Sufren sed en Michoacán, aunque viven sobre manantial

08 enero 2009

 

El Universal, DF / 8 de enero 2009
Azucena Silva, corresponsal

ZITÁCUARO, Mich.— “Diario camino por los montecitos entre cuatro y cinco kilómetros con las cubetas de agua a mi espalda, que pesan unos 60 kilos”, calcula Domitila Hernández, de origen mazahua.

La mujer tiene nueve hijos con edades que van de los 16 a los seis años, y enviudó hace más de cinco.

“Todos los días debo cargar mi cruz para acarrear agua a la familia; me pongo en los hombros un tronco y le echo encima cuatro cubetas, de esas de pintura, y camino por los montecitos. No agarro el caminito porque es el doble de lejos”, relata Domitila, originaria de la tenencia Donaciano Ojeda, una de las 13 que hay en el municipio michoacano de Zitácuaro.

“Mi espalda ya no da para más pero qué quiere que haga, mi esposo ya se fue con Tata Dios y pues hay que sacar adelante a los niños”, dice la mujer indígena de 46 años de edad, a quien rodean sus hijos. En la familia todos andan descalzos.

Comunidades olvidadas

La comunidad Donaciano Ojeda esta dividida en cinco manzanas con unos 8 mil habitantes: sólo para las dos primeras manzanas, el gobierno municipal conectó mangueras a los mantos acuíferos. En la tercera y cuarta manzanas existen mantos, pero no la posibilidad de que les llegue el suministro de agua a las viviendas; se necesitarían mil 200 rollos de manguera para acceder de manera directa al líquido.

Principalmente en la tercera y cuarta manzanas, los habitantes conservan sus raíces mazahuas; las mujeres visten faldas y blusas blancas con vivos bordados. En su mayoría son viudas y con muchos hijos.

La mayoría se dedican a la elaboración de artesanías, que tienen como herencia desde hace 350 años y que se basa en trabajos con ocochal, una variedad de madera, así como a la cría de animales de granja para consumo de la familia.

Para la realización de una vasija se llevan alrededor de 10 semanas. Reconocen que si contaran con el servicio de agua, ese tiempo se reduciría.

En el ambiente hay mucha tierra, por lo que la población enferma y presentan importantes grietas en la piel.

Los habitantes de Donaciano Ojeda coincidieron: “Donde inicia nuestra tenencia es justamente donde empieza el olvido”.

Por el lugar no corre ningún río ni arroyo que les pudiera facilitar el martirio que les representa conseguir agua, pero lo que es un hecho es que subterráneamente sí cuentan con el vital líquido pero sin posibilidad de extraerlo.

Zitácuaro tiene una zona conocida como la presa El Bosque, que hace muchos años se creó con la finalidad de apoyar el proyecto del estado de México del río Cutzamala, y que contiene el agua que se lleva hasta el Distrito Federal, y parte del vital líquido que tiene esta finalidad sale de esta presa.

De hecho, hay un acuerdo en el que los propios agricultores de Zitácuaro están impedidos para utilizar esa agua, pues debe ser racionada bajo controles estrictos y a través de bombas. En caso de desatender el convenio, habría sanciones para las autoridades municipales e incluso las del estado.

Lo anterior, pese a que no son aguas totalmente potables ya que todo el drenaje del municipio michoacano de Zitácuaro llega directamente a la presa El Bosque, y se ha demostrado que los productos de la agricultura, principalmente de guayaba, están contaminados.

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