El agua se convierte en negocio en Kibera, el suburbio de Nairobi

10 octubre 2008

 

El Universal
Nairobi Viernes 10 de octubre de 2008
06:40

El agua es un bien altamente rentable para algunos grupos ilegales del mayor suburbio de Nairobi, Kibera, que controlan su distribución a los vecinos, forzados a comprarla a diez veces más del precio normal.

La inmensidad de Kibera, antiguo asentamiento militar a comienzos del siglo pasado y donde actualmente viven más de 800 mil personas, es inenarrable.

Su ubicación en el corazón de Nairobi, rodeado de lujosos barrios residenciales, no impide que el Gobierno siempre haya mirado hacia otro lado y siga considerándolo "asentamiento informal", categoría que implica que no hay servicios públicos en sus 250 hectáreas.

"Como el plan del Gobierno para Kibera era que dejase de existir, la población nunca ha sido atendida. No hay colegios públicos y, por supuesto, el agua no llega de forma 'legal' a sus residentes", explica a Efe, Nancy Githaiga, coordinadora de proyectos de "Maji na Ufanisi", una ONG local que trata de mejorar las infraestructuras sanitarias de los suburbios.

El abandono de Kibera por parte de las autoridades ha creado un vacío de poder en el suministro de ciertos bienes que, como el agua, han pasado a manos de los propios lugareños, quienes establecen sus normas y sus precios de forma aleatoria e irregular.

"Las tuberías pasan por Kibera -explica Nancy- porque Daniel Arap Moi -ex presidente de Kenia- se hizo edificar una casa muy cerca, y la única forma de que llegase el agua a su residencia era construir canales que atravesasen el suburbio".

De esta forma, los vecinos empezaron a elaborar sus propios conductos, unas pipetas -o espaguetis, como ellos los llaman- muy rudimentarias que conducen el agua hasta unos tanques que almacenan una cantidad para, aproximadamente, 200 personas.

Los tanques están por todas partes. En uno de ellos se ubica Josephine, quien, con una camiseta que anuncia su condición de "distribuidora", atiende a los clientes que acuden a por su ración diaria de agua.

"Yo vendo el agua al precio que me ordena su dueño, la cantidad normal son 20 litros por 3 chelines", dice a Efe la muchacha.

El "dueño" no está en ese momento vigilando su tanque. Mientras atiende otras cosas -"es un hombre de negocios", aclara Josephine-, ella se encarga de racionar el agua para sus vecinos, labor que cumple desde hace ocho años.

Sin embargo, el precio no es fijo. "Tampoco es justo. Dependiendo de la época, de las sequías y otras cosas, puede llegar a subir hasta 5 chelines por 20 litros", explicó, David, un vecino de Kibera.

David comenta que suele necesitar unos 40 litros por día. Vive en Kibera, pero trabaja en una gasolinera del centro de Nairobi, donde no cobra más de 15 mil chelines al mes (162 euros).

"Empleo 200 chelines en agua, lo que supone que tengo que reducir el presupuesto de la comida", señala David.

Los grupos que se encargan de distribuir el agua afirman que su función es un "servicio a la comunidad, con la que mantienen una buena relación, ya que saben que tienen que cuidar a sus clientes", añade.

Así piensa Hilario, que forma parte del grupo "utusmishi", una organización local que abastece de agua a su feudo.

"Nuestro objetivo -afirma- es mejorar la vida de nuestros vecinos y asegurarles el acceso al agua, de la que no pueden prescindir".

Esa condición del agua como elemento indispensable para vivir es lo que asegura a los proveedores que no les faltarán clientes.

"Para estos grupos, o mafias, ya que desarrollan actividades al margen de la Ley, se trata de un negocio redondo. Todo el dinero que ganan es para ellos y pueden estipular los precios que quieran", aclara Nancy.

La situación no parece tener fácil solución.

Los 200 suburbios de Nairobi, que acogen a un tercio de la población de la capital, tienen sus propias leyes a consecuencia de la desidia de las autoridades, "que no tienen dinero suficiente como para invertir en ellos, o, si lo tienen, lo destinan a actividades más rentables", matiza Nancy.

"Maji na Ufanisi" y algunas agencias de la ONU, como UN-Habitat, fomentan la legalización de la situación e instan al Gobierno a que mejore el acceso de la población a las infraestructuras.

Estos cambios ya empiezan a verse en Soetho, uno de los trece distritos de Kibera, donde el agua es distribuida por una institución semi-independiente que también opera en el resto de la ciudad, la "Compañía del Agua de Nairobi".

En 2002, cuando subió al poder Mwai Kibaki, se redactó un plan de integración y desarrollo para los suburbios. Sus logros son, por el momento, poco visibles, a juzgar por la imagen que ofrece Kibera, donde una línea férrea separa el arrabal del campo de golf más grande de Nairobi, donde el agua de los aspersores sale a raudales.

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