A mala lluvia, buen paraguas

17 julio 2017

14 de julio de 2017
Fuente: Animal Político
Nota: Roberto Lozano

De acuerdo al reporte 2016 de la CONAGUA, ni más agua, ni menos agua, estamos viviendo un periodo normal en las precipitaciones de los últimos 7 años. Entonces, ¿hay algo que no se está haciendo bien? ¿Qué está fallando?

Bernal Díaz del Castillo, en Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, describe México Tenochtitlan:

“… y desde que vimos tantas ciudades y valles poblados en el agua y en la tierra firme y otras grandes poblaciones y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba México, nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro Amadís, por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua y todos de cal y canto y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello. Esta simetría y planificación, que tanto admiró a los conquistadores, provenía de una idea de organización política y social, de la división cuadripartita del grupo mexica (azteca) […] Muchas calles eran canales por los que sólo se podía transitar en canoas…”.

A partir de este fragmento podemos encontrar algunos aspectos que reflejan importantes “vocaciones” tanto orográfica como social de la ahora nuestra capital:

  • La imaginería mexica proyectó una ciudad en el medio del lago.
  • México se asienta sobre una zona geográfica de claro dinamismo hídrico.
  • La base que lo hizo posible pasa por la organización de las relaciones de poder y las de la sociedad.
  • Sin idealizar, esto nos habla de una cultura originaria más armoniosa con su entorno.

Sabemos que los trazos originales de las calzadas que conectaban Tenochtitlan (en el centro del lago) con tierra firme son los mismos que vemos en la actualidad: Tlalpan hacia el sur, Tlatelolco hacia el norte, Iztapalapa hacia el oriente y Tacuba hacia el poniente. Ya estaba hecha la plantilla, con lo que no contábamos es la complejidad de crecer la mancha urbana de forma desmedida, el aumento poblacional en la zona metropolitana y, con todo ello, el reto de proveer de agua y servicios a una población de tal tamaño y no tan buenas costumbres (casi 9 millones de habitantes sólo en la ciudad, sin contar el resto de la zona metropolitana, que en total suman 22 millones de habitantes).

Hidropendejismo

No se trata de la ira de Tláloc, el desmadre lo armamos nosotros.

Hoy, ya no tenemos al venerable Tlatoani que lideraba las tribus, pero tenemos un flamante jefe de Gobierno de la Ciudad que se las ha arreglado muy bien para desarreglar lo que ya fluía: además de las vialidades, también el agua.

Los capitalinos tenemos algunos de años (5 para ser exactos) que hemos constatado cómo en cada temporada de lluvias tenemos que padecer el tráfico, aglomeraciones en las estaciones del metro y metrobús, inundaciones y afectaciones en las propiedades de las personas… Y es que antes no pasaba esto, sí llovía, pero no se desmadraba todo… pero ahora sí. Y es que el calentamiento global… Cierto, pero aún no nos llegan esas aguas:

De acuerdo al reporte 2016 de la CONAGUA, ni más agua, ni menos agua, estamos viviendo un periodo normal en las precipitaciones de los últimos 7 años:

Grafico: tomado de Animal Político

En 2011 estuvimos muy por debajo de la media nacional, mientras que el año pasado se mantuvo en los niveles acostumbrados.

A propósito de las últimas lluvias que ocasionaron desastres en Miguel Hidalgo y Azcapotzalco, la explicación oficial enfatizó: “que esta situación se debe a que la Ciudad de México se encuentra en una cuenca natural, por lo que con la lluvia el agua simplemente regresa a su lugar habitual”. Okei.

Entonces, ¿hay algo que no se está haciendo bien? ¿Qué está fallando?

En la mayoría de las reflexiones e iniciativas existentes en sostenibilidad aparece la preocupación por controlar la expansión urbana, fomentar la recuperación de la ciudad, la gestión sostenible de recursos y residuos, la protección al patrimonio natural y cultural, la mejora de la accesibilidad y la eficiencia del transporte.

Particularmente en los indicadores medioambientales andamos mal: Indicadores medioambientales (agricultura, agua, atmósfera, energía, gestión ambiental, recursos, residuos y ruido). Más que reprobados, si algo hemos notado es el deterioro del entorno ambiental, el reto que significa traer el agua y otro tanto el que la población (y las empresas) la cuidemos. Sabemos que la ciudad no consume lo que produce, lo importa. Y pese a las justificaciones del Gobierno de la Ciudad de México (reducción de carriles, aumento del parque vehicular, nuevo Reglamento de Tránsito que reduce la movilidad), vivimos la peor crisis de movilidad en la historia de esta ciudad. Lo anterior aunado al factor cambio climático que sí promete agudizar los torrenciales en tiempos de lluvia.

Hoy la sempiterna ciudad de las obras, con el gasto más grande en este rubro, aunque todo parece indicar, con mínima planeación, y en donde la corrupción afecta de forma especialmente sensible el uso del suelo, además de que el factor lluvias pone en evidencia cómo ya no contamos con una dotación urbana que les haga frente a estas contingencias.

Y en todo este concierto, donde la autoría de la acción gubernamental tiene muchos pendientes, también a los ciudadanos nos toca que nos eduquemos y hagamos sensibles de lo que podemos hacer y pedir cuentas a la autoridad. Esto implica hacernos conscientes respecto al entorno, el medio ambiente y romper muchas inercias en nuestros comportamientos.

Entonces, si el pedo no es el agua, la cuestión no es ofrecerle tributo a Tláloc, no podemos culpar al calentamiento global de todo (aún no), lo que se requieren son soluciones terrenales que involucran al conjunto de los habitantes y la dirigencia de la ciudad. Tal como lo hicieron los mexicas en su momento, una serie de prácticas generalizadas para tratar con el agua, aprovecharla y establecer una relación menos rasposa con el entorno.

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