Alcanzar una gestión sostenible del agua: un reto de la agricultura actual

23 noviembre 2016

Un manejo ecológico de la cuenca que conserva la vegetación, el suelo y el agua, puede coadyuvar a recuperar el estado de la captura e infiltración, de los regímenes de escurrimiento y de la pérdida de suelo por erosión.

El Plan Nacional Hídrico 2014-2018, se queda corto en este tema, ya que sólo se enfoca a la medición del ciclo hidrológico: "Estrategia 1.3 Modernizar e incrementar la medición del ciclo hidrológico. 1.3.1 Consolidar la modernización del Servicio Meteorológico Nacional. 1.3.2 Fortalecer y modernizar la medición del ciclo hidrológico en el ámbito nacional, regional y local." Lo cual sin duda es importante, pero no suficiente.

Implícito en el desafío anterior se encuentra la conservación de la biodiversidad como condición sine qua non, en la restauración del ciclo hidrológico, en el mejoramiento de la calidad del agua, y como un indicador integral de calidad ambiental. Esta es una tarea aún pendiente, no obstante la existencia de tres áreas naturales protegidas en la Región (una municipal en Torreón, una estatal en Ciudad Lerdo y una federal en Mapimí), son aun insuficientes y además, por lo menos en la municipal y estatal los apoyos han sido mezquinos, impidiendo su desempeño óptimo en la aplicación de tecnologías de conservación.

La disminución de la biodiversidad en arroyos y ríos, ha ocasionado que se disminuya también su capacidad de actuar como un filtro que mejora y protege la calidad del agua. La vegetación de galería integrada por árboles, arbustos y herbáceas limpian el agua de compuestos nitrogenados y fosforados, así como de metales pesados o elementos traza. El álamo acumula cadmio y zinc. El zacate chino acumula además de cadmio, arsénico y plomo. La gobernadora en los arroyos efímeros actúa también como una gran acumuladora de metales pesados.

El mismo hilo de la hidrología natural, conecta y conduce a los escurrimientos y a los pausados acuíferos subterráneos al valle donde la tierra es rica y profunda y se aprovecha para la producción de cultivos. En esta gran superficie los mantos friáticos y acuíferos subterráneos se han sobreexplotado desde 1946 y se agravó en el año de 1957 cuando la extracción fue de aproximadamente 1,800 millones de metros cúbicos y la recarga de aproximadamente 500 millones. Actualmente, de acuerdo a cifras oficiales la relación recarga/extracción es de 518.9/1,010.8 millones de metros cúbicos.

¿Cuáles han sido los impactos de esta sobreexplotación? El nivel del agua subterránea se ha abatido y se provocó que en algunas zonas ahora se perfore a grandes profundidades para encontrar agua, elevando los costos de energía eléctrica, el consumo de combustibles fósiles y la huella de carbono (más emisiones de gases de efecto de invernadero).

La sobreexplotación se asocia a una menor calidad del agua, en particular por el incremento de arsénico y flúor en el agua. Desde 1936 se sabe, por reportes geológicos de EUA, que el norte de la Región Lagunera tenía yacimientos de arsenofluorita que contaminaba el agua de los acuíferos con los elementos mencionados. Pero es hasta la década de los cincuenta que médicos locales empezaron a diagnosticar cuadros de hiperqueratosis plantares que se atribuyeron al contenido de arsénico en la misma Región del Norte de la Región, casualmente, en el mismo período de mayor sobreexplotación de los acuíferos. En 1979 se devela la crisis cuando un grupo de investigadores (Albores, et al. 1979) "demostró que el agua de bebida en las poblaciones rurales del norte de la región provocaba hidroarsenicismo crónico regional endémico (HACRE). Tomaban agua con concentraciones de arsénico alrededor de 400 µg/L".

Aunque se tomaron las primeras medidas de mitigación en 1986 para resolver la problemática mencionada, la sobreexplotación del agua subterránea continuó y el problema del norte ha migrado a las ciudades. Las medidas que se han tomado para mitigar el problema actual, como el establecimiento de filtros a pie de pozo, no resuelven el problema de raíz. La solución definitiva se encuentra en los diferentes actores del problema, en la aplicación eficaz de la Ley de Aguas Nacionales, en el establecimiento de medidores volumétricos equipados con telemetría y supervisados por instancias independientes, a las concesiones agropecuarias, en el uso de cultivos que demanden menos agua, pero sobre todo se encuentra en la posibilidad de dialogo y acuerdos entre los grandes usuarios del agua y la sociedad lagunera, quizá un consejo de cuenca con mayor representación ciudadana sea el primer paso.


23 de noviembre de 2016
Fuente: El Siglo de Torreón
Nota de Manuel Valencia Castro

Manuel Valencia Castro

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