Al Gore / Más allá de Kyoto

17 octubre 2007

Nuestro hogar -la Tierra- está en peligro. Lo que está en riesgo de ser destruido no es el planeta en sí, sino las condiciones que lo han hecho hospitalario para los seres humanos.

Sin darnos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones, hemos empezado a poner tanto dióxido de carbono (CO2) en la delgada capa de aire que rodea a nuestro mundo que literalmente hemos cambiado el equilibrio de calor entre la Tierra y el Sol.

Si no dejamos de hacer esto rápidamente, la temperatura promedio se incrementará a niveles que los humanos nunca han conocido y pondrá fin a un equilibrio de clima favorable del que depende nuestra civilización.

En los últimos 150 años, en un acelerado frenesí, hemos estado extrayendo crecientes cantidades de carbono del suelo -principalmente en la forma de carbón y petróleo- y quemándolo en formas que arrojan a la atmósfera de la Tierra 70 millones de toneladas de CO2 cada 24 horas.

Las concentraciones de CO2 -sin haber subido nunca arriba de las 300 partes por millón en cuando menos un millón de años- se han disparado de 280 partes por millón al inicio del auge del carbón a 383 partes por millón este año.

Como resultado directo, muchos científicos advierten ahora que nos estamos acercando a varios "puntos claves" que podrían -en un lapso de 10 años- hacer imposible que evitemos un daño irremediable para la habitabilidad del planeta para la civilización humana.

Tan soló en los últimos meses, nuevos estudios han demostrado que el casquete polar del norte -que ayuda a enfriar el planeta- se está derritiendo casi tres veces más rápido que lo que habían predicho los modelos computacionales más pesimistas.

A menos que realicemos acciones, el hielo del verano podría haber desaparecido por completo en apenas 35 años. De manera similar, en el otro lado del planeta, cerca del Polo Sur, los científicos han encontrado nuevas evidencias de nieve que se está derritiendo en la Antártida Occidental en una zona tan grande como California.

Éste no es un problema político. Éste es un problema moral, uno que afecta a la supervivencia de la civilización humana. No es cuestión de izquierda contra derecha; es cuestión de lo que está bien contra lo que está mal. Puesto de manera simple, está mal destruir la habitabilidad de nuestro planeta y arruinar los prospectos de todas las generaciones que sigan a las nuestras.

El 21 de septiembre de 1987, el Presidente Ronald Reagan dijo, "en nuestra obsesión con los antagonismos del momento, con frecuencia olvidamos cuánto nos une a todos los miembros de la humanidad. Quizá necesitamos una amenaza externa, universal para reconocer este vínculo común. Ocasionalmente pienso lo rápido que nuestras diferencias podrían desvanecerse cuando enfrentemos una amenaza de fuera de este mundo".

Nosotros -todos nosotros- enfrentamos ahora una amenaza universal. Aunque no es de fuera de este mundo, es sin embargo cósmica en escala.

Considere esta historia de dos planetas. La Tierra y Venus son casi del mismo tamaño, y tienen casi exactamente la misma cantidad de carbono. La diferencia es que la mayor parte del carbono de la Tierra está en el suelo -habiendo sido depositado ahí por diversas formas de vida en los últimos 600 millones de años- y la mayor parte del carbono de Venus se encuentra en la atmósfera.

Como resultado, aunque la temperatura promedio de la Tierra es de 15 agradables grados centígrados, la temperatura promedio en Venus es de 464 grados centígrados.

Es cierto, Venus está más cerca del Sol que nosotros, pero la culpa no es de nuestra estrella; Venus es en promedio tres veces más caliente que Mercurio, que está justo junto al Sol. Es del dióxido de carbono.

Esta amenaza también requiere que nosotros, en la frase de Reagan, nos unamos para reconocer nuestro vínculo común.

En los siete continentes, el concierto Live Earth pidió la atención de la humanidad para iniciar una campaña de tres años para hacer que todo el mundo en nuestro planeta esté consciente de cómo podemos resolver la crisis del clima para evitar una catástrofe.

Los individuos deben ser parte de la solución. En las palabras de Buckminster Fuller, "si el éxito o fracaso de este planeta, y de los seres humanos, dependiera de quién soy y de qué hago, ¿cómo sería yo? ¿qué haría yo?".

Live Earth ofreció una respuesta a esta pregunta al pedirles a todos los que asistieron o escucharon los conciertos que firmaran un compromiso personal para seguir pasos específicos para combatir el cambio climático. (Más detalles sobre el compromiso están disponibles en algore.com).

Sin embargo, las acciones individuales también le darán forma e impulsarán la acción del Gobierno.

Los estadounidenses tienen una responsabilidad especial. Durante gran parte de nuestra corta historia, Estados Unidos y el pueblo estadounidense han proporcionado un liderazgo moral para el mundo.

El establecimiento de la Declaración de los Derechos Civiles, la creación del marco de la democracia en la Constitución, la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, el derrocamiento del comunismo y la llegada a la luna -todo fue resultado del liderazgo estadounidense.

Una vez más, los estadounidenses debemos unirnos e instruir a nuestro Gobierno para que enfrente un reto global. El liderazgo estadounidense es una precondición para el éxito.

Para este fin, debemos exigir que Estados Unidos se una en los próximos dos años a un tratado internacional que recorte la contaminación que produce el calentamiento global en un 90 por ciento en los países desarrollados y en más de la mitad en todo el mundo a tiempo para que la próxima generación herede una Tierra saludable.

Este tratado marcará un nuevo esfuerzo. Estoy orgulloso de mi función durante la Administración Clinton en la negociación del protocolo de Kyoto. Pero yo creo que el protocolo ha sido tan condenado en Estados Unidos que probablemente no pueda ser ratificado en este país -en gran manera en la forma en que se le impidió a la Administración Carter para que obtuviera la ratificación de un extenso tratado de limitación de armas estratégicas en 1979. Además, pronto iniciarán las negociaciones para un tratado más estricto sobre el clima.

Por lo tanto, al igual que el Presidente Reagan renombró y modificó el acuerdo SALT, (llamándolo START), después de reconocer en forma tardía la necesidad de éste, nuestro próximo Presidente deberá enfocarse en concluir rápidamente un nuevo e incluso más estricto pacto sobre el cambio climático.

Deberíamos enfocarnos en completar este tratado global para finales del 2009 -y no esperar hasta el 2012 como está planeado actualmente.

Si para inicios del 2009, Estados Unidos ya tiene en marcha un régimen doméstico para reducir la contaminación que produce el calentamiento global, no tengo dudas de que cuando le demos a la industria un objetivo y las herramientas y flexibilidad para reducir marcadamente las emisiones de carbono, podremos ratificar y completar rápidamente un nuevo tratado. Ésta es, después de todo, una emergencia planetaria.

Un nuevo tratado todavía tendrá compromisos diferenciados, desde luego; a los países se les pedirá que cumplan diferentes requerimientos en base a su participación o contribución histórica al problema y a su capacidad relativa para soportar la carga del cambio. Este precedente está bien establecido en la ley internacional, y no existe otra manera de hacerlo.

Habrá quienes intentarán tergiversar este precedente y usarán la xenofobia o argumentos nativistas para decir que todos los países deberían apegarse a los mismos estándares. ¿Pero deben los países con una quinta parte del Producto Interno Bruto de Estados Unidos -países que contribuyeron con casi nada en el pasado a la creación de esta crisis- soportar realmente la misma carga que Estados Unidos? ¿Estamos tan atemorizados por este reto que no podemos ser líderes?

Nuestros hijos tienen el derecho a mantenernos en un estándar más elevado cuando su futuro -de hecho, el futuro de toda la civilización humana- pende de un hilo. Merecen más que un Gobierno que censura la mejor evidencia científica y que acosa a científicos honestos que intentan advertirnos sobre la catástrofe que se avecina.

Merecen más que políticos que se cruzan de brazos y no hacen nada para confrontar el mayor reto que la humanidad jamás ha enfrentado -a pesar de que el peligro se abalanza sobre nosotros.

Deberíamos enfocarnos en cambio en las oportunidades que son parte de este reto. Desde luego, habrá nuevos empleos y nuevas ganancias al tiempo que las corporaciones avancen más agresivamente para capturar las enormes oportunidades económicas ofrecidas por un futuro con energía limpia.

Sin embargo, existe algo aún más preciado que podremos obtener si hacemos lo correcto. La crisis del clima nos ofrece la oportunidad de experimentar lo que pocas generaciones en la historia han tenido el privilegio de experimentar: una misión generacional; un propósito moral convincente; una causa compartida; y la emoción de ser obligados por las circunstancias a dejar a un lado la pequeñez y los conflictos de la política y de adoptar una moral genuina y un desafío espiritual.

 

Al Gore, Premio Nobel de la Paz, 2007. Vicepresidente de Estados Unidos de 1993 al 2001. Traducción: Jorge A. López

Fuente: Reforma

Sitio web: http://busquedas.gruporeforma.com/reforma/Documentos/DocumentoImpresa.aspx

 

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