Malas prácticas ponen en riesgo bosques chiapanecos: experto

10 junio 2015 Agua

La reserva de la biosfera El Triunfo, en la Sierra Madre de Chiapas, es uno de los últimos bosques de niebla y hábitat de 24 por ciento de las especies del país.

Sin embargo,  Mario González Espinosa, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias señaló que como resultado de la extracción desmedida, no regulada de recursos del bosque, del establecimiento de la agricultura tradicional y del pastoreo extensivo, los bosques de varias regiones montañosas de Chiapas han sufrido, además de una acelerada disminución en su extensión, alteraciones en su composición florística y en su funcionamiento.

“Las prácticas inadecuadas de uso de suelo, el aprovechamiento no sustentable de los bosques y la dinámica demográfica que se registra en las regiones montañosas de la entidad han provocado altas tasas de deforestación, lo que pone en riesgo no sólo al bosque mismo, sino a las comunidades que dependen de él”.

Esta problemática  ha motivado que diversos proyectos de conservación y restauración se hayan propuesto desde hace más de 25 años tanto por González Espinoza, Neptalí Ramírez Marcial y su equipo de colaboradores en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR).

En esta ocasión, el  grupo de investigación utilizó una serie de estrategias para la restauración de los bosques chiapanecos que  involucró a seis comunidades indígenas pues “a lo largo del tiempo nos hemos dado cuenta que todo proceso, tanto la conservación como la restauración, son procesos sociales, y que para llevar a efecto un proyecto se necesita de consensos y compromisos mutuos entre los investigadores y la sociedad”.

Los investigadores evaluaron las actividades realizadas por las familias, así como de las principales determinantes biofísicas, sociales y económicas. Utilizaron un marco conceptual conocido como medios de vida sustentables complementado con la metodología participativa desarrollada en ECOSUR por el doctor Manuel Roberto Parra Vázquez, otro integrante del mismo grupo de estudio multidisciplinario.

La metodología aplicada, continuó González Espinosa, permitió evaluar diferentes aspectos de los cinco rubros capitales del marco conceptual: natural, que indica la disponibilidad y acceso a los recursos naturales; financiero, que representa las fuentes de ingreso disponibles para los hogares; social, que implica las relaciones de colaboración y organización existentes dentro de la comunidad; humano, que se refiere a las habilidades, conocimientos y capacidades de trabajo que la gente posee; y físico o de infraestructura, enfocada a los bienes o instalaciones de carácter comunitario, así como el acervo de herramientas y servicios básicos disponibles en los hogares.

“Las comunidades estudiadas revelan una condición de alta marginación con una práctica extendida de la agricultura, en la que los excesos en el uso de agroquímicos nulifican la ganancia para los agricultores, y donde el uso del bosque forma parte de la estrategia de vida de los campesinos de la región”.

Las acciones emprendidas para la restauración de los bosques constaron de la elaboración de mapas comunitarios de las áreas con interés para ser rehabilitadas o restauradas.

El análisis señala que las comunidades estudiadas son muy heterogéneas en cuanto a la extensión, composición y estructura de sus áreas arboladas remanentes, por lo que las diferencias apuntan a la necesidad de contar con un plan de restauración forestal propio en cada comunidad.

“Se han considerado tres gremios de especies que son adecuados para propósitos de restauración forestal en las montañas de Chiapas: coníferas, encinos y otras latifoliadas  -que se pudieron dividir entre las latifoliadas tolerantes e intolerantes a la sombra. No obstante, las comunidades estudiadas mostraron diferencias significativas en su riqueza total de especies de árboles y otras variables estructurales”.

Para casi toda área de estudio, los especialistas observaron la necesidad de aplicar una estrategia de restauración activa de amplio alcance sobre el territorio basada en la participación de las comunidades para iniciar o acelerar la velocidad de recuperación de los bosques.

“Sin embargo, para poder iniciar una acción colectiva es necesario que el gobierno  y/o las organizaciones ambientalistas cambien algunas de sus políticas y aporten los recursos necesarios para concientizar a los productores, fortalecer sus capitales y capacitarlos para superar las etapas críticas del plan, con el fin de que consideren importante y viable realizar las tareas de restauración”, resaltó Mario González Espinosa.


9 de junio de 2015

Fuente: La Jornada

Nota de: César Arellano

Foto de: Moysés Zúñiga Santiago

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