Cuencas y ciudades

19 mayo 2014

En las décadas recientes las ciudades han crecido sin una planeación que asegure el abasto de estos bienes y servicios ambientales suficientes a sus exigencias. Sin tomar medidas para un aprovechamiento eficiente, demandan la importación de agua vía trasvases, afectando el abasto a comunidades rurales y la sustentabilidad de otras cuencas.

ILUSTRACIÓN: Greenpeace

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta situación responde a un modelo extractivo de gestión de agua que considera a este recurso como infinito y desligado de la integridad y el funcionamiento de los ecosistemas circundantes. Así se ha alterado drásticamente el ciclo hidrológico, al disminuir la capacidad de infiltración, de recarga y de depuración por medio de sucesivas intervenciones con infraestructura, sin las debidas consideraciones ambientales. Se extrae más agua de la que el ciclo hidrológico es capaz de proveer de manera sustentable.

Este modelo de extracción en torno a grandes urbes está ejerciendo presión en muchas cuencas del país, por ejemplo, en las subcuencas que conforman el Sistema Cutzamala para llevar agua a la Ciudad de México; sobre la cuenca del Pánuco para abastecer a la ciudad de Monterrey (proyecto Monterrey VI), y sobre las aguas del río Sonora y río Yaqui para la provisión de agua a Hermosillo vía el acueducto Independencia.

El modelo de extracción también implica la generación de desechos. Se estima que en México se da tratamiento a sólo 15 por ciento de las aguas residuales, por lo que cada año se descargan alrededor de 12 mil millones de metros cúbicos de agua contaminada a los distintos cuerpos de agua (Arreguín, 2004). El tratamiento y reúso local de estas aguas reduciría gran parte de las presiones sobre el ambiente, tanto para la provisión del recurso como para la asimilación de los contaminantes.

Ante escenarios de incremento en la demanda de agua y ciclos hidrológicos cada vez menos predecibles debido al cambio climático, se ha vuelto más complejo y urgente lograr una buena gestión de nuestras fuentes de agua, lo que conlleva una planeación de las actividades productivas y económicas. De allí la importancia de construir planes rectores que guíen el desarrollo económico y el crecimiento de las ciudades sin detrimento de los ecosistemas terrestres e impulsando la participación y la equidad social.

Los ecosistemas se sostienen por la interacción continua de sus componentes en el tiempo y en el espacio, y por lo tanto, es imposible solucionar un problema ecosistémico manipulando sólo un componente: el agua. Apremia un cambio de paradigma hacia una visión más integral. En este sentido, un enfoque de cuenca (Cotler, 2007) nos permitirá entender las interrelaciones entre la población humana y los recursos naturales.

Las cuencas sanas, además de ser el territorio de quienes se organizan, viven y trabajan allí, permiten mejorar la disponibilidad de agua, respondiendo con esto al mandato de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Constitución (la reforma al Artículo Cuarto, en febrero de 2012) de garantizar el derecho humano al agua y al saneamiento; regular el flujo hidrológico y disminuir inundaciones por eventos hidrometeorológicos extremos, y crear mejores condiciones para la adaptación frente a sequías ocasionadas por el cambio climático.

Pero este nuevo paradigma también requiere de una nueva gestión del agua que transite de un modelo extractivo a uno sustentable, lo cual implica cambiar la lógica de uso del agua para priorizar las necesidades humanas básicas antes que las industriales-extractivas, identificando e internalizando los impactos sobre el agua que cada actividad genera y reconociendo las interrelaciones que éstas mantienen en el territorio.

Para lograrlo se requiere de una gobernanza del agua con amplia participación ciudadana, activa, exigente, vigilante y responsable, y así superar una visión administrativa y coercitiva basada en reglamentos, que no son respetados por la misma autoridad y tampoco son asumidos como una responsabilidad compartida.

Se requiere de una nueva institucionalidad que respete a las organizaciones comunitarias, y espacios de participación social desde el nivel de barrio urbano o comunidad rural, de subcuencas y de cuencas. El enfoque de cuenca es necesario para superar las actuales descoordinaciones sectoriales y entre gobiernos municipales. Además, este enfoque ofrece la oportunidad de acciones conjuntas entre gobierno y sociedad civil para elaborar e implementar soluciones eficientes, equitativas y sostenibles a los problemas hídricos y de desarrollo; de cuenca arriba hacia cuenca abajo en el sentido geográfico y, de abajo hacia arriba en el sentido socio ambiental, buscando resolver la mayoría de los problemas a nivel local.


17 de mayo de 2014
Fuente: La Jornada del campo
Nota de: Helena Cotler (Directora de Manejo Integral de Cuencas.  Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático); Rossana Landa (Coordinadora, Programa de Conservación de Cuencas del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza. Campaña Nacional Agua para Todos, Agua para la Vida); Luisa Paré (Instituto de Investigaciones Sociales UNAM, Sendas y Asamblea LAVIDA.Campaña Nacional Agua para Todos, Agua para la Vida)

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