Sudamericanos enfrentan revueltas o muerte por provisión de agua

15 febrero 2013
En la mañana del 3 de julio de 2012, la plaza central de Celendín, una pequeña ciudad en los Andes peruanos, comenzó a llenarse de gente. Estaban allí para protestar contra el apoyo gubernamental al proyecto de Newmont Mining Corp. de tomar bajo su control cuatro lagos para dar lugar a una nueva mina de oro y cobre. Hacia el mediodía, eran 3.000 personas.

Algunos arrojaban piedras a la policía y esgrimían palos. Luego, unos agresores dispararon a dos policías y a un soldado del ejército en la pierna.

A unas pocas cuadras, el trabajador de la construcción Paulino García salió de su casa a pie para ir al almacén. Al acercarse a la plaza central, se encontró con un tumulto. La gente corría buscando refugio en tanto tropas federales disparaban sus armas, informará la revista Bloomberg Markets en su número correspondiente a marzo.

Una bala alcanzó a García mientras observaba el caos. Le desgarró el pecho y salió por su espalda. Este padre de dos hijos de 43 años cayó al suelo y murió. Otras tres personas recibieron disparos y murieron y más de 20 resultaron heridas.

Fue el enfrentamiento más terrible en 18 meses de protestas en la región de Cajamarca, en Perú, donde muchos habitantes dicen que la mina Conga, un proyecto de Newmont de US$5.000 millones, se llevará el agua que sus aldeas y granjas necesitan para sobrevivir.

“Murió en un charco de sangre”, dice Adelaida Tabaco, la viuda de García de 38 años, sollozando dentro de su casa de adobe a medio construir en Celendín. “Lo único que la gente quiere es agua para las familias, pero las mineras quieren llevársela. Y los soldados nos matan si nos interponemos”.

Conflictos

Los heridos y muertos en Celendín, 800 kilómetros (500 millas) al norte de Lima, son víctimas de un conflicto a nivel continental que está oponiendo los gobiernos sudamericanos y las grandes empresas generalmente extranjeras a quienes se encaminan a perder sus casas dado que el agua se desvía a usos industriales.

Los dirigentes políticos de toda la región, electos gracias a las promesas de impulsar el crecimiento económico y sacar a sus poblaciones de la pobreza, están otorgando por vía rápida aprobaciones de utilización de agua para proyectos como la mina Conga. Ayudado por la minería y las exportaciones agrícolas, el producto interno bruto de Brasil creció 43% desde 2002 hasta 2012, después del ajuste por inflación, en tanto la economía chilena creció 58%.

Perú va en camino de crecer 6% en 2013, el nivel más alto de Sudamérica, impulsado por inversiones en minas de oro, plata y cobre.

Sudamérica es la región de la tierra que más agua tiene, con 29% de las reservas mundiales, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. El obstáculo es que el agua no siempre está donde se hallan localizados los mejores recursos minerales o agrícolas.

Cantidades enormes

Las minas consumen cantidades enormes de agua para separar los minerales de la roca. Se necesitan 28 litros (7,4 galones) de agua para hacer 0,5 kilogramos (1 libra) de cobre en Chile. Después del proceso, el agua de algunas minas se torna tan tóxica que no puede volver a utilizarse. Las minas más grandes de Perú, como Conga, están en lo alto de los Andes, donde prácticamente no llueve de mayo a octubre.

En Chile, el productor más grande de cobre en el mundo, hay grandes depósitos de cobre, oro y plata bajo el Desierto de Atacama, tan seco que en algunos lugares nunca se han registrado lluvias. Y una mayor demanda significa menos agua disponible.

Poblaciones cada vez más numerosas han reducido más de un quinto la cantidad de agua utilizable por persona desde 1992 en Brasil, Chile y Perú, según el grupo de la ONU.

Terribles consecuencias

Los líderes nacionales de América Latina confrontan el crecimiento económico a corto plazo con las necesidades futuras de agua, y las consecuencias pueden ser terribles. En Chile, la reserva de agua potable se halla en peligro debido a políticas anteriores que asignaron demasiada agua a empresas para impulsar la economía, dice la ministra de Obras Públicas, Loreto Silva.

El agua ya está agotándose en lugares como Copiapó, una ciudad de 158.438 habitantes en el Desierto de Atacama, 800 kilómetros al norte de Santiago, debido a la expansión minera y agrícola, dice.

“En algunas zonas del país, como Copiapó, tenemos una reducción o un agotamiento de los recursos”, dice Silva. “Si no tomamos decisiones hoy, en una década tendremos escasez de agua. Esto nos obliga a adoptar una visión estratégica a largo plazo en materia de agua”.

Lucha global

Los conflictos en Sudamérica forman parte de una lucha global por el agua que se intensifica. Las ciudades, las fábricas y las granjas han menguado tanto dos de los ríos más poderosos de la tierra –el Río Amarillo en China y el Colorado en los Estados Unidos y México- que rara vez llegan al mar, como lo hicieron durante millones de años.

Luis Cabrera, experto ambiental en la mina de oro Yanacocha de Newmont en Perú, dice que Conga no privará a Celendín ni otros lugares de agua. Dice que la empresa está construyendo un sistema de embalses y canales por US$65 millones para uso público, que abastecerá de agua abundante y más limpia a los pobladores.

“Creemos que tendrán más agua de la que tienen ahora”, dice Cabrera, sentado en una oficina de la mina Yanacocha.

En abril pasado, el presidente peruano Ollanta Humala pronunció un discurso televisado sobre las protestas de Conga. La expansión minera es fundamental para el futuro económico de Perú, y la mina Conga de Newmont debería avanzar, dijo.

“Nuestro gobierno es consciente de la importancia de la inversión minera para alcanzar el objetivo deseado de crecimiento con inclusión”, dijo Humala.

Cuatro muertos

La manifestación del 3 de julio en Celendín que dejó un saldo de cuatro muertos se había iniciado pacíficamente, pero enseguida creció en intensidad. Cuando algunos manifestantes arrojaron piedras a la policía que custodiaba la plaza central ésta respondió arrojando gases lacrimógenos a la multitud. Al quedarse sin gases lacrimógenos, los oficiales se retiraron y el comandante policial solicitó ayuda al jefe de una unidad del ejército, según una investigación de la organización Human Rights Watch con sede en Washington.

Unos 90 minutos más tarde, los efectivos volvieron y comenzaron a disparar a los manifestantes.
Marco Arana, ex sacerdote católico, dice que está mal moralmente –y debería estarlo penalmente- que el gobierno permita a los oficiales disparar y matar gente al azar.

“Para que esta violencia acabe, hay que poner fin a las terribles acciones de la policía”, dice. “El gobierno se equivoca si piensa que con balas, tortura y palizas puede reprimir las justificadas preocupaciones del pueblo”.

En todo el mundo en desarrollo, los gobiernos optan por asignar agua al crecimiento económico –tomando, a veces, una decisión a corto plazo en detrimento de las necesidades futuras.

“Debemos adoptar una visión a largo plazo en materia de agua”, dijo Silva, la ministra de Obras Públicas chilena. “En este país tenemos crecimiento, y tenemos una demanda cada vez mayor”.

Las decisiones que tomen ahora países como Perú y Chile respecto de la asignación del agua pueden ayudarlos a la larga a alcanzar la posición de países desarrollados –aunque los costos, medidos en sangre y desplazamiento humano tal vez lleven a algunos a preguntarse si el camino a la prosperidad vale ese precio.


15 de febrero de 2013

Fuente: La Tercera

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