducido en 15% entre 1970–2002 (Kaser 2005; INRENA 2006).

Las decisiones posibles al acreedor ecológico

América Latina tiene crédito ecológico y las condiciones para liderar la transición hacia una nueva economía baja en emisiones. Sin embargo, en una economía globalizada y basada en la explotación intensiva de recursos naturales, el superávit ecológico que crea las condiciones de liderazgo también representa un potencial económico para la profundización de la exportación de materias primas y el posicionamiento de la región como simple proveedora de recursos naturales. Esta tendencia no es nueva. Históricamente los países de Latinoamerica han tenido dificultades para traducir la explotación y comercialización de productos primarios en procesos de desarrollo económico con valor agregado y de largo plazo.

La tendencia se ha profundizado en las últimas décadas ante un escenario de escasez global de recursos. Eso, sumado a la presencia de áreas bioclimáticas críticas como la Amazonia y el bioma coralino del Caribe y a la desigualdad social se traduce en una alta vulnerabilidad climática. Al mismo tiempo, la posibilidad de revertir la tendencia de reprimarización de la economía, invertir en agricultura y matriz energética sustentables y profundizar la reducción de la deforestación son caminos que pueden fortalecer las ventajas comparativas ecológicas de América Latina y llevar a la región a ejercer su potencial protagonismo hacia un futuro sustentable. La forma de cómo sea aprovechada la condición de acreedor ecológico de América Latina, sea para fortalecerla o fragilizarla, es una decisión que cabe a los liderazgos del presente.

La oportunidad del 2014

2014 será un año repleto de oportunidades para que América Latina lidere el rumbo hacia una nueva economía y futuro resiliente. En diciembre, Perú será la sede de la Conferencia de las partes sobre el Cambio Climático – COP 20, última conferencia del clima antes del encuentro de Paris, cuando un acuerdo global vinculante deberá ser alcanzado entre los países para responder efectivamente al cambio climático. Antes de la COP20, en octubre, Venezuela será sede de la Pre-COP social, que por primera vez integrará las propuestas de la sociedad frente al cambio del clima como insumo a las negociaciones formales. La Cumbre del Clima, promovida por Ban Ki Moon en septiembre en Nueva York, que busca catalizar la acción de los gobiernos, las empresas, la sociedad civil, el sector financiero en relación al cambio climático, junto a la priorización del cambio climático en el próximo Foro Económico Mundial de DAVOS, serán 2 eventos de alto nivel que aspiran a contribuir con el liderazgo de Perú en la COP 20. Espacios para expresión de protagonismo no faltarán y en ese contexto, los países Latinoamericanos tendrán marcadas oportunidades para expresar su liderazgo. Perú mantendrá la presidencia de la COP hasta Paris, Bolivia presidirá el G77 y en países como Brasil, Uruguay, Colombia, Bolivia, Panamá, Costa Rica y El Salvador se celebrarán elecciones generales, una oportunidad para debatir públicamente sobre la agenda para el uso sostenible de los recursos naturales.

Las condiciones y oportunidades para el liderazgo climático regional están sobre la mesa. Cabe a los latinoamericanos tornarlas evidentes y aprovecharlas.

(*): Biocapacidad es la “capacidad de los ecosistemas de producir materiales biológicos útiles y absorber los materiales de desecho generados por los seres humanos, usando esquemas de administración y tecnologías de extracción actuales.”

(**): Entendemos la resiliencia como la capacidad de las comunidades (humanas, animales, vegetales) de soportar perturbaciones. En este contexto, la resiliencia es una condición indispensable para la supervivencia a largo plazo.


16 de diciembre de 2013

Fuente: iAgua.es

Artículos relacionados
Compartir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

El agua es vida, pero ¿Qué pasa cuando no tenemos acceso agua de calidad?  ¿Sabes a qué enfermedades nos exponemos?   ¿Qué sabes sobre el tema?

¡Pon a prueba tus conocimientos en este tema! ¡Y diviértete!

 Ir a la trivia