Agua potable para escuelas

26 abril 2016

Foto tomada de El Financiero
 

Para que el agua que suministra el sistema municipal pueda ser bebida en los bebederos de las escuelas, deben investigarse primero sus fuentes y analizar semanalmente su condición física, química (ausencia de plomo) y microbiológica. No debe olvidase que el sistema de filtración utilizado en los “purificadores” tipo casero, (filtración mecánica) no impide el posible paso de bacterias, incluyendo bacterias patógenas como las coliformes. La mejor forma de comprobar la inexistencia de contaminación microbiológica en el agua, considerando que el bebedero se conectó directamente al suministro público, es comprobando la presencia de cloro residual.

La calidad del agua en el país no es fiable ni segura. Existe el riesgo de contaminación que puede afectar la salud de los niños. Antes de instalar un bebedero en una escuela o comunidad, debe investigarse si esa agua proviene de fuentes superficiales o profundas y si cumple con las normas oficiales establecidas para ser bebida. Si el bebedero de una escuela se conecta directamente al suministro público de agua, es casi seguro que esa agua no debe ser bebida por los niños.

El hecho político de anunciar en los periódicos que la SEP ha instalado o va a instalar bebederos en las escuelas es incorrecto si no se obliga a la Secretaría de Educación Pública a establecer procedimientos analíticos para garantizar que esa agua no está contaminada y no contiene plomo.

El agua para bebederos en las escuelas, como el agua de la llave, debe ser analizada rigurosamente de acuerdo con las normas estatales y federales. Incluso, el agua para los bebederos debe estar sujeta a más pruebas físico-químicas y análisis bacteriológicos, que el agua que se vende en el mercado en botellas de plástico. De hecho, la mayoría de las marcas de agua embotellada venden únicamente agua filtrada.

En California encontraron que el 40% del agua embotellada en botellas de plástico no era potable, menos era recomendable para enfermos.


26 de abril de 2016
Fuente: El Financiero
Nota de Salvador García Liñán

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